Dos perras dan muerte a un dictador

Dos perras dan muerte a un dictador

Zulma Edith

23/08/2020

Siendo las cuatro de la mañana hora habitual de despertar de una mujer que en su egocentrismo tenía el sueño magnifico de matar al dictador de su país, se preparó un solo café y prendió la radio, se sorprendió al escuchar una canción que desde pequeña le recordaba a su abuelo, a sus antepasados, al campo, a la felicidad pues sabía que ese día seria excepcional. Una mujer de gusto por el sexo, de gusto por vivir un poco mejor, que fue víctima del sistema, víctima de las políticas idiotizadas de aquel país que no tenía nombre, de aquella nación que nunca salió de una patria boba. Sensitiva si que era ella, un café le parecía lo mejor para empezar cada mañana, ver el campo en el que vivía, ver cada animal desde una hormiga hasta un perro, un pájaro, una flor, una hoja todo eso era excepcional.

Este es un relato corto de un sueño frustrado que se hizo realidad, 4 a.m. café de campo, 4.30 leyó las 4 últimas hojas de un libro que sin duda le contaba parte de la historia de su país, 5.30 a.m. hizo ejercicio como siempre, salió a caminar con sus tres perras como siempre e incluso no eran tres, eran cuatro pues ella hacia parte de esa jauría. 7 a.m. una deliciosa ducha y un exquisito desayuno, 8 a.m. era una de sus citas que cambiaría su país. Vestida como una guerrera de Esparta claro está muy moderna, tomo su navaja favorita y una escopeta que le obsequio su familia tras la muerte de su abuelo, ¿por qué a ella le daban un arma?, la respuesta es sencilla no por su gusto por matar simplemente tenía un espíritu de guerrera empedernida, una escopeta no la definía, pero sería un buen regalo.

Sobre su vestimenta de guerrera se colocó un traje de monja, que ironía era uno de sus sueños a los 10 años, ser monja, profesión que fue cuestionada y no se hizo realidad, pero ese día disfrazada de lo que quiso de niña daría fin al veneno letal de su país. El campanario un lugar de la burguesía de la iglesia católica era el sitio de su cita, se fue acompañada de una de sus perras que por años fue fiel a soldados, compañía de guerra, ella tendría que estar ahí.

9 a.m. suena el júbilo de un pueblo idiota, idolatrando al dictador de mierda que alimentaba muerte a su paso. Mientras el corazón de aquella dama latía más fuerte, bajo sus naguas que culturalmente llamaban a los vestidos, saca su escopeta, mira fijamente a su perra y esta le atribuye la tranquilidad y la firmeza de que lo que haría estaría bien. Sube al escenario de aquel parque principal de la localidad el señor de la muerte a dar su discurso de desprecio hacía el comunismo, esa era su política. Mientras ella con júbilo por lo que haría pensaba si logro matar a este hombre matare la enfermedad, 9:15 a.m. surge un disparo, que todos confundieron con un cohete, cae la bestia, el disparo fue fulminante en la frente del demonio, hace un hueco en esa cabeza que nunca nadie olvidaría, cae el rey de reyes cae el dictador camuflado de héroe. La felicidad no cabe en el pecho de aquella dama o podríamos decir de esas dos perras que con orgullo hicieron lo que nadie había logrado acabar. Sin duda no sería el final de la enfermedad sería el comienzo del antídoto para ese veneno que tenía inyectado su país.

La idolatría de aquel escenario hizo que solo se percataran del demonio, pero nunca de la asesina, ella en su disfraz bajo del campanario con una sonrisa que solo ella podría tener, se arrodilló y sus palabras al cura del pueblo fue “la muerte siempre es una justicia verdadera al que el dolor le causa placer”.

Las dos perras siguieron su camino satisfechas del resultado…

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