((Música de fondo))

Muchos sugieren que fue ella, otros tantos apuestan por él, un grupo minoritario incluso responsabiliza a la suerte, el destino y a todos los pequeños acontecimientos previos a aquella noche. Mas no importa el cómo, lo cierto es que se encontraron por fin el uno al otro.

Se buscaban diariamente: al doblar la calle, al entrar en algún café, incluso entre sueños. Por fin toda aquella travesía daba sus frutos. Y si bien ellos aún no lo sabían, lo presentían: Había un brillar peculiar en las estrellas, una mezcla de aromas indescriptibles pero agradables en el ambiente, un ritmo constante entre los pasos de la gente y pequeñas melodías concadenadas entre conversaciones aledañas.

El latir de sus corazones poco a poco se tornaba en un único pulso, y cuando aquello sucedió sus miradas se cruzaron. Conectaron y se quedaron inmóviles uno frente al otro, se decían nada y mucho al mismo tiempo. Todo se tornó maravillosamente eterno y estático.

Hasta que sonó el llamado de atención del barco anunciando su partida. Poco a poco el ruido del motor enmascaró aquel latir conjunto. La nave se alejaba, él no decía nada y ella cerrando los ojos dejó caer pesadas lágrimas que buscaron consuelo en el mar.

Cuando el barco se perdió en el horizonte, él agachó la cabeza y continuó su marcha.

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