Caminaba más rápido a cada paso, no tenía ningún lugar hacia donde ir pero se apuraba para evitar la lluvia que ya había cubierto la mitad de su cuerpo terminara por mojarlo completamente para ello cubría su cabeza con el maletín de mano donde guardaba sus “cosas importantes” lo único que rescato de su vida pasada y lo que lo mantenían aún vivo; la lluvia caía cada vez más fuerte y el ruido de cada trueno lo asustaba, miraba hacia todos lados como si sintiera que alguien lo perseguía, sin embargo las calles estaban completamente solas y de ninguna ventana cercana se asomaba algún rostro humano, la iluminación de las calles lo tranquilizaban porque podía ver todo el camino que estaba recorriendo, su ropa completamente mojada se pegaba a su cuerpo haciendo que sintiera el frio del viento y de la lluvia; comenzó a correr con el ánimo de encontrar algún lugar donde refugiarse, la velocidad de su huida podía ser comparada con la de las lagartijas que huyen cuando ven alguna amenaza de hecho parecía una sombra que desaparecía al encender la luz, la lluvia cubría sus pasos su rostro derramaba goteras y su cabello cubría su frente y parte de sus ojos, el con una mano sostenía el maletín sobre su cabeza y con la otra se limpiaba la cara para poder observar a través de la fuerte tormenta.

Volteo la esquina corriendo siempre a su derecha observo una vez más hacia atrás cuando las luces de un auto iluminaron su paso, se detuvo para observarlo pasar despacio a su lado, sin poder ver hacia su interior, el miedo se apodero de él y corrió más rápido olvidando la poca visibilidad que tenía, por eso mismo tropezó con algo que lastimo su pierna y cayó de bruces al suelo soltando el maletín, el cual afortunadamente no se abrió. Se levantó con fuerte dolor en la pierna que lo hacía cojear – lo que me faltaba – dijo lamentándose mientras recogía el maletín miro a su derecha y vio una casa abandonada, con algunos vidrios rotos y la puerta completamente clausurada por algunas tablas clavadas, tenía mal aspecto, las paredes estaban llenas de grafitis y en la puerta había una cruz al revés acompañada por una estrella de cinco puntas, no le importo su estado, para el significaba refugio.

Se acercó a la ventana y uso su maletín para romper más los vidrios hasta lograr un espacio suficiente para poder entrar, metió su cabeza y observo lo que esperaba, un lugar con techo donde pasar la noche; un nuevo relámpago ilumino el lugar y en menos de un segundo pudo ver el piso mojado y algunos cartones tirados, también logro ver que no caía agua, deslizo su cuerpo usando el maletín para acolchar su paso y en poco tiempo logro pasar por completo; suspiro aliviado y abrazo su maletín tirado mientras se sentaba acurrucado en el piso.

No sabe cuánto tiempo lloro abrazando su maletín, aunque sentía que había pasado el suficiente; la lluvia no había parado y entraba por la ventana sin consideración alguna, sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y gracias a eso pudo ver al frente suyo unas escaleras que llevaban a un segundo piso y por las cuales bajaba un rio de agua turbia, completamente negra, aunque podía ser por la poca luz, se levantó y se acercó a ellas, sintió de nuevo el frio helando sus huesos al ponerse de pie y empezaba a temblar, miro hacia arriba de las escaleras y vio las nubes rojas, enojadas, y enviando hacia la tierra toda su agua, un relámpago ilumino el cielo e instantes después escucho como el trueno retumbo por toda la casa, como si el rayo hubiera caído ahí en ese preciso lugar, grito para sí mismo, y miro a su alrededor, nada había cambiado, pero él sabía que no podía subir si su intención era no mojarse más en una casa sin techo.

Camino a su izquierda, pero al apoyar el pie recordó el dolor que tenía en su pierna por la caída, un nuevo trueno se escuchó fuera de la casa y este apagó todas las luces, dejándolo en completa oscuridad, el detuvo su paso y apretó fuerte el maletín, el frio recorrió todo su cuerpo, lo que lo obligo a arrodillarse, recordó la botella de ron que traía dentro, abrió el maletín rogando por no haberla quebrado, afortunadamente no había puesto la combinación ya que el dolor de su pierna, el temblor de sus manos y la completa oscuridad que lo rodeaba no habrían permitido que lo abriera; a tientas encontró la botella y sin pensarlo la abrió y llevo a la boca, tomo un gran sorbo y sintió como su contenido quemaba su garganta calentando su interior, sintió un alivio al ver que su temblor disminuía y dio un nuevo sorbo esta vez más largo, hasta que sintió que su cerebro despertaba, sintió de nuevo propiedad en su cuerpo y se preguntó porque había pasado dos años sobrio, porque había abandonado la bebida si siempre había sido la única que lo había acompañado desde sus años de universidad.

Su mente recordó aquella primera cerveza que había tomado cuando era niño, en el momento que su padre se la ofreció diciéndole que era la bebida de los grandes y él ya era un hombre grande que tenía que ver por sí mismo, por su familia, crecer y tomar las riendas de su hogar, ese sabor agrio de la cerveza recorrió su garganta al mismo tiempo que su padre reía y le decía que ya era todo un hombre.

Recordó también cuando estudiaba psiquiatría y el sabor de la ginebra hacían más agradable las continuas lecturas y todos los libros de fobias que debía leer, comprender y aprehender; sus ejercicios mentales eran mucho más llevaderos con vodka y sus noches eran más calientes con ron.

-¿Hasta cuándo vas a seguir tomando? – preguntaba ella con una cara malhumorada su ceño fruncido y algunas lágrimas en sus ojos.

-No lo sé realmente, no tengo ningún problema con la bebida. – contestó el sonriendo y dando un nuevo sorbo a su cuba libre recién preparado. – ¿por qué no mejor tomas una copa conmigo y celebramos?

– Los estudios han terminado, mañana recibo mi título de psiquiatría forense y cuento con un trabajo que me hace feliz, además de tu compañía, tengo muchos motivos para celebrar y disfrutar, ¿no te parecen suficientes casi 10 años de quemarme las pestañas? Ven tomate un trago conmigo y celebremos.

-tienes un problema con la bebida Albert, acéptalo- respondió ella mientras se acercaba a retirar el vaso de su mano.

-El único problema sería que se terminara – rio él mientras daba un sorbo a su bebida.

Sonrió en su soledad y oscuridad, tomo la botella con fuerza y bebió de nuevo hasta terminarla, el calor lleno su cuerpo y lo hizo sentir valiente, tomo la botella por el pico y la rompió contra el suelo, ahora podía contar con un arma.

-¿Hay alguien ahí? – grito y agudizo su oído para escuchar solo el sonido de su propia voz como respuesta; tomo el maletín con su mano libre y camino decidido hacia la oscuridad.

El dolor de su pierna izquierda lo hizo regresar a la realidad, sintió por primera vez el calor de su propia sangre que bajaba por su pierna, el pantalón completamente mojado no había dejado que se percatara de esto antes, soltó el maletín y se palpo la herida, sintió la hinchazón que tenía y el dolor que producía, pero al examinar bien su pierna noto que no tenía fractura, uso la botella para rasgar una parte de su camisa, ahora negra, y se amarro la herida fuerte por encima del pantalón para evitar que siguiera sangrando, concentrado en su pierna escucho su voz que le decía. – por favor deja ya de beber, lamentaras cuando pierdas todo- levanto la mirada, había escuchado esa voz realmente, provenía de la oscuridad al interior de la habitación.

-¿Qué haces aquí? ¿Dónde estás? No te veo, grito Albert a la oscuridad mientras empuñaba fuerte el cuello de la botella despicada, fijo su vista por un largo tiempo para acostumbrar sus ojos, un nuevo relámpago ilumino todo por un segundo permitiendo ver la habitación vacía a excepción de una puerta cerrada al final de esta.

Concentro su mirada hacia el lugar donde estaba la puerta, la lluvia al fin había disminuido permitiendo que Albert solo escuchara algunas gotas desde la calle y el ruido de los autos al pasar por la calle, la cual sentía ahora tan lejana.

Freno el auto de repente a unos pocos centímetros de ese hombre alto que se había atravesado en su camino – acaso no ves le gritó – Albert nervioso lo miro directo a los ojos, y en ese momento pudo ver que no tenía pupilas y sus ojos completamente negros, incluso la esclerótica, lo miraron directamente, tocando su alma; saco la mano por la ventana en señal de disculpas y esperó que el transeúnte continuara su camino; su mirada profunda se fijó en el cómo reconociéndolo, inclino la cabeza y continuo, el respiro profundo, saco de su bolsillo la pequeña botella de ginebra que mantenía siempre con él y bebió su contenido antes de continuar.

¡La botella! Recordó Albert metiendo la mano al bolsillo derecho donde siempre la había tenido, la tomo y la sacudió, vacía, había dejado de llenarla hace dos años, sin embargo, nunca dejo de cargarla, se sentía seguro con ella.

Para evitar tropezar de nuevo gateo hasta la puerta de madera, la cual estaba en perfecto estado a pesar, lo que contrastaba con el resto de la casa, parecía que hubiese sido puesta recientemente, tomo la perilla y la giro, esta cedió y abrió la puerta sin resistencia alguna.

Asomo la cabeza por el pequeño espacio de la puerta a medio abrir y sintió por primera vez el calor que provenía de su interior y un fuerte olor a alcohol que emergía desde el final de las escaleras, perfectamente visibles a pesar de la oscuridad, veía sombras moverse en el interior y ruido de risas.

-¿Hay alguien ahí? Grito mientras abría más la puerta para dar un paso hacia adentro, asomo su cabeza tratando de observar, un halo brillante cubría las escaleras, tal como si flotaran en un espacio vacío, era lo único que se podía ver en la completa oscuridad, parecía un fantasma flotando sin nada que las sostuviera.

El sopor del calor no le permitió reflexionar ante lo extraño de las escaleras que bajaban al piso inferior, tanteo la pared con la mano izquierda sin soltar el maletín mientras con la derecha sostenía la botella por el pico apretándola fuerte, dio algunos pasos inseguros bajando escalón por escalón, estos se apagaban una vez retiraba el pie, impidiendo retroceder por esta escalera flotante, Albert siguió bajando escalón por escalón, el frio desapareció de su cuerpo, el dolor de su pierna igual, incluso pudo ver como su ropa se veía de nuevo seca y limpia como en la tarde cuando salió corriendo de su despacho.

-Es hora que te vayas – dijo el observándolo directamente con su mirada penetrante, Albert tembló al escucharlo mencionar esas palabras, nunca antes había permitido que ningún paciente le hablara de esa manera, tomo la foto de sus hijos, la de su esposa, saco del escritorio la botella de ron que no había tocado desde hace dos años y los guardo en su maletín, la tarde se oscurecía afuera, pero la necesidad imperativa de salir de ese lugar lo obligaba a correr, abrió la caja fuerte y tomo el contrato que había firmado diez años atrás, el que pensó nunca tener que volver a usar, guardo todo en su maletín lo cerró sin poner la combinación, ajusto su saco y salió de allí sin mirar a su interlocutor.

-Cancela todas mis citas de mañana- dijo a su secretaria y salió rápidamente, miro su reloj mientras esperaba el ascensor, 7:15 pm, el ascensor llego y subió sin mirar a nadie, el sudor corría por su frente, su corazón palpitaba rápidamente mientras veía como los numero iban disminuyendo, 9… su pulso se aceleró un poco, 8… recordó esos ojos completamente negros que había visto hace poco más de dos años, 7… los mismos ojos que le habían ordenado hoy que saliera 6… vio en su mente el cuerpo de su padre que yacía en la funeraria 5… la sonrisa de ella 4… escucho a lo lejos un trueno mientras las luces del ascensor parpadearon 3… escucho las risas nerviosas de las demás personas en el ascensor, 2.., solo un hombre respiro fuerte detrás de él, 1… Las puertas se abrieron y Albert corrió sin mirar atrás.

La lluvia caía fuerte y las personas se agolpaban en la salida del edificio Albert se abrió camino pidiendo disculpas mientras ponía el maletín sobre su cabeza y corría sin saber a qué dirección ir.

Dio un último paso y la escalera desapareció completamente y con ella la iluminación del lugar, no había nada más que penumbra y Albert guardo silencio, solo pudo escuchar el sonido de su propia respiración la cual contuvo con el fin de agudizar esta y sentir cualquier movimiento mientras su ojos se acostumbraban; no escucho ninguna gota del exterior, no escucho ningún paso, no escuchaba las risas, se sintió por primera vez completamente solo, abrió la boca para gritar, pero un sentimiento de temor lo detuvo cuando sintió un silbido.

Ella silbaba alegre mientras preparaba la cena de esa noche, había ganado la beca por la que tanto había luchado y mañana salía de viaje, ese viaje tan deseado y esperado, Albert tomaba una copa de Whisky sentado frente a ella mientras la observaba concentrada, su cuerpo siempre le había atraído, en especial sus nalgas tan redondas y firmes.

-Debes enviarme postales y fotografías de los lugares que visites- dijo cuando ella giro su cuerpo con un plato de espaguetis con queso parmesano rallado y decorado con ramas de perejil.

-Esta es la última cena que te preparo antes de viajar, esta noche es nuestra y debemos disfrutarla sin remordimientos; solo prométeme que me esperaras sobrio, demuéstrame que soy más importante que tu alcohol – él sonrió.

– Es hora de pasar al vino entonces, una noche especial no puede serlo sin el vino adecuado, dame cinco minutos bajo a la cava por la ultima botella que beberé antes de dejarlo hasta tu regreso.

Bajo las escaleras y mientras buscaba el vino la escucho silbar tan claro como la escuchaba en este momento en la completa oscuridad, ya no sentía frio, ya no sentía el dolor de su pierna, estaba completamente seco y a su parecer debía tener la ropa perfectamente limpia, apretó más fuerte el maletín y la botella mientras fijaba su mirada al lugar donde el pensaba provenía el silbido.

-¿Hay alguien ahí? Repitió, aunque no escucho sus palabras, como respuesta escucho risas de varias personas, podía jurar que había varias murmurando y riendo al fondo de la habitación, la cual en ese momento estaba seguro que era la cava de su casa, sentía que tenía las mismas dimensiones, incluso su olor y calor era el mismo.

-Si hay alguien ahí por favor responda – dijo de nuevo, aunque sin escuchar el sonido de su voz, apretó aún más fuerte la botella y decidido camino con ella apuntando hacia el frente. – no puedo ver nada, por favor respondan – dijo el con su voz algo temblorosa mientras caminaba con la botella picada apuntando hacia adelante hasta que chocó contra la pared, despidiendo chispas que iluminaron toda la habitación.

En efecto se encontraba en la cava, escuchaba el silbido alegre de ella en la habitación de arriba, mientras veía la variedad de vinos que había en la pared, y la botella completa de cabernet sauvignon en su mano, la cual fue su elección para complementar la noche.

-Puedo cumplirte un deseo, ¿qué quieres ofrecer a cambio de el? – le dijo el hombre de ojos negros observándolo directamente, debes darme algo a cambio y hacemos el contrato, una vez cumplas las condiciones, te diré que salgas y recibirás tu deseo, una vez lo tengas deberás darme lo que me ofreces, es un deseo sin ninguna restricción, pero si debes cumplir, tienes que cumplir ¿que deseas?

Albert observó la cava iluminada, su ropa limpia, sin arruga la botella de vino en su mano derecha y en la izquierda un maletín mojado, atrás había quedado la habitación oscura, el, sin entender completamente lo que pasaba volvió a recordar.

-Daria lo que fuera por solo una noche con ella – pensó, no tuvo necesidad de decirlo, el hombre de ojos negros, aquel que se atravesó en su camino hace unas horas y a quien casi atropella con el auto lo sabía, sus negros ojos despidieron un reflejo rojo similar a fuego – ¿lo que fuera? Pregunto sonriendo, sus blancos dientes atemorizaron a Albert, pero no por eso se arrepintió.

– Si, lo que fuera, solo quiero otra noche a su lado.

– Concedido, solo debes firmar el contrato, yo te diré cuándo y sabrás donde.

– Albert tomo las hojas que le entregó su interlocutor y comenzó a leer.

Canje a términos exactos.

Por el que se detallan los términos y condiciones relativos al intercambio que se realizara en las fechas indicadas una vez sean cumplidas las circunstancias adecuadas, se reúnen los presentes quienes en su propia representación y uso de todas sus facultades mentales acuerdan:

  • El deseo del ofertante es: Pasar una noche a su lado.
  • La oferta es: Lo que fuera.

Los términos son aceptados y se requiere para su cumplimiento las siguientes condiciones.

El ofertante deberá hacer una penitencia de setecientos treinta días durante los cuales no beberá una sola gota de licor, o cualquier tipo de bebida con sabor alicorado, aunque no lo contenga.

Cumplidos estos días y una vez recibida la orden, deberá salir corriendo sin importar el lugar al cual se dirija, sus pies lo llevarán directamente.

Deberá presentar este contrato en el momento de terminar la transacción, esto incluye cumplir con la parte pactada y entregar “lo que fuera” en el momento que sea solicitado.

La noche empezara a contar a partir de las nueve pm del día en el cual sea contactado y terminara justo a las 3 de la mañana.

Se declaran conformes y firman:

Encontró los espacios para firmas, tomo su pluma y firmo sin tener objeción.

-¿cuánto tiempo puedes tardar eligiendo un vino? Pregunto ella mientras asomaba su cabeza por la puerta abierta, arriba de las escaleras.

Albert abrió los ojos, y soltó por fin el maletín mojado que sostenía con su mano izquierda, subió las escaleras y sin dejarla decir palabra la tomo entre sus brazos y la beso sin que le importara nada más, sintió su respiración y el calor de sus brazos alrededor de su cuello.

No se detuvo y puso sus manos sobre esas nalgas firmes y duras que tanto le gustaban, las toco y retomo, no las había tocado en más de dos años, cuando se despidió de el en el aeropuerto diciendo que algún día volvería; ¡volvió! pensó el mientras la besaba y la sentía, ella por su parte notaba la erección que rozaba sus caderas y pego más su cuerpo para sentirla.

-Parece que me extrañabas – dijo ella suspirando mientras miraba sus ojos encharcados en lágrimas.

– No te imaginas cuanto – respondió tomándola de la mano acercándose de nuevo para abrazarla y ver el reloj detrás de ella que indicaba las 9:05 pm

La noche transcurrió rápida, comieron, jugaron, bailaron, rieron de todas las historias que tenían para contarse, pasaron la noche disfrutando el uno del otro a la luz de dos velas que encendieron para hacer más romántico el ambiente; el veía sombras moverse en la oscuridad y de vez en cuando sentía un susurro donde escuchaba “lo que fuera” y con este recordatorio hizo a un lado todos los juegos para volver a besarla.

Su beso fue cálido y húmedo sentía su deseo y notaba en su boca el sabor a sexo que tanto esperaba, que hace tanto tiempo no sentía y que necesitaba volver a tener la beso llevándola contra la pared y sin permitir los movimientos de ella, la acaricio de la manera más ansiosa, su cuello ofrecía su sabor y reanimaba la tentación, los gemidos cortos de ella eran una invitación a continuar con sus movimientos.

Un rayo cayó a lo lejos Albert concentrado en el sabor de su piel no se percató de la primera vela que se había consumido y del viento que susurraba a su oído “lo que fuera” continúo acariciándola esta vez arriba de sus piernas sintiendo el calor de su humedad, rozo su parte íntima y un olor a almizcle mezclado con vino tinto inundo el ambiente.

Su ansiedad la hizo poseerla justo en el momento que se apagó la última vela dejando todo el lugar a oscuras – Lo que fuera, ese es el precio que ofreciste – ahórcala y cumple tu parte del trato – escucho en su cabeza – NO – pensó el mientras continuaba besando su cuerpo bajando hacia esas nalgas firmes y duras que tanto le gustaban. – Es tu decisión, debes pensar muy bien antes de ofrecer la contrapartida de un trato. Debes cumplir, tienes que cumplir. Escucho en su cabeza, mientras su nariz y su boca se inundaban con la humedad de ella embriagándolo más que cualquier licor que hubiera probado en su vida – Ambrosia – pensó el – Absenta dijo la voz en su cabeza – ahórcala o córtate el cuello – negocio con él la voz – no acepto un no por respuesta ya tienes tu noche.

La acostó posándose sobre ella, quien completamente desnuda y dispuesta permitió que Albert la penetrara expulsando un pequeño gemido y suspirando mientras lo abrazaba – no pares – dijo ella – Ahórcala dijo la voz en su cabeza.

Puso las manos alrededor de su cuello y apretó escuchando los gemidos de ella, quien lo miraba directamente repitiendo que no se detuviera – hazlo – ordeno la voz en su cabeza el oprimió un poco más mientras continuaba con el movimiento de sus caderas acelerando el ritmo y con la ayuda de ella quien se movía al mismo tiempo buscando la cúspide de su excitación, el apretó un poco más mientras sentía la humedad de su sexo y escuchaba como todo se iba llenando de humedad.

Un nuevo relámpago ilumino el lugar y Albert pudo ver como la habitación se veía vacía, solo estaba el con un maletín en su mano izquierda y una botella quebrada en su mano derecha, tomo esta y llorando por el recuerdo vivido de lo ocurrido se la llevó al cuello.

El cadáver del doctor Albert, quien hace dos años por culpa de la bebida había acabado con la vida de su esposa y quien se encontraba huyendo desde entonces, fue encontrado al amanecer con el cuello cortado y un maletín aferrado a su mano, donde había unas hojas que decían repetidas veces “solo quiero una noche a su lado”

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