Capítulo-3
Estoy agotado, los años no pasan en balde ni para mi lengua.
-Descanse, no tenemos ninguna prisa.
(Justo en ese momento,
entra una chica con una bandeja tapada de plástico.)
-¡Sara! Te he estado echando mucho de menos, que alegría verte.
-Hola mi amor, no pretendo interrumpir nada, pero es que es la hora de la merienda.
-No te preocupes, tu presencia siempre es de buen agrado.
-Te dejo aquí la bandeja cariño, me voy que no quiero molestar más.
-No tengo hambre, pero bueno déjalo ahí para luego. Adiós mi vida. Y por cierto, tu nunca molestas.
(Sara se va intentando hacer el menor ruido posible. Dylan levanta la tapa de la bandeja, empieza a abrir el brick de zumo que contiene.)
-¿No es preciosa? Jamás me cansaré de mirarla, rejuvenezco cada vez que la veo.
-Si, tiene usted mucha suerte.
-Bueno, ¿por donde iba? ¡Ah si! Ya me acuerdo, como estaba comentando…
(50 años atrás. 9:00am. Dylan aparece acostado al lado de Sara mientras la mira fijamente y le acaricia el pelo.)
Cada día que pasa, tengo más que claro que la quiero a mi lado. Es la belleza personificada, estoy más que seguro. Apenas puedo conciliar el sueño, y eso que estoy de vacaciones por lo tanto no tengo que madrugar, pero es que el hecho de pensar que hoy es el día… Hoy por fin me caso con el amor de mi vida. Me muero de ganas por levantarme de la cama, me muero de ganas porque abra esos radiantes ojos y comerla a besos. Estoy sobrecargado de energía y eso que he dormido apenas, pero esta mujer me da la vida, más bien, es mi vida.
(Dylan se levanta de la cama por la impaciencia, se pone su bata, se prepara una taza de café y se dirije a su balcón a beberla a la luz del resplandeciente sol.)
-Sara… mi dulce Sara… A veces me preguntó que haría yo sin ti. Luego me viene la respuesta que es «marcharme con ella, a donde sea, cuando sea y como sea». Aún recuerdo nuestro primer beso en aquella fiesta de la Universidad, que tiempos aquellos… como pasa el tiempo y como cambia todo, hasta la intensidad del amor que siento por ella. Me haces el hombre más feliz del planeta, tu y la felicidad vais de la mano. Ojalá despiertes ya, no aguanto las ganas de besarte.
(Interrumpiendo su discurso donde el espectador era él mismo, Sara abraza calurosamente a Dylan por detrás.)
-No he podido aguantar más las ganas de venir a darte un abrazo, después de escuchar todo esas palabras que le comentabas al viento.
-Aunque esté sólo, a alguien le tengo que decir lo perfecta que eres.
-Tu me haces ser perfecta, me haces ser mejor persona. Sacas lo mejor de mi.
-Yo no hago nada, excepto amarte hasta que duela.
-Pues sigue haciéndolo. Por cierto, se me está ocurriendo algo…
-Dime cariño.
-Podíamos adelantar la noche de bodas…
-¿A qué estamos esperando?
(Sara se abalanza sobre los brazos de Dylan. Se miran, sonríen y se besan en dirección a la cama. Comienza el baile de almas que tanto les gusta, más que nada, porque sólo están ellos dos y nadie más. Ella debajo, el encima. La postura más común donde las haya, pero la disfrutan como si el mundo se fuese a acabar al día siguiente. Respiraciones jadeantes, tacto de los labios rozando sus cuellos, mordiscos con ganas de arrancarse los labios, acometidas que provocan una fuerte bomba de éxtasis. La temperatura sube, y no sólo el sudor se palpa. Todo se acelera, mientras se miran con cara de placer. Todo estalla pintando de frescura su ser, besos y caricias sosegadas, como broche final.)
(12:00 AM, lugar de la ceremonia.)
Llegó el momento que tanto ansiaba, llegó la hora que le quitaba el sueño por las noches, llegó ese día que durante tantos años había esperado tener. Esa escena que mil y una veces se había imaginado en su cabeza, por fin, se hacia realidad. Ahí estaba quieto viendo como poco a poco su deseo se iba acercando, mientras tanto él, tembloroso y titubeante, más nervioso que un niño antes de abrir los regalos de Navidad, pero con una sonrisa más resplandeciente que el mismísimo sol.
Uno junto a otro de la mano, más fuertes y seguros que nunca, el cura hablaba mientras Dylan hacia caso omiso a esas palabras. Solo podía pensar en lo hermosa que estaba Sara, con ese vestido de novia blanco como la nieve y suave como la seda.
Frente a frente, mirada con mirada. Estaban a unos segundos de sellar con un beso su amor de por vida, dos simples palabras les separaban de estallar de felicidad. Hasta que finalmente se escuchó «si quiero».
(18:00 PM, Sara y Dylan pasean por la playa de la mano después de la ceremonia.)
(Todo fue perfecto, todo fue según lo planeado y por ello Dylan estaba lleno de júbilo. Por fin su mayor deseo se había hecho realidad, estaba caminando con la felicidad de la mano y no se lo acababa de creer. Ambos se sentaron en la arena observando la preciosa puesta de sol que acontecía sobre el agua cristalina del mar.)
-Creo que puedo decir que no hay hombre más feliz en este planeta ahora mismo.
-Yo también puedo decir Dylan, que no hay mujer más feliz en este planeta ahora mismo.
-Te quiero conmigo el resto de mí vida, no me puedes faltar porque entonces jamás volveré a ser el mismo. No dejes de regalarme momentos, no dejes regalarme algo tan valioso como el amor y tu tiempo.
-Nunca me marcharé de tu lado Dylan, eres mi felicidad y no podría dejarte escapar.
-Te amo Sara, no titubeo al decírtelo… y quiero que el mundo lo sepa.
(Dylan se acerca y le susurra «te amo» al odio a Sara.)
-¿Por qué has hecho eso?
-Porque Sara, tu eres mi mundo.
(Sara lo miró ebria de amor, ya era de noche y ambos empezaron a amarse bajo la luz de la luna. Vieron el momento adecuado para celebrar su noche de bodas, en un ambiente de amor perfecto.
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