Juana tenia 17 años cuando lo conoció, lo vio por primera vez en una de sus visitas al pueblo, encontró algo en él que la atraía, no sabía que era, pero cada vez que lo veía, su corazón latía con más fuerza. Fue en las fiestas patrias de ese año en una fonda en el pueblo, en que él la saco a bailar. A Manuel ella le llamo la atención, la gracia con que se deslizaba por la pista, sus pies apenas tocaban el suelo, era como si flotara, la mirada brillante de sus ojos almendrados lo cautivó.

Varios días después de las fiestas, Manuel llegó montado en su caballo hasta la casa de Juana, y la invito a dar un paseo, al padre de Juana no le agradaba mucho Manuel, decía que era un tarambana que no merecía a su hija, sin embargo, les permitió salir, Juana subió al anca del caballo y partieron hacia el cerro por el costado del rio, estos paseos se repitieron en el tiempo, el idilio había comenzado.

A días de cumplir 18 años, Manuel le pidió matrimonio, esta vez no hubo oposición. La pequeña iglesia del pueblo estaba llena ese día, Juana con su vestido blanco y un pequeño ramo de flores en su mano, caminó del brazo de su padre hasta la puerta de la iglesia donde Manuel esperaba. Terminada la ceremonia, todos fueron a la casa, ya estaba todo listo para la fiesta. La música empezó cuando llegaron los novios, después del vals inicial, la fiesta se animó, empezaron a sonar el arpa, las guitarras y los panderos, las botellas de vino, los jarros con chicha y el “arreglado” circulaban con rapidez, en los fogones los corderos empezaban a esparcir su aroma, el tablado improvisado como pista de baile, retumbaba con el zapateo y el tintinear de las espuelas. En un extremo del lugar, Manuel y Juana miraban. Su momento aun no empezaba.

Casi a la medianoche, los novios se retiraron. En una carpa instalada a orillas del rio, bajo la luz de la luna y acariciados ´por una tibia briza veraniega, consumaron su amor.

Al inicio vivieron de allegados en la casa de los padres de él, pero al poco tiempo Manuel compró una parcela casi en las faldas del cerro, medio kilómetro más arriba de donde termina el camino, y donde solo se puede llegar a caballo. Con la ayuda de un hermano, Manuel construyo una cabaña, y ahí el matrimonio empezó su vida independiente, habilitaron un lugar para lo cuatro caballos que tenía Manuel, los que en verano arrendaba para excursiones.

La casa fue creciendo y también la familia, tuvieron dos hijos, con esfuerzo los educaron en la ciudad, y luego en la universidad. Ellos nunca se acostumbraron al campo, sé establecieron en la capital. Los veranos venían a verlos. Ahora después de treinta años de matrimonio, estaban como al comienzo, solos otra vez, esperando que algún día llegaran los nietos.

Fue a mediados del otoño, sé estaban preparando para el invierno, los salmones pescados en el rio por Manuel ya estaban ahumados, las conservas de salsas y mermeladas guardadas en el estante, el cerdo faenado estaba en proceso de ahumado, los sacos de harina listos para hacer pan. Ahora estaban tomando té y descansando un rato. Estaba anocheciendo, cuando sintieron los golpes en la puerta, sin saber quién podría ser a esa hora, Manuel abrió, era el alcalde, por su cara Manuel se dio cuenta que había un problema, le ofrecieron asiento y le preguntaron el motivo de su visita, él hombre carraspeo un poco y dijo;

  • tenemos tres turistas perdidos en la montaña
  • ¿Como?, dijo Manuel, a quien se le ocurre ir a la montaña en esta fecha
  • yo opino que es una locura, dijo el alcalde, pero la situación es que están perdidos, uno de ellos está herido, llamarón por teléfono, pero la comunicación se cortó luego, por la señal, podemos determinar un área, pero es extensa, pensamos que tú eres el que más conoce la montaña, podrías rescatarlos, té acompañaría el Vitoco que es otro conocedor de la zona
  • Qué diablos, dijo Manuel, habrá que ir, dígale a Vitoco que lo espero aquí al amanecer
  • gracias dijo el alcalde, espero que mañana en la noche estén de vuelta, luego se retiró.

Manuel empezó a preparar lo necesario para la ocasión, maletín de primeros auxilios, cuerdas, vendas y todo lo que creyó necesario. Se acostaron muy temprano ese día.

Todavía no aclaraba, y ya Manuel estaba ensillando los caballos, sabía que el Vitoco vendría en su alazán, pero había que llevar dos caballos más, para que los ocuparan los rescatados, pronto llego el Vitoco. Partieron llevando un caballo más cada uno, Juana en la puerta de la casa, los miro alejarse, hasta que se perdieron de vista, aunque era muy temprano, Juana se quedó en pie, y fue hasta la pequeña gruta donde tenia una imagen de la virgen, le prendió una vela para que ella los protegiera, luego desayuno con calma, para después empezar las faenas del día, cada cierto tiempo miraba con atención hacia la montaña, la neblina cubría la mitad de ella. Poco después del mediodía, empezó a llover, tuvo que refugiarse en la casa, cambiaba la vela de la virgen cada vez que se consumía, y repetía sus plegarias una y otra vez. Empezaba a anochecer, y nada se sabía de los jinetes, cansada y un poco preocupada se fue a la cama, nunca había encontrado su cama, tan grande y fría, al fin en medio de plegarias, sé durmió. El canto del gallo y los mugidos de las vacas la despertaron, lo primero, fue mirar hacia la montaña, había nevado en la noche, la montaña estaba casi toda cubierta y estaba cayendo una delgada llovizna. Rezaba cada cierto tiempo, y la angustia se iba apoderando de ella, seguía manteniendo una vela encendida en la gruta de la virgen, hacia las tareas de la casa con la vista casi fija en la montaña. Poco después del mediodía, alumbro el sol, el tiempo empezó a mejorar.

Ella seguía haciendo sus tareas cotidianas, en un momento salió de la casa al escuchar ruidos como si hubiese mucha gente, ahí vio que varias personas a pie o a caballo, caminaban hacia donde terminaba el camino, se preguntaba que estaría pasando, monto su caballo y se dirigió al mismo sitio donde iba la gente, poco antes de llegar, vio que estaba una camioneta de la municipalidad y el auto del alcalde, en ese momento fue sobrepasada por 4 caballos al galope, alcanzo a ver dos cuerpos atravesados sobre las monturas, al llegar desmonto y trato de acercarse, pero el montón de gente, lo impedía, en el tumulto ella trataba de encontrar a Manuel, pero no lo veía, de pronto sintió un halito tibio en su cuello, y unas manos tomando su cintura, ahí comprendio,que su espera había terminado, él amor de su vida había regresado.

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