EL CID CAMPEADOR
Caballero de temple de acero
aguerrido luchador victorioso,
por tus hazañas admirado
por moros y cristianos.
II
Singular combate
organizaron navarros y castellanos,
para dirimir los dominios
de castillos fronterizos.
III
Ante el noble navarro, Jimeno Garcés,
en encarnizado combate te enfrentaste,
al que con destreza y valor derrotaste,
y el sobrenombre de Campeador ganaste.
IV
Valeroso Caudillo
que por su Rey Sancho, luchó,
en la contienda que a reyes hermanos enfrentó
de los reinos de Castilla y León.
V
Con valentía vencías
las batallas de Golpejera y Llantada,
vencido el Rey leonés
en Toledo prisionero quedó.
VI
En el cerco de Zamora
el Rey Sancho la vida perdía,
inmensa tragedia
el Rey leones en cautiverio recibía.
VII
Por derecho real,
el cetro de Castilla y León recuperó.
Por méritos a la corona,
el Cid, de vasallo quedó.
VIII
Gran algarada sarracena,
la fortaleza de S. Esteban atacaron
sembrando muerte y saqueo,
y a indefensos cristianos apresaron.
IX
Inmenso dolor al Campeador
la trágica noticia causaba,
el corazón escuchaba,
y por las bravas la justicia se tomaba.
X
En represalia de cadáveres sarracenos
la tierra sembraba.
Su campaña contra los moros
horror y malestar en ambos reinos causaba,
XI
La noticia, como ave volaba
y al noble Rey consternaba,
enojado el monarca,
al Cid, en castigo desterraba.
XII
Con angustia en el alma,
al destierro se encaminaba.
Agotadoras jornadas,
al frente de su mesnada cabalgaba.
XIII
A reyes moros y cristianos
sus servicios y vasallaje brindaba.
El Rey moro zaragozano asilo le ofrecía,
y el Cid, vasallaje le juraba.
XIV
El Rey Alfonso, contra los moros
en campaña guerrera se alzaba;
con gran poderío y valor,
la fortaleza de Aledo les arrebataba.
XV
Atemorizados los reyes moros,
auxilio a sus aliados africanos pidieron.
Los almorávides con inmenso ejército
en su auxilio de inmediato acudieron.
XVI
El ejército sarraceno como represalia
en guerra se alzaba
contra la fortaleza cristiana de Aledo,
que de inmediato sitiaba.
XVII
El Rey Alfonso en grave aprieto
se encontraba,
al Campeador con insistencia
ayuda le reclamaba.
XVIII
El Cid, por falta de entendimiento
ante tan angustiada llamada
y sin motivo aparente
nunca en su auxilio llegaba.
XIX
El Rey Alfonso, desairado,
en cólera entraba,
castigando al Cid por traición,
y de nuevo lo desterraba.
XX
Alfonso VI, con su ejército
a Sagrajas se apresuraba
y a los almorávides en campo abierto
batalla les plantaba.
XXI
El caudillo moro
estratégico plan aplicaba,
al frontal del ejército cristiano
con arrojo atacaba.
XXII
Otra división, los flancos desorganizaba.
El ejército cristiano rodeado y vencido quedaba.
Herido el rey cristiano, su muerte evitaba,
destrozado medio de su ejército; a la fuga se daba.
XXIII
El Cid con su hueste, en la estrecha garganta
del frondoso pinar de Tévar, acampaba.
Un contingente catalán el monte coronaba,
con sigilo y en son de guerra se alzaba.
XXIV
En la oscuridad de la noche, en el pinar se emboscaba.
Convencido que a la hueste cidiana burlaba.
El Cid, a sus capitanes para la batalla,
estratégico plan les trazaba.
XXV
Cumpliendo su plan, un grupo cidiano
en desbandada fingían que desertaban,
capturados por el ejército catalán,
falsa información sobre la batalla les facilitaban.
XXVI
Con gran ingenio lograron fragmentar
y a la vez debilitar al ejército catalán.
Al amanecer al campamento cidiano,
la retaguardia catalana por sorpresa les atacaba.
XXVII
El Cid, alertado,
con gran furia se enfrentó,
tras encarnizado combate
gran mortandad les causaste.
XXVIII
Otro contingente cidiano, por sorpresa atacaba
al grueso del ejército catalán,
al que con astucia desorganizaba,
y por abrumadora victoria la batalla ganaba.
XXIX
Por su bravura en el combate no tenía rival,
gran poder en levante peninsular le proporcionaba,
por su fama, gran temor infundía al rival,
independizado, estableció su propio protectorado.
XXX
Los almorávides junto al Cadí,
contra su Rey conspiraban,
en el silencio de la noche
de Valencia se apoderaban.
XXXI
Al Rey por sorpresa asaltaban
y con saña decapitaban,
su cabeza para terror del pueblo
en lo alto de una pica clavaban.
XXXII
Al recibir el Cid, trágica noticia se enojaba,
al frente de su mesnada con celeridad la ciudad sitiaba.
El ejército moro, ante su situación desesperada
urgente socorro al sarraceno reclamaba.
XXXIII
El estrecho de Gibraltar con celeridad cruzaba
y a Valencia sembrando pánico se encaminaban,
al que se unían las guarniciones moras
por las taifas sarracenas que pasaban.
XXXIV
El ejército moro durante su jornada aumentaba,
en Cuart de Poblet en provocación acampaban,
sus estrepitosos golpes de tambor asustaban;
a Valencia el enorme ejército sitiaba.
XXXV
Una parte del ejército cidiano,
la noche aprovechaba,
para salir de las murallas de la ciudad
y a moros con estrategia burlaba,
XXXVI
En la retaguardia del ejército moro,
con sigilo se situaba,
y con astucia en medio de la maleza
se emboscaba.
XXXVII
Otro contingente cidiano,
salía por la puerta Culebra,
en la vanguardia mora
por sorpresa se colocaba.
XXXVIII
El avance de la caballería mora
provocaba,
encarnizado combate
que ambos ejércitos libraban.
XXXIX
Estrepitosa retirada del contingente cidiano conseguía
que la caballería mora a todo galope les persiguiera;
maniobra, que rompía la inmensa formación mora,
extendida de Cuarte a Valencia, y el terror sembraba.
XL
El Cid con rapidez salía de la emboscada,
y a la retaguardia sarracena por sorpresa atacaba,
el pánico y el miedo a la hueste mora invadía,
al creer, que de un refuerzo cristiano se trataba.
XLI
El ejército sarraceno dividido
y desorganizado quedó,
por su fortaleza y valor,
abrumadora victoria a los moros consiguió.
XLII
Por su valentía durante su vida,
ninguna batalla perdió.
El Cid hasta su muerte,
el reino de Valencia gobernó.
XLIII
Con tus sonadas victorias,
luz a la cristiandad aportabas,
por tu valentía y lealtad
el prestigio ganabas.
XLIV
Gloria y honor
a lo largo de la vida alcanzaste,
un lugar preferente en la historia
por tus grandes hazañas lograste.
XLV
Con letras de oro
tus gestas escribiste,
a la historia contribuiste,
como el héroe que siempre fuiste.
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Autor: Fidel Tello Costero.
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