Tomarás de mí la parte enferma y como a las ramas secas de los girasoles que crecían en casa de mi abuela, los trozarás hasta hacer de ellos pedazos capaces de iniciar el fuego donde he de purificar mi espíritu.
Tordos de todas partes vendrán a devorar mi viejo cuerpo con picotazos ensangrentados y estaré agradecida, pues el dolor y la pena que cargo no son más que predecesores del impulso necesario para alcanzar la transformación, la resignificación de mi tormento.
Y entonces, volaré.
221024
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