Un sueño sin cumplir, el dolor de una promesa vacía.
¿En qué momento dejé de perseguirlo? ¿Cómo pude abandonarlo?… Abandonarme.
Aparecen las dudas convertidas en tormenta que nubla el pensamiento, debo aceptar la funesta idea de que han dejado de ser las quiméricas inquietudes de la niñez.
Aún recuerdo la mañana alegre del colegio, ahora trastornada en esto, el vaivén estúpido de acciones carentes de profundidad y de sentido.
Pero más importante, ¿cuándo comenzaron a olvidarse las palabras? Yo que siempre tuve algo que decir, algo que escribir…
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