𝒷𝓇𝑜𝓀𝑒𝓃 𝒹𝓇𝑒𝒶𝓂𝓈

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PAULINA ÁNGEL

06/03/2020

ℕ𝕠𝕥𝕒 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕒𝕦𝕥𝕠𝕣𝕒:

Los temas tratados en este escrito NO DEBEN GENERALIZARSE.

Antes de burlarte de ellos, hacer una broma, denigrarlos, verlos como algo normal e incluso difamarlos, por favor, infórmate; en una sociedad donde se nos entrena para permanecer callados e ignorantes el conocimiento es un acto de rebeldía muy valiente.

Gracias por su atención.






Érase una vez la historia de una prostituta y un joven perdido…

Palabras tan sencillas que mezclan la realidad con la fantasía.





—Quítate la camisa —La voz de su padre, ronca y firme provocan un escalofrió en la pequeña niña a la que los rulos rojizos le bordeaban los hombros —. Gretel…

—Papá, no… —Solloza la menor negando de manera lenta y bajando su mirada, ahogando un chillido al las manos del mayor apretar su pequeño cuerpo— por favor suéltame, me lastimas.

La fuerte música proveniente de los bares del primer piso, la gritería de la gente en la calle celebrando la victoria de su equipo favorito en la última copa y el rechinar de la cama proveniente de los habitantes del segundo piso, entre jadeos ahogados, logran ocultar los ruegos de la niña que baja su camisa con tal fuerza que pronto sus nudillos pierden el tono rojizo que los caracteriza.

Su padre está cansado, le duele la espalda y ahora le truenan los huesos cuando se agacha, solo quiere quitarse el peso de encima, así que ha cerrado con llave la puerta de la menor y ahora intenta convencerla de quitarse aquella insípida prenda, la cual demarca el paso de los años ysu promesa de cada fin de mes “la próxima semana les traeré algo”.

La paciencia comienza a terminarse dentro de aquel hombre, quien cada vez entierra mas sus mugrientas uñas en las carnes de la menor, intentando mirarla a los ojos. Estaba desesperado.

—Te lo repetiré una vez más — insiste— quiero que te quites la camisa.

—No, yo no quie… —balbucea y una lagrima corre por su mejilla, pero el mayor no la deja terminar pues finalmente acaba por romperle la camiseta. Ella aprieta los ojos y se espera, en silencio, lo peor.

Horrorizado, el hombre recorre con cuidado y siendo ayudado por la suave luz de una lamparilla al borde de la cama las marcas de cigarrillos y hematomas tomando cada vez más tamaño al igual que color se extendían por todo el abdomen de la niña.

Su padre reprime un lamento, apretando sus labios y golpeando con tal fuerza el colchón, la hendidura permanece en su superficie por largo rato. No puede evitar que se le rompa la voz y su cabeza recaiga sobre el pecho desnudo de su hija, con los ojos cristalizados.

—No volveré a dejar a esa mujer otra vez a su cargo, mi niña. —Promete.

Incluso con el pasar de los años, Gretel sigue creyendo aquellas palabras.

Aquella fue la primera vez en que vio a su padre llorar, e incluso el recuerdo con el pasar del tiempo seguía sacudiendo con la misma fuerza ese corazón noble cuya esencia se perdió la primera vez en que fue alejada de casa. Incluso cuando su madre murió, siempre lo veía por los pasillos de la vieja casona sin mostrar una pizca de sentimientos, callado y aislado, aunque por las noches sus sollozos llegaban del baño a su habitación, ni Hansel o Gretel se atrevían a preguntarlo cuando el sol asomaba nuevamente.

Fue así como tras largas horas recalcándole su valor y estrechando la delgada mano de su joven hija, se despide con un beso en su frente, caminando con desanimo hacia su habitación, pero humeando de ira. Tras unas largas horas de sueño inquieto, Gretel siente un fuerte golpe en la ventana. Sobresaltada, toma asiento sobre su cama y dirige la vista al lugar de donde provino el sonido.

Tras el cristal, la figura de su hermano mayor sonriendo de oreja a oreja remarcando sus hoyuelos y temblando por el frio de las calles aquella noche, la saludaba como si no hubiera desaparecido durante tantas horas.

La verdad era que nunca nadie de su familia debía enterarse de lo que hacía cuando cruzaba la esquina.

Gretel no puede evitar suspirar rodando los ojos ante el tremendo susto que le provocó su mayor, pero sin tener más remedio, decide levantarse, sintiendo el frio del suelo como si fuera agujas por cada paso que daba. Cuando abre el ventanal, lo primero que la recibe es una ráfaga de viento y la risa burlona de Hansel al su pelo ser revuelto por tal acto.

—Te voy a cerrar —amenaza.

—Inténtalo —le reta.

—Uno, dos…—empezó a contar sin abrir los ojos e instantáneamente, de forma torpe y brusca, el castaño se lanzó dentro de la habitación chocando secamente su cuerpo contra el suelo. Esta vez era Gretel la que reía de forma estruendosa, ocultando el chirrido de la ventana cuando la cerró nuevamente.

Giró sobre sus talones y volvió a tomar asiento en su cama, observando con una sonrisa a su hermano recomponiéndose en el suelo a la par en que tocaba un costado de su cráneo, probablemente solo iba a hincharse tal zona unas horas y a la mañana siguiente no habría rastro del acto que llevaban meses llevando a cabo.

—Pudiste comer algo? —Pregunta la menor, infiriendo la respuesta y ahora ya no se extraña con el cabeceo a los costados de su hermano indicando que todas esas horas fuera resultaron ser en vano.

Muerde sus rosados labios y aprieta brevemente las sabanas, frustrada como de costumbre.

Hansel nunca compartió del todo las razones de sus huidas repentinas con ella, solo sabía que entra tanto buscaba una manera de traer comida a casa, pero algo en su interior le decía casi a gritos que le ocultaba más de la mitad de su historia. Es esa misma sensación que aparece en tu pecho como punzadas cuando sabes que te están diciendo la mentira de tu vida, pero no quieres preguntar aquello que en el fondo ya sabes.

El castaño se levanta y, de espaldas a ella, se quita la camisa dispuesto a dormir aunque dentro suyo las tripas se le retuercen por el hambre tan voraz que lleva sintiendo tanto tiempo. Gretel observa con cuidado las marcas cubriendo su espalda, aruñetazos, magullos, mordidas, quemaduras de cigarrillo y el rastro de golpes ejecutados con alambres.

Sabe que se está llevando la peor parte, pero nunca lo escucha quejarse en lo más mínimo. Su hermano es de esos chicos que se sientan en la acera con una lata de cerveza que consiguió de forma “ilícita” a charlas con sus amigos sobre la vida, que murmuran tacos cuando algo les disgusta, al cual le gustaba andar por ahí de noche saboreando algo de la libertad que desbordaba su juventud y decía las cosas sin pensarlo mucho.

—Gretel —la llama sin girarse, sacando algo del bolsillo de su pantalón —quiero que mañana vayas a la plaza y cambies todas estas monedas por billetes ¿me entendiste?

La pelirroja queda aturdida ante la petición de su hermano. Es la primera vez en mucho tiempo que vuelve a casa con dinero, a veces incluso haciéndola pensar que ha robado algo para luego venderlo y no llegar con las manos vacías, pero sabe lo difícil de su situación actual.

No hay dinero, y al parecer aquellos billetes mueven al mundo en masa, así que no tienen tan siquiera para comer. Ninguno quiere pensarlo pero en cualquier instante les pueden hacer desalojar ese piso, al que se mudaron tras quedar despojados de la casa de su madre a duras penas.

Ninguno de los hermanos puede estudiar ahora, y Gretel la pasa encerrada en su casa día tras día recibiendo el maltrato de su madrastra mientras Hansel sale siempre de madrugada para volver antes de que la iglesia al final de la calle les indique es la media noche.

—De donde lo sacaste, Hansel? —Cuestiona curiosa y observa como su hermano solo se dispone a girar brevemente la cabeza, conectando con ella.

—Oye, no debes pensar mal ¿muy bien? —comenzó diciendo acercándose a la cama, acomodándose al borde. Gretel miró fijamente aquellos ojos verdes brillosos y supo no estaba mintiéndole — fue todo completamente legal…bueno, a la mitad. El caso es que ahora tenemos dinero suficiente para sobrevivir hasta la otra semana. Eso sí, solo podemos comer dos veces al día, pero podemos.

Gretel, todavía no muy convencida, solo asiente ante la explicación de su hermano y se despide envoz baja del mismo, volviendo a acomodarse en la parte superior de la cama, sintiéndolo revolcarse en un vago intento de acomodarse en la parte de abajo, pero acaba tirándose al piso solo envuelto en una sabana y aferrado a su almohada, para finalmente un silencio brutal caer dentro de la habitación.

Sin embargo, aún pasando las horas y sintiendo los salvajes ronquidos de su hermano a un costado de su cama, la joven no puede recobrar el sueño por más que lo intenta. Escucha el rugir de sus tripas, haciéndola pensar que seguro dentro de poco empezará a consumirse desde dentro por la falta de alimentos externos, pero no es hasta que unas fuertes arcadas en la boca del estomago aparecen dentro suyo que se gira y, rápidamente, cae sobre el cuerpo de su hermano.

Hansel responde sobresaltado dando un brinco y soltando maldiciones tan rápido que son inentendibles para Gretel, pero les resta importancia.

—Que carajos pasó ahora? —gruñe molesto por haber sido despertado, aún somnoliento.

—Necesito ir al baño—explica en susurro la pelirroja sintiendo el malestar apoderarse de su cuerpo, sabe que si tarda mucho hablando y con la boca abierta vomitará sin más.

El castaño gruñe y chista la lengua girándose de espaldas a ella.

—Pues ve.

—Hansel.

—Tienes piernas

—Hansel…

—No me molestes, esta es mi hora feliz.

— ¡Hansel!

—Así me puso Dios…

Gretel rueda los ojos y, sin pensarlo mucho, mete lentamente la punta de su índice dentro de la oreja del mayor, causando que este vuelva a dar un brinco en su asiento y le mira con irritación, saliendo de su fase de adormecimiento. Antes de darle tiempo para refutar, la menor le hace señas por su cuerpo, se tapa la boca e infla sus mejillas, conteniéndose de soltar todo de una vez.

El castaño que de a poco ha despertado tarda unos segundos en entender y, finalmente, reacciona muy deprisa, poniéndose de pie casi de un salto. En cuestión de segundos, está abriendo agresivamente la puerta con su hermana en brazos, rezando mentalmente para tener tiempo de abrir la complicada cerradura del baño, ya destartalada y difícil.

La saliva había comenzado a deslizarse por el mentón de la joven incluso antes de que se acomodara al borde del escusado y temblando, el hambre hiciera efecto en ella. El mayor, sin inmutarse o sentirse asqueado, tomó sus cabellos entre sus manos, pasando las yemas de sus dedos por la nuca de Gretel. Allí, el cuerpo tembloroso de la pequeña se llenaba de espasmos y arcadas cada vez más fuertes e incluso inesperadas. Fueron largos minutos donde no pudo parar de vomitar, bajo la mirada fija de Hansel, quien solo tenía el consuelo de que pronto tendrían un poco de suerte y saldrían finalmente de esa ratonera.

—Lista? —Preguntó con cuidado enredando sus dedos entre sus rulos y ella, aún temblorosa y débil, asintió en silencio. Hansel pasó el pulgar sobre su labio inferior, limpiando una mancha de sangre que había salido tras el esfuerzo al vomitar.

Mientras uno de sus brazos pasaba por su espalda para ayudarla a levantarse y que así pudiera limpiarse, el golpeteo brusco de la puerta fabricada con madera vieja y casi al borde del colapso provocó que los pelos de ambos se erizaran en cuestión de segundos. Hansel mojó su mano y así limpio los labios de su hermana, sin permitirle hablar ni mucho menos.

—Ella acaba de llegar… —le explica cómo puede cerca de su oído y sus hombros se tensan al percibir el rechinar de la puerta, los tacones de punta de alfiler baratos, el aroma de distintos perfumes mezclados con sudor, cigarros y las risas de esa odiosa mujer cuya semejanza podría ser la de una bruja en los tiempos modernos.

Tambaleándose y sosteniéndose de las paredes, su madrastra avanza a carcajadas paganas por el estrecho pasillo, bajo la luz fluorescente de una única bombilla titilando encima de sus maltratados y carmines cabellos necesitados de un nuevo tinte. La palma de la mano de Hansel cubre la boca de Gretel, quien aprieta los ojos y solloza por lo bajo.

Aquella siempre era la peor parte de sus días, noches o madrugadas, cuando esa mujer dejaba escapar sus fantasmas internos en medio de horribles palizas que los cuerpos de ambos menores ya no podían soportar. Aprovechando la ausencia del padre de los niños hasta altas horas de la noche, Beatrice los quemaba o los golpeaba por cualquier mínima cosa, principalmente ante cualquier mínima queja sobre su hambre y aquel era el propósito con el que empezó a buscarlos con desespero por toda la casa.

Sus labios resecos tarareaban canciones del bar donde se encontraba, mientras ambos rogaban al cielo no los encontrara, pero sabían que pronto iba a quedarse sin opciones, así que solo pudieron esperar sus gritos al observar como la puerta empezaba a emitir un pequeño chillido, abriéndose de forma tortuosa por lo lento que iba pero, para su sorpresa, su chillona voz no los aturdió, ni sus manos frías y las uñas extremadamente largas se clavaron en las carnes de alguno. Fue, más bien, la voz de su cansado y harto padre en el pasillo aquello que pudieron percibir.

—Hansel…

—Tranquila, quédate callada ¿de acuerdo? —murmuró el nombrado acercándose a la puerta, observando de la mejor forma posible lo que ocurría afuera, pero no lograba dar con nada.

Solo fue cuestión de segundos antes de que Beatrice arremetiera a gritos contra Julián. Ambos mayores discutiendo a gritos, amenazándose y diciéndose todas sus verdades a la cara. Gretel no lograba verlos, pero podía apostar lo que fuera a que esa mujer se hallaba lo suficientemente sorprendida por la llegada pronta de su marido que se hacia la víctima.

— ¡Agarra todas tus putas cosas y lárgate que por acá ya no te quiero ver más o sino llamo a la policía, maltratadora! —Vociferó con fuerza su padre, causando que los dos hermanos se estremecieran al notar la furia de aquel hombre al borde de romperle las venas.

Hansel abrió un poco más la puerta y pudo observar a ambos peleando al fin del pasillo, no muy lejos del baño. Ambos rojos de la ira, casi al borde del llanto.

— ¡Este piso es mas mío que tuyo! —Contraatacó la mujer quitándose sus desgatados tacones y amenazándole con estos mismos

—Yo lo pago! Yo soy el que debe pagar a fin de mes la renta para no acabar durmiendo en el jodido banco del parque y ¿tú qué haces? Gastarlo todo en cerveza y fiestecitas con tus amigas ¡esas brujas! ¡Por eso es que las dejó el marido! Solo faltas tú…

La discusión se extendió hasta una de las habitaciones, donde ninguno de los hermanos pudo entender mejor, pero sabían que los humos se le estaban subiendo y pronto, igual que como sucedía con la pólvora cuando se junta con el fuego, solo podía pasar una cosa.

Explota.

Probablemente los vecinos estaban pegados a las paredes con vasos intentando comprender la situación que interrumpió sus sueños, la señora del piso de abajo para tener de que contarle a su hija la enfermera de turno nocturno o a sus amigas del vecindario o uno que otro mal hablado y chismoso riéndose e inventando su propio cuento.

—Ahora sí, joder… —gruñó Hansel apretando los puños y se volvió hacia Gretel tomándola fuertemente del brazo, tanto que pudo dejarle una marca, y a continuación la empujo junto a si mismo fuera del baño.

La pelirroja intentaba zafarse y hacerlo reaccionar, pero el mayor no parecía volver en sí. Caminaba a paso fuerte y se detuvo justo frente a la habitación de su padre, intentando comprender el hilo de la situación, pero por los aires volaban tantas palabras obscenas, insultos y cosas pensaron jamás saldrían de la boca de Julián, que el primer impulso de Hansel fue taparle los oídos a la más pequeña, impidiéndole entender en definitiva lo que se decían.

No tardaron mucho tiempo en ser descubiertos, y entre amenazas al igual que gritos, salieron corriendo hacia su propio cuarto, siendo perseguidos por esa mujer que los amenazaba con sus tacones e incluso describía la manera misma en que iban a morir.

Hansel comenzaba a atar cabos, respirando de forma agitada y cerrando la puerta con torpeza, estaba igual de aturdido que Gretel, quien solo pudo sentarse en la cama respirando de forma agitada y temblorosa, jugando con sus dedos.

Comienza a pensar en que todo eso es su culpa. Si tan solo no se hubiera dejado quitar la camisa, piensa, no le estaría ocasionando ese enorme lio a su padre, que es el hombre más bueno y noble que pudo haber conocido alguna vez, pero no puede reconocer a la bestia cuyas venas se remarcaban en su cuello al gritarle sus verdades, finalmente, en la cara a Beatrice.

Tiembla y las lágrimas empiezan a correr por sus mejillas, sin lograr comprender que todo el maltrato recibido por esa mujer la llevaría a la cárcel en poco tiempo, o que a partir de ese momento, casi a la 1:33 de la mañana, su vida comenzaría a partirse por pedazos.

Hansel camia por toda la habitación susurrando cosas inentendibles para ella. Pasa las manos por su pelo y nota en sus hombros la tensión del momento. Es entonces cuando se vuelve hacia ella y se agacha a su altura, tomando sus delgados brazos con algo de fuerza, buscando los ojos de Gretel con los suyos de forma desesperada.

—Que pasó mientras no estaba? —Cuestiona agitado y ella niega con la cabeza, sintiendo sus dedos apretarla — Gretel, necesito que me cuentes cualquier cosa que haya podido delatar a esa mujer, porque ahora muchas cosas dependen de eso… ¿bien?

La menor tarda unos segundos en reaccionar, mordiendo con tal fuerza sus labios que provoca dos pequeñas gotas de aquella cálida sangre corriendo bajo su pálida piel se deslice por su mentón hasta manchar el suelo de manera. Alza su mirada, estallando en lágrimas y, entre espasmos, trata de relatarle todo a su hermano, desde que su padre le rompió la camisa viendo sus marcas hasta su pensar.

Esperándose lo que fuera, lo primero que la recibe son los brazos del castaño, quien la aprieta contra su pecho. Y es allí, mientras afuera se armaba la peor de las peleas que pudo presenciar el interior de ese viejo piso mal cuidado, donde Gretel intenta sumirse en los latidos acelerados que bombean desde el pecho de su hermano mayor, aferrándose a este, esperando que todo acabe bien pero cada uno.

—No es tu culpa, mi pequeña —murmura con la voz ronca y rota — jamás lo ha sido o será, solo eres un ángel que terminó entre las garras del peor de los demonios. No mereces ni una pizca de todo lo que ella nos ha hecho, pero ya vas a ver como las cosas mejoran. En la mañana…iremos a la plaza, tomaremos un helado de ese sabor tan raro que te gusta tanto, y al lago, y luego…luego…

Su voz había comenzado a agrietarse cada vez más, quedando en solamente un hilo suspendido en la penumbra de la habitación donde la lámpara había fallado y solo el breve brillo de las farolas al otro extremo de la calle dejaban escapar los rayos de luz que chocaban contra el cuerpo de los hermanos, quienes en silencio empezaron a llorar. Por si mismos. Por los golpes. Por las cicatrices. Por los recuerdos. Por las amenazas, por ser tan vulnerables.

Fue entonces donde Gretel solo pudo cerrar sus ojos hinchados e irritados, sintiéndose ajena a los gritos y golpes que llamaban exaltados a su puerta entre maldiciones, seguidos de las sirenas de un auto de policía.

Gretel se removió sobre aquella silla de plástico entre gruñidos, apretando los puños a los costados de sus muslos. Su parpados pesaban y no podía evitar distraerse gracias al movimiento nervioso de las piernas de su hermano a su lado, quien venía desde hacía caso una hora cambiando cada siete minutos la posición en que se hallaba sentado, mordiéndose las uñas o susurrando cosas inentendibles para la menor.

Las cosas que pasaban en una estación de policía casi a las seis de la madrugada eran un tanto perturbadoras, podía admitir.

Su estomago rugía con más fuerza que antes, llevaban ahí toda la madrugada, pero se sentía tan débil que el solo hecho de hablar le provocaba nauseas inmediatas. En frente de su banco, diferentes personas se miran entre sí. Participantes de riñas a quienes les sangraba todo el rostro (no entendía por qué estaban ahí en lugar de un hospital) alguien que robó, entre otras cosas más.

En resumidas cuentas, tras notar el alboroto que se formó en su pequeño hogar, varios de sus vecinos empezaron a llamar de forma desesperada a la policía, con temor a que aquella historia tuviese un crudo desenlace. Y, aunque lograron detener la riña, los tenían allí al notar lo gravemente desnutridos que se encontraban por muchos intentos que hizo su padre por retenerlos, Beatrice solo pudo arrojarlos directo al agua helada sin importar que se ahogaran.

O bueno, también se puso la soga al cuello a sí misma.

Es entonces donde el sonido de puertas abriéndose y los murmullos de varios oficiales de la ley los que le distraen. Los hermanos se vuelven hacia la fuente sonora y no pueden evitar sentirse aliviados a su padre acercarse, dándoles un abrazo tan fuerte que sus huesos truenan.

—Sabe que no puede acercarse —le recuerda uno de los policías agarrando con salvajismo su muñeca. Gretel nota en los labios de Julián un intento por no soltarle un montón de malas palabras.

Hansel se inmuta inmediatamente escucha sus palabras, poniéndose de pie e incluso con cierto aire de grandeza, sin llegar a afligir a los uniformados.

—A donde se lo llevan? —cuestiona con voz ronca.

—No es de tu incumbencia. —Responde con frialdad uno de los uniformados.

—Es mi padre.

—Y nosotros la puta ley.

—Se creen la gran cosa pero suelta la pistola y verás que eres solo una jodida escoria.

El hombre hace señas al otro, a lo cual se retiran del lugar junto con Julián.

Hansel se muerde el labio y el policía lo empuja fuertemente contra la pared, sacándole un gruñido. Toma su cuello y empieza a hacer presión, causando que los demás reaccionen pero no se muevan, más por miedo o impacto que por otra cosa. La fuerza que comienza a aplicarle es suficiente para hacer que se desmaye, pero en cuestión de segundos le grita es una escoria humana, un maldito, no debe cuestionar la ley entre otras cosas,

Cuando lo deja, Hansel cae directamente al piso intentando recobrar el aliento. Gretel se acerca a él, angustiada, pero no tienen tan siquiera tiempo para maldecir al sistema de las leyes en su ciudad ni mucho menos país, pues ese mismo hombre comienza a arrastrarlos a través de los pasillos obviando sus quejas y, finalmente, los empuja dentro de una habitación con paredes de hierro.

Hay una mesa metálica al centro, su padre y otro hombre de aspecto formal, quien haciendo señas al policía logra los deje solos. Ambos hermanos avanzan lentamente, aterrados y nerviosos, sin lograr deshacerse del principio de la incertidumbre deje de carcomer lentamente sus mentes.

Tras tomar asiento frente a los mayores, es cuando se dan cuenta de lo jodidos que estaban.

Cuando su padre les confiesa que probablemente los separen por su poca capacidad para hacerse cargo de los dos menores y el maltrato al que logró exponerlos durante tanto tiempo, lo único que puede hacer eco dentro de la pequeña habitación es el estallido del corazón perteneciente a los dos hermanos rompiéndose en pedazos, el mismo sonido que emitía un alma destrozada intentando pedir ayuda, tambaleante, tal cual era la de ellos.

Eso no fue todo, pues confesó que su madrastra en una infinidad de ocasiones intentó convencerlo de vender o abandonar a sus hijos tras ver que de esa manera podían cortar ciertos gastos, según la percepción de esa mujer. La peor parte vino cuando les confesó que noches atrás intentaron llevar el plan a cabo, pero no quiso revelar el imprevisto que les provocó la marcha atrás-

El aire dentro del cuerpo de Gretel comienza a faltar, se está mareando y nota como las luces parpadeantes sobre sus cabezas empiezan a manifestarse formas y figuras extrañas que se ríen de ella, de su pesar. Se lleva las manos a la cabeza, intenta gritar por el dolor, por los gritos de aquellos seres a su alrededor. Siente que la llaman, su vista está completamente nublada, los presentes comienzan a alterarse por el comportamiento de la menor pero para cuando esta lo nota, sus piernas ya están fallando y se estampa contra el suelo, perdiendo toda la conciencia sobre sí misma.

Los siguientes días fueron horribles y cruciales.

Habían comenzado un seguimiento a su familia y, finalmente, se dio la orden de ser separados oficialmente por la poca capacidad que tenía su padre para mantenerlos con vida, sumados al historial del maltrato, y entre tanto su padre los hizo prometer que no iban a intentar escapar de las manos de la familia que ahora iba a acogerlos, así fue como dentro de poco estaban viajando hacia el centro de la ciudad, de mala gana y gruñones en la búsqueda de su nueva familia.

No pudieron tan siquiera despedirse bien de su padre.

Tal vez realmente no eran tan malos, pero para un par de hermanos que han vivido toda su vida sumidos en la miseria, cualquiera es una amenaza.

Cuando se bajaron aquella mañana del auto de la inspectora pública y la policía, observaron a su nueva familia parada bajo el umbral de aquella puerta pintada tan finamente que era sorprendente la dedicación aplicada en solo una fachada. Una madre, un padre, y sus hijos, todos dedicándoles las más puras de entre todas sus sonrisas, provocando que instantáneamente las ansias por ser toscos con ellos se activaran.

—Bienvenidos a su… —fue lo primero que intentó decir la madre.

—podría decirme donde está el baño, por favor? —preguntó Gretel en voz baja acercándose a ella y, siguiendo sus indicaciones, se encaminó de forma vaga al segundo piso, observando con algo de cuidado la decoración sofisticada dentro del hogar, fascinada de cierto modo. Incluso cuando vivían con sus dos padres juntos, nunca pudieron darse ni la mitad de los lujos que había en la pequeña zona que había recorrido hasta allí.

En otros tiempos, aquella pudo haber sido clasificada como una familia llena de burgueses cuya única preocupación podría ser que sus ventas no cayeran en picada. La familia de los Darling era sumamente impecable en sus acciones, decentes y tranquilos. Ambos hermanos podrían admitir que jamás escucharon una mala palabra o algo cercano a estas ser pronunciado por alguno de los miembros de la familia, eran tan refinados que los jodia en cierto punto, porque a la hora de la cena nadie se hablaba, solo comían en un frio silencio con el sonido de la televisión al fondo.

Pero por primera vez, tuvieron una cama propia y un plato en su mesa cada noche, el armario lleno, libros a los que darles un vistazo y demás (aunque ninguno de ellos tenía alguna clase de potencial totalmente desarrollado, ahí se dieron cuenta de que no eran los inútiles que su madrastra los hacía pensar que eran). Ninguno de los otros niños se burló de ellos por su incapacidad para comprender un texto de cierto libro propio de las escuelas a las que asistían ni cuando se dieron cuenta de que no conocían lo que era la correcta ortografía o su incredulidad frente a las cosas que para los Darling eran comunes.

Antes de dormir, la hija mayor, cuyo nombre era Wendy, los reunía a todos alrededor del fuego e iniciaba a relatarles historias fantásticas y sorprendentes, a las que Hansel y Gretel prestaban suma atención sin haberlo llegado a imaginar. Entre tantos cuentos, chocolates y noches de invierno en las que seguían tratando de desenvolverse en su nuevo entorno, Wendy les narró una historia titulada “Peter pan” y cabe destacar que aquella noche Gretel no durmió mucho por observar su sombra fijamente, esperando el momento en que comenzara a mover por la habitación o que alguien tocara su ventana, siendo este individuo el protagonista del relato que noche tras noche empezó a pedirle a Wendy que le contara, llegando de esa forma a aprender las líneas del mismo.

Pero antes de esas noches tranquilas y que meses atrás eran como líneas paralelas a lo utópico, ambos pasaron por un “intento de fuga”, desobedeciendo a su padre y rompiendo la promesa que le hicieron la ultima tarde donde lo vieron sin saber que sus caminos probablemente jamás volverían a cruzarse. Fue durante sus primeros días en la enorme casa de pasillos que, a su parecer, eran interminables.

Realmente ninguno de los dos hermanos sabía a dónde iban a parar. Simplemente se sentían incómodos entre tanto bienestar, era como si de alguna u otra forma hubiesen empezado a acostumbrarse a ser totalmente miserables, sintiéndose incompletos cuando nada en su vida se tornaba como un completo desastre. Esos sentimientos atormentaban a muchas personas alrededor del mundo, al parecer, generando una de las mayores enfermedades mentales conocidas como “la depresión” pero los síntomas de esta misma no irrumpía en el subconsciente de los menores, quienes aún no chocaban contra la fuerte idea de lo que es el existencialismo y darse cuenta de que estar tanto tiempo dentro de un espiral de dolor va a dejar sus secuelas.

A las 11:53 pm un 13 de Octubre ambos hermanos se deslizaban escaleras abajo con torpeza y agitados pensando en volver con su padre, aunque ninguno contempló verdaderamente el solo hecho de que no tenían la mas mínima idea de donde se encontraba, pues era más que obvio que ya no se alojaba en el inquilinato, pero cuando salieron a la calle y el frio del otoño les golpeó el rostro, no pudieron parar de correr, atravesando con adrenalina pura las calles vacías de la ciudad durante un largo rato, sintiéndose victoriosos aunque no tenían idea de aquello en lo que se metían.

Fue cerca de las 2 am donde se dieron cuenta de que estaban perdidos, hambrientos, con sueño y un exceso de frio. Gretel temblaba y ya no podía mantenerse en pie, alucinando por los efectos de la baja temperatura sobre su cuerpo. Les robaron aquello que estaba en sus mochilas en medio de un despiste y, confundidos, acabaron bajo un puente abandonado junto a un grupo de vagabundos, drogadictos y prostitutas.

Hansel no durmió para nada, constantemente aturdido por las risas de los adictos, el tocar de las manos de esas mujeres deseando probar sus carnes jóvenes, la música estruendosa de un bar que se encontraba cruzando el puente sobre sus cabezas y el miedo de que la policía llegaraa batearles de allí, por lo cual a duras penas logró guiar nuevamente a su hermana a la casa de los Darling, totalmente destrozados, llegando así al medio día cuando ellos planeaban llamar a la policía.

Desde entonces, se dieron cuenta de que ellos realmente deseaban que formaran parte de su familia, y no pudieron evitar romper en llanto al sentir nuevamente la calidez de las personas que han empezado a quererte a tu alrededor.

Fue así como con un poco de tiempo y paciencia, empezaron a llenarse de conocimientos. Aprendieron sobre artes, cultura y algo de ciencias. Comenzaron a asistir a la escuela, y cuando llegó Diciembre con las calles llenas de nieve, se lanzaban colina abajo sintiéndose imparables, probando finalmente una parte de la felicidad que desde niños debieron haber tenido entre sus manos.

Pero las cosas iban a ponerse crudas, y pronto llegó el verdadero invierno a ellos.

Cuando comenzaron a pasar los años, durante la pubertad, el botón mamario asomado en el pecho de Gretel hizo que perdiera, finalmente, la escaza inocencia que quedaba de su niñez, para empezar a caminar encorvada escondiendo los senos incipientes cuando se dio cuenta de que al salir a comprar los choferes de los autos comenzaban a tirarle sus primeros “piropos” los cuales no eran más que acosos disfrazados por la ignorancia de su entorno. Supo entonces de sexo antes de que se lo enseñaran en su colegio e incluso en su casa, porque los Darling siempre fueron conservadores en todos sus aspectos.

Supo entonces que era deseable tras pasar los 12 años en la calle, con las miradas lascivas, los bocinazos y gemidos al pasar mientras Hansel, Daniel, Juan y Miguel continuaban sumidos en sus cosas en la parte de atrás de la casa por las tardes.

Aprendió de golpe a tener cuidado cuando volvía de la escuela a casa muy tarde, a no quedarse a solas con algún compañero del colegio, a decirle a sus amigas “avísame cuando llegues” y temblar de miedo si no recibía noticias de ellas en el lapso de una hora tras la última vez que se vieron, a aceptar que en cualquier momento la podían raptar, violar, matar y meter en una bolsa sin tener tiempo de pensar en lo que estaba pasando a su alrededor, y cuando siguió creciendo solo se dio cuenta de que iba a llevarse de las peores partes que una chica alguna vez podría recibir en su vida. Aprendió, simplemente, el arte de temer por ser mujer. Un arte con el cual ninguna debería de conformarse en su vida.

Con todos estos cambios hormonales y de pensamiento, la voz ronca de Hansel, sus hombros ensanchándose y el mentón perfilándose (tardíos en ambos hermanos porlos pocos nutrientes recibidos a causa de la escasez de alimentos), el dolor en el pecho de Wendy junto con sus llantos continuos como quejas aún sabiendo que era por su crecimiento, llegó finalmente una parte del “boom”que haría temblar a las vidas de los dos hermanos compartiendo un vinculo sanguíneo.

Tras demasiadas experiencias, sentimientos encontrados y demás vividos junto a los Darling, el tiempo en el cual estaban bajo la tutela de la familia finalmente había acabo, era momento de pasar a las manos de alguien más. Fue una dura despedida, las lágrimas no faltaron, un largo discurso emocional por parte de cada miembro de la familia y las promesas que carecen de elementos para ser cumplidas se hicieron presentes de igual manera.

Su nombre era Agatha, y se acuerdan de ella cada que sienten miedo.

Realmente no parecía ser mala. Tenía una sonrisa dulce y un par de arrugas, pero la calidez que desprendía su voz era incomparable. Era una enorme casa, similar a la de los Darling, pero esta contaba con infinidad de habitaciones, pasillos, escaleras y demás. Era una viuda antiguamente desdichada, pues su marido murió como víctima de un enfrentamiento entre bandas. Solo era la persona correcta en el momento y lugar equivocado, por tanto, durante muchos años su única compañía era un pequeño gato con un pelaje fino y negro.

Cuando empezó a ganarsela confianza de los dos jóvenes, iniciaron las historias, las noches en familia y las jornadas normales en sus vidas. Aquella mujer no era tan reservada como lo fueron los Darling, en realidad, allí probaron aún más su libertad, llegando a ser casi igual al libertinaje pero ambos conocían sus límites y que una sola infracción los llevaría devuelta a la estación de policías. Así fue como conocieron sus historias más locas, rieron con fuerza y de a poco, empezaron a caer en las telarañas de esa mujer.

Fue una noche donde todo se desmoronó.

Gretel todavía recuerda esa navidad en donde aquellos hombres mayores la tocaron y cortaron en lugares que ella ni siquiera conocía.

Entraron a su habitación antes de que sonaran las campanadas de la media noche, le taparon la boca con su propia ropa interior y pronto estaba sangrando entre lagrimas siendo brutalmente abusada por ellos, sin parar, toda la madrugada. Tres o cuatro por ronda, perdió la cuenta porque su pequeño y frágil cuerpo no pudo resistir luego de dos horas. Eran los amigos de Agatha, y aún viéndola allí tendida, destrozada y adolorida, no pararon hasta saciarse y retirarse de la casa al amanecer, sin que aquellos actos pesaran en su conciencia.

Cuando despertó, temblando y aterrada por la enorme mancha carmesí cubriendo sus sabanas, la joven se tambaleó sosteniéndose como podía de las paredes fabricadas con mármol hasta la habitación de la mujer que debía de cuidarla, sintiendo diferentes tipos de fluidos correrle por las piernas y las punzadas presentes en su vientre golpearle con tal fuerza, que estuvo al punto del colapso en infinidad de veces, pero entonces, cuando pensó que ella la abrazaría y prometería hacer justicia o, por lo menos, explicarle lo que había ocurrido con esos hombres y por qué estaban dentro de la casa esa noche, la recibió una sonrisa macabra para ser lanzada luego de esto adentro de una pequeña habitación que Agatha ocultaba tras un armario.

—Hay muchas cosas que aún no entiendes, pequeña Gretel —comentó con repulsión magullando su muñeca— y hasta que no aprendas a ser una buena niña, no vas a salir de aquí, porque no pienso dejar que le digas algo a la policía — y, entonces, la pateó lejos, estampando de un solo golpe la puerta que segundos después cerraría con suma tranquilidad, alejándose mientras movía sus caderas.

Fría, oscura y oliendo a moho, Gretel no paraba de temblar en una esquina de la habitación, gritando de a ratos para que la sacara de allí. Su única compañía era una cama ubicada a su costado, sobre la cual reposaba un enorme bulto cubierto por las sabanas lo cual la ponía aún más nerviosa, porque incluso entre le penumbra, podía jurar que se estaba moviendo.

Gretel sintió que las lágrimas brotaban en su interior, pero las contuvo antes de que se convirtiesen en llanto: respiró profundamente y la sensación de congoja desapareció. Extendió las manos para palpar el espacio en el que estaba prisionera. Era como un armario escobero: la altura permitía sentarse o estar de pie, pero no era algo agradable. Una de las paredes era de cristal, y al tocarla percibió su frialdad.

Recorrió el minúsculo recinto por segunda vez, palpando las superficies que se hallaban a su alcance con el afán de encontrar el pomo de una puerta, un interruptor o cerraduras ocultas, algún medio para salir de allí, pero no había ninguno. Sofocó un grito cuando notó que una araña correteaba por el dorso de su mano. Sin contar a la araña y la cama, se encontraba completamente sola en el armario, oscuro como boca de lobo.

Pero entonces, cuando se hallaba palpando el enorme bulto sobre la cama, tocó lo que le pareció la cara y los labios de alguien, algo pequeño frío; y una voz le susurró al oído:

— ¡Silencio! ¡Chis! ¡No diga nada, la vieja bruja puede estar escuchando!

Gretel se asustó, sofocó un grito pero se mantuvo callada.

Sintió el contacto de una mano fría sobre el rostro: los dedos la palparon con toques suaves, como si fuesen las alas de una mariposa nocturna.

Otra voz, titubeante y tan débil que Gretel se preguntó si no sería producto de su imaginación, dijo:

— ¿Está usted bien?

—No —respondió en un susurro, preguntándose quién mas se hallaba con ella dentro del cuarto.

Fue entonces donde apretó aquellas delgadas y frías manos, mostrándose ante ella la figura fantasmal de un niño. Su alma brillaba brevemente, lo suficiente para dejarse percibir entre la oscuridad pero no con la clarividencia necesaria para que la pelirroja lo detallara.

Primero, se sorprendió un poco por el simple hecho de que allí dentro se encontrara un fantasma hablando tan tranquilamente con ella (y de que la tratara “de usted” siendo algo no muy común para ella en aquellos tiempos), pero luego recordó todas las anécdotas que escuchó antes. Era común que en cada casa viviera por lo menos la alma de alguien ya fallecido, a tal grado que en varios países la gente les celebraba un día entero, pero jamás se había topado con un espectro como tal hasta ese punto.

Con las rodillas sangrantes y rojizas, se arrastró sobre la cama, sentándose al borde, intentando cubrir su helado cuerpo con el pijama a medio romper por la fiereza de todos esos hombres. Suspiró y comenzó a buscar nuevamente las manos del infante, pero no las encontró, sin embargo, otras voces comenzaron a aparecer a su alrededor.

—Pobrecita… —murmuró otra cálida voz, similar a la de una niña.

—Quien es la bruja? —pregunta todavía sin entender ese concepto.

El alma del niño ha comenzando a moverse alrededor suyo, toqueteándole libremente, causándole un escalofrío.

—Cada vez que ustedes se van a la escuela, la señorita Agatha se encierra en el sótano a practicar con el tarot, la magia negra y el vudú. Fue así como logró llegar a ustedes —responde arrastrando sus palabras el fantasma de la niña y luego, bajo las sabanas, asoma la cabeza de otra mucho más pequeña que los presentes en el cuarto — los espiaba por medio de los ojos de sus peluches, los Darling llenaron tu habitación con ellos y así, ella seguía cada movimiento, logrando interesarse en esos niños perdidos entre las familias de la alta burocracia.

—Así que supo que al traerlos aquí los haría aún más felices para después arrebatarles todo de golpe — terció la más pequeña— ella planeó que esos hombres te hicieron tanto daño anoche, nosotros nos movemos por todas las paredes y observamos todo, pero no pudimos hacer nada. Ahora va por Hansel, y quiere destruirlos a ambos.

—Entonces como…como es que no han salido de aquí pero si pueden moverse?

—Ella sabe de nosotros desde el primer día, y nos encerró dentro de esta mansión por los siglos de los siglos, pero siempre volvemos aquí, a ocultarnos bajo las sabanas con vergüenza.

Los tres seres comienzan a moverse por toda la habitación, dejando con su paso la corriente de un aire helado que cala los huesos de Gretel, quien permanece pasmada con la mirada baja, atando cabos en su mente.

— ¿Cuánto tiempo hace que están aquí?

—Mucho, muchísimo tiempo —contestó otra voz.

—Sí. Es imposible calcular cuánto —añadió otra más.

—Yo crucé la puerta de la entrada—comentó Gretel—y me encontré en el salón. Ella me estaba esperando. Me dijo que era mi otra mamá y la empecé a ver como la verdadera.

— ¡Huya! —la apremió la primera voz, que Gretel supuso que pertenecía a una

Niña—. Huya mientras tenga aire en los pulmones, sangre en las venas y calor en el

corazón. Huya antes de que pierda la mente y el alma.

—No voy a escapar —repuso Gretel—. O, por lo menos, no puedo hacerlo.

—Sí puede, pero la retendrá aquí mientras los días se convierten en polvo, caen las

hojas y los años pasan uno tras otro como el tictac de un reloj.

—No —lo rebatió Gretel—. No lo hará.

En la habitación de detrás del armario se hizo el silencio.

—Ustedes lo intentaron y ella les quitó sus almas?

—Sí, y las ha escondido.

—Por eso no pudimos salir de aquí, ni siquiera después de morir. Nos retuvo y

se alimentó de nosotros hasta que no quedó ningún resto, sólo pieles de serpientes y

cascaras de arañas. Busque nuestros corazones ocultos, pequeña dama.

— ¿Y qué me ocurrirá si no lo logro? —quiso saber Gretel. Las voces no respondieron.

Las pálidas figuras latieron débilmente. Gretel supuso que no eran más que

Ilusiones visuales, como el resplandor que una luz brillante deja en los ojos una vez

que se apaga.

—Le dolerá —susurró una vocecita tenue.

—Se apropiará de su vida, de lo que es y de todo lo que le interesa, y le dejará

sólo niebla y bruma. Se llevará su alegría. Un día, cuando despierte, no tendrá ni

alma ni corazón. Será usted una cáscara, una voluta de humo, y se convertirá en un

sueño al despertar o en el recuerdo de algo olvidado.

—Hueco —susurró la tercera voz—. Hueco, hueco, hueco, hueco, hueco.

—Debe huir —gimió débilmente la primera voz.

—Creo que no —repuso Gretel—. He intentado escapar y no ha dado resultado. Se ha llevado a mis padres. ¿Pueden decirme cómo se sale de esta habitación?

—Si lo supiéramos, se lo diríamos.

—Pobrecitos —dijo Gretel para sí.

Intentando acomodarse: se retorció y se dobló en el reducido espacio que había detrás del armario.

—Cuando venga a soltarme, ¿por qué no vienen conmigo los tres? —susurró.

—Ojalá pudiésemos —suspiraron sus voces ausentes—, pero tiene nuestros corazones en su poder. Pertenecemos a la oscuridad y a los lugares vacíos. La luz nos

marchita y nos abraza.

—¡Oh! —exclamó Gretel

Cerró los ojos y la oscuridad se hizo aún más oscura. Colocó la cabeza sobre la cama

y se dispuso a dormir, intentando olvidarse de todo unos minutos. Cuando estaba medio dormida le pareció que un fantasma le daba un beso en la mejilla con ternura, y que una vocecita le susurraba al oído, una voz tan débil que apenas se oía, algo suave y tenue que habló en un tono tan bajo que la joven pensó que era producto de su imaginación: esto no puede ser, pero es.

Cuando fue a verla tras unas horas, Agatha tenía mejor aspecto que nunca: sus mejillas lucían un ligero colorete y los cabellos ondeaban como si fuesen serpientes perezosas en un día de calor.

Después de abrir la puerta con la llavecita de plata, la tomó en brazos, al igual que

hacía su verdadera madre cuando era muy pequeña, y meció a la niña semidormida

como si fuese un bebé.

Gretel intentó despertarse: tenía la vaga idea de que la habían abrazado y

acariciado, y quería más, hasta que se dio cuenta de dónde y con quién estaba.

Cuando lo hizo, estaba en el sillón de la sala que daba a la cocina.

—No pasa nada, Gretel, cariño mío —dijo la otra madre—. Te he sacado del

armario. Necesitabas una lección, pero sabemos templar la justicia con la

misericordia. Odiamos el pecado, pero amamos al pecador. Has de ser una niña

buena que quiere a su madre, así que sé obediente y habla con educación, y nos

entenderemos perfectamente y nos querremos como debe ser.

Gretel se frotó los ojos para disipar las telarañas del sueño.

—Hay más niños allí —dijo—, muy viejos, de hace mucho tiempo.

— ¿Allí dónde? —le preguntó. Parecía muy ajetreada entre las

cazuelas y el frigorífico, del que sacó huevos, queso, mantequilla y un paquete de

rosadas lonchas de beicon.

—Allí, donde estaba —contestó Gretel—. Creo que pretendes convertirme en uno de ellos.

Agatha sonrió amablemente. Con una mano echó los huevos en un cuenco, y con la otra los removió y los batió. Luego, en una sartén puso una porción de mantequilla, que burbujeó y dio vueltas al añadir finas lonchas de queso. A continuación, echó la mezcla de mantequilla y queso sobre los huevos batidos, y la removió bien.

—Me parece que te estás poniendo un poco tonta, cielo —dijo—. Te quiero y siempre te querré. Nadie medianamente sensato cree en los fantasmas…porque son unos mentirosos empedernidos. Mira qué desayuno tan delicioso te estoy preparando. —Volcó la mezcla amarilla en la sartén.

Gretel había empezado a molestarse, a tal grado en que nuevamente el dolor en su vientre y piernas se había hecho presente provocándole una leve molestia. Se irguió en el sofá y observó fijamente a la mujer.

—Quiero saber donde se encuentra mi hermano. —demandó y el silencio abarcó toda la cocina.

Agatha giró sobre su eje y, sonriéndole de forma vacía, lanzó al suelo el cuenco donde estaba el desayuno.

La debilidad puede ser encantadora e incluso, complaciente.

—Se está volviendo un hombre. —respondió, y Gretel se dio cuenta de que ya no había marcha atrás.

Fue así como finalmente el frio del invierno abrazó a los hermanos aquel día donde Hansel empezó a ser sobre explotado y Gretel a ser palpada desnuda por tantas manos en una sola noche.

El varón fue llevado a trabajar en una fábrica, donde fue aceptado por un soborno que le dio la mujer al gerente. Los primeros días había sido todo un desastre, estando ahí durante 16 o 18 horas diarias, sin descanso alguno, con dolores, desmayos y demás, empezando a odiar nuevamente su existencia. Por su mente rondaban las lecturas que hacia junto al señor Darling y se cuestionaba constantemente si aquel era el problema del existencialismo relatado en la historia de Sifús.

Entre sus días sombríos y hastiosos conoció a varios auténticos personajes, si, pues eran las personas más raras, peculiares o simplemente interesantes con las que se pudo cruzar. Uno de ellos era apodado “el sombrero loco” por su actitud autentica y extrovertida, siempre rondaba de puesto en puesto hablando sobre cosas que pocos podrían comprender si no abrían un poco su mente.

Se sentaba a un lado de Hansel a mirarlo fijamente y de repente comenzaba a relatarle alguna de sus extrañas anécdotas. Al inicio, el castaño intentaba ignorarlo, pero lentamente se dio cuenta de lo fantástico que era escucharlo, de esa forma fue como se hicieron amigos y también comprendió que su apodo radicaba más allá de su forma de actuar, en realidad, años atrás trabaja fabricando sombreros.

El problema aquí era…eso, puesto que antes los sombreros se fabricaban empleando mercurio. Al hacerlo en espacios cerrados, con frecuencia inhalaban los vapores de este metal, lo que le provocó envenenamiento por mercurio que fácilmente podrían describirse como locura, así que el lugar donde trabajaba cerró al ser derrocado por las grandes industrias y las nuevas tecnologías de la moda.

La fabricación de sombreros era el principal comercio enun pueblo cerca de donde creció aquel hombre, y no era raro ver a los sombrereros parecer perturbados o confundidos. Sin embargo, él no exhibía los síntomas típicos de envenenamiento por mercurio, como timidez excesiva, pérdida de confianza en sí mismo, ansiedad y deseo de permanecer inadvertido. Al contrario, era lo más similar a una bomba atómica, y eso le encantaba a Hansel, era algo que lo hacía olvidarse de su propia miseria.

Hagamos una revolución —le dijo una vez caminando alrededor de la maquina que empleaba en ese momento, con una botella llena de té frio y sacándole una risa al castaño — que nuestro líder sea el sol y nuestro ejército sean mariposas. Por bandera otro amanecer y por conquista comprender que hay que cambiar las espadas por rosas.[1]

—Eso es una canción, Hatter.

—Solo envidias mis momentos de gloria, Dante. Además, la aprendí estando cerca del Lago Ness ¡yo fotografié al monstruo!

Hansel soltó una estruendosa risa.

—Hatter…

Si puedes definir el odio o el amor, amigo, que desilusión. [2]

—No te voy a dejar oír música otra vez.

Y allí estaba su otro gran guía. Muchos lo asemejaban con un lobo feroz, por su aspecto, voz y forma de actuar, pero solo era una persona dura a la vista, pues era alguien de sentimientos nobles y, aunque muy crítico con la mayor parte de cosas que ocurrían a su alrededor, Hansel sabia muy en el fondo como a aquel hombre lo conmovían las cosas más etéreas. De hecho, recibía el apodo de aquel animal, pero todos siempre se negaron a contarle la razón por la cual era llamado de tal forma, pues en realidad nadie supo su historia, simplemente su jefe lo llamaba así, y de esa manera se quedó.

Marcus, a quien Dante llamaba Hatter por ser su apellido y porque aquel hombre de pelos rojizos desteñidos odiaba ser llamado así, empezó a acelerar su paso por toda la maquina alrededor de Hansel, como si estuviera bailando alrededor del fuego y tomó de los brazos a Dante, invitándole a bailar con él. Este solo se quedó parado a un lado de Hansel negando con la cabeza. En realidad, ambos estaban casados en secreto, pero ambos estaban cansados de ser juzgados y no querían sumar más cosas a las listas por las cuales ser vistos con malos ojos en las calles.

Bebe, canta, sueña siente que el viento ha sido hecho para ti vive, escucha y habla usando para ello el corazón—empezó a cantar y se acercó a Dante tomándolo del cuello acercando peligrosamente sus rostros —. Siente que la lluvia besa tu cara cuando haces el amor, grita con el alma, grita tan alto que de tu vida tú seas ,Amigo, el único actor —Marcus se rió ante la pequeña sonrisa de Dante y le mordió la punta de la nariz seguido por las quejas del contrario.

—Cuanto te odio…

El sombrerero sonrió.

—A mí también me gustas.

Hansel realmente no tenía interés en su relación, no le vio nunca lo malo, se concentraba por completo en la esencia de ambos y como entre charlas, trabajos pesados y demás, se volvieron totalmente íntimos los tres. Él les contaba sus cosas y ellos las suyas cada que la jornada laboral terminaba, sentados en una acera riéndose de lo absurda que era la vida de vez en cuando, quejándose de esta misma y simplemente provocando que el varón se olvidara del infierno que lo recibiría al volver a casa.

Fue de esa manera en que aprendió a cantar “Bella ciao” al lado de ambos, a causa de que Marcus siempre la repetía y contaba infinidad de veces la historia de la misma al joven castaño, quien se hizo pronto con sus aires de resistencia ante la oposición. A él se la enseñó su abuelo, quien la aprendió de su padre, el cual había sido partedela resistencia de los partisanos italianos contra las fuerzas alemanas nazis y las tropas fascistas. Se volvió algo especial entre ellos, e incluso popular entre los jóvenes con la llegada de una famosa serie cuyo título era “La casa de papel” a la gran pantalla. Pronto, Hansel pasó a enseñársela a su hermana, quien no lo estaba llevando tan bien como su mayor.

Ella era demasiado joven como para entender que estaba condenada a pasar el resto de sus años despertando al lado de aquellos extraños hombres. En lugar de ir a la escuela, su organismo fue destrozado por millones de métodos anticonceptivos y aquellos varones tomándola con rudeza a cambio de unos cuantos billetes.

Aprendió a bailar en un tubo, a exhibirse, a permitir que alguien la tratara como basura, a ser golpeada, a escuchar críticas sobre su cuerpo, a caminar en tacones, a perder su amor propio. Tuvo que madurar tan rápido que los cambios la asfixiaban y abrumaban mientras se subía en aquel escenario, recibiendo billetes arrojados directo a su rostro.

Era una total tortura.

Allí conoció a otra chica, unos cuantos años mayor que ella, pero que podía comprender sus penas en gran parte. Según lo que le había contado, estaba allí tras quedar huérfana y con la mujer que tenía su padre como esposa antes de su muerte. Ella junto a sus hijos le hicieron la vida un total infierno, pasó de ser una joven prodigio a una esclava encerrada en su propio hogar, pero el punto de fuga surgió cuando se escapó una noche desobedeciendo las ordenes de su madrastra solo para verse con un chico mayor que ella, de quien nunca habló más, ni siquiera le comentó su nombre a Gretel.

Cenicienta, como muchos la apodaban, contaba entre marihuana y música extravagante que aquella fue una noche de sentimientos encontrados, donde se acostó por primera vez con un chico que la besó y la marcó por todas partes, para luego regresar a casa atontada por lo que era su primer y más que asqueroso primer amor, según ella, pues no tardó en dejarla a un lado semanas más tarde tras varios de sus encuentros en donde ella quedó embarazada. Su madrastra descubrió su prueba de embarazo y en medio de una enorme pelea, Cenicienta la amenazó con un cuchillo y la policía la sacó de aquel que desde el fallecimiento de sus padres dejó de ser su hogar.

Abortó. Se drogó. Tuvo que acostarse con un extraño para obtener dinero y tener algo que comer, pero finalmente pasó a ser una vagabunda que acabó en ese barrio de mala muerte, siendo una prostituta más. Pero había algo en ella y es que no se tomaba ese término como algo malo, al contrario, lo consideraba su trabajo, y sabiendo sus potenciales, siempre cobraba mas, haciéndose con los hombres de alta gama. Fue de aquella manera en que Gretel consiguió una amiga, apaciguando de ciertas maneras esas horribles y crudas noches.

Así fue pasando los años, entre mujeres moviendo sus caderas sin control y atrayendo a sus clientes más prestigiosos dejándolos observar por unos momentos a través de los vestidos baratos aquel pedazo de carne escondido entre sus piernas, jugoso y provocando cientos de ellos acabaran a sus pies.

Sin embargo, Hansel había comenzado a aprender que no debía conformarse con lo que tenia, por tanto, una vez más, intentó darse a la fuga apoyado por el sombrerero y el lobo, pero como todas las veces en que intentó escapar de sus problemas, algo salió mal, Agatha lo descubrió y tras contratar a dos hombres para que le otorgaran una paliza la cual lo dejó ensangrentado y casi que irreconocible, lo encerró en el ático durante días.

Durante los siguientes días que lo tuvo allí cautivo, le hacía sacar su índice por debajo de la puerta y le inyectaba altas cantidades de morfina, opio, codeína, heroína o demás, drogándolo así cada ciertas horas provocando daños abruptos en su organismo. Comenzaba a hablar por sí solo y, en la planta baja, Agatha lo escuchaba gritar, golpear las paredes, vomitando o golpeándose contra las cosas que allí había por su descoordinación, efectos de las sobredosis.

Al principio, Hansel no les contó lo de la droga a sus amigos, pero luego ella pasó a hacerlo sin razón aparente, suplementándole tantas cosas como pudiera y provocándole sumos desmayos. Dante y Marcus comenzaron a notar esos cambios, tanto como su irritación, su torpeza en el habla entre otras cosas, pero ninguno de ellos podía hacer nada realmente. Agatha los manejaba a ambos a su antojo, y no podían contarle los hilos. O, almenos, eso pensaban.

Si algo había aprendido Gretel con el pasar de los años es que su mente podía ser un arma muy letal, tenia potencial y no solo entre las anchas caderas que se vio forzada a desarrollar tras recibir una infinidad de maltratos con respecto a su cuerpo virginal cuando apenas había iniciado en el negocio de la “trata”

Ahora tenía 17 y sabia moverse como una serpiente. Los show del sitio donde se presentaba siempre habían sido prestigiosos, pero los suyos eran, sin duda, los más esperados de la noche. Mezclada con la inocencia y la sensualidad, Gretel tuvo que adaptarse para sobrevivir en ese ambiente donde se convirtió en una rosa cautiva de violencia, gloria y dolor. En aquel momento se hallaba temblando encima del cuerpo de uno de sus clientes favorito, jamás supo su nombre, pero si sabía que de alta clase.

Nunca nadie se podía enterar de lo que aquel muchacho decente y con sonrisa perfecta se volvía una bestia hambrienta al cruzar las puertas deslumbrantes del bar.

Pero Gretel había perdido el control de su vida cuando tiempo atrás comenzó a drogarse junto a él durante sus sesiones, que tardaban horas y horas, recibiendo así una enorme cantidad de dinero a cambio de sus servicios, aunque era la única cosa que podía disfrutar de todas esas asquerosidades vividas dentro del lugar. Desde peleas con navajas a homicidios (o casi). Y, como en el resto de las ocasiones, esta vez no se negó ante la mano extendida del joven ofreciéndole aquella pastilla tan pequeña pero poderosa, incluso sin tenerla entre sus labios, ya podía sentir su cuerpo sacudirse por sus efectos.

Pronto, comenzó a temblar, a reírse y a tambalearse por toda la habitación casi a medio vestir, teniendo aquel chico que venir para acomodarle la ropa interior como si no fuera algo extraño haberse encariñado con una prostituta, pero ella lo empujó con una sonrisa y se deslizó fuera de la habitación, sintiendo lejana su voz gritándole para que volviera. De repente, se hallaba en la zona de baile, moviéndose y dejándose llevar por el ritmo de la estruendosa música. Diferentes tipos de manos la agarraban de la cintura, le mordían los hombros, le susurraban obscenidades mientras ella alucinaba y sentía su alma desprenderse del cuerpo.

Veía todo distorsionado, sentía que pronto se iba a vomitar y, de repente, las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas rojizas llenas de pecas. A eso se había resumido su vida, aunque ya ni siquiera la consideraba propia de su persona, no sabía si era de la maldita mujer que la destrozó desde niña, de las drogas, de su jefa, de todos aquellos hombres o si simplemente podía recobrar el sentido alguno de la misma tras todo eso. Solo era joven con el alma rota jugando a ser madura.

Y mientras su hermana enloquecía, al otro lado de la ciudad, Hansel reía a estruendosas carcajadas con una botella de cerveza fría en su mano, pensando en lo absurdo que salía de la boca de Marcus ante la mirada severa de Dante, quienes aún con el paso de todos esos años habían permanecido a su lado, como amigos, mentores o lo que fueran, caminaron a su paso todos este tiempo, y Hansel sentía que les debía la mitad de su vida a ellos.

El mayor de los hermanos se convirtió en un “hombre”, ahora con los hombros anchos, el mentón marcado, un tatuaje en su brazo y una voz ronca, le habían roto el corazón y él también jugó con varios a su paso.

Aprendió de historia con Marcus y a defenderse con Dante, pero entre tantas cosas, experiencias y anécdotas, jamás aprendió a tener el valor de gritar a los cuatro vientos que estaba loco por Alicia, la sobrina de Marcus, y no, ellos no coincidían casi en nada. Tenían diferente altura, formas de hablar, caminar y pensar, pero sus manos habían sido hechas para encajar la una con la otra, eso para ellos era más que suficiente.

Junto a ellos se había sentado la joven de cabellos oro y sonrisa encantadora. Cuando ambos temían que sus miradas se encontraran, daban un breve paseo o iban a tomar un helado cerca de allí, y aunque apenas respiraran el mismo aire, Hansel sentía como en sus mejillas le rozaba la brisa de sus pestañas, Además de su humildad y carisma, Alicia estaba dotada de un intelecto espectacular. La había escuchado hablar acerca de todo junto a Marcus, desde física cuántica y astrologíaa cultura y artes, ambos familiares siempre fueron seres llenos de curiosidad, solo que a Marcus lo tomaban de loco y a Alicia la dejaban a un lado.

Así que aquella noche rieron, bebieron y charlaron por un buen rato. Hansel había aprendido a entrar a su casa sin ser visto, por tanto no se preocupó y se dejó llevar por las caderas de Alicia en medio de un baile improvisado. Fue ahí, bajo la luz parpadeante de una farola nocturna, viéndole reír donde se dio cuenta de que no había un mejor lugar en el cual hallarse. Al final, Agatha no acabó del todo con su felicidad, después de todo, la esperanza era el sueño del hombre despierto según Aristóteles.

Pero mientras ellos se divertían y Hansel se abstenía a besarla, Gretel perdía el control en la pista de baile. Pasando de mano en mano, lanzándose al piso en medio de una canción demasiado agresiva y potente, bebiendo, gritando, dejando que la mordieran o tocaran en donde fuera, la joven se estaba perdiendo en medio del tumulto de gente y las palmas aclamando sus movimientos o los de alguna compañera sobre el escenario.

Porque en eso se había convertido.

Cuando el show acababa, comía su cena en la bañera, vomitaba en el retrete, luego va dormir mareada y un poco solitaria. Pensaba en su padre, en su vida de antes y sentía la necesidad de pasarse su día drogada para mantener todo fuera de su mente. Extrañaba a su hermano aunque una vez a la semana venia por ella, porque tuvo que aprender a vivir allí y ahora ambos parecían odiarse de cierto modo. Pasaba sus días encerrada en una neblina que la hacía sumirse en dolor provocando que nuevamente tuviera una recaída y acudiera a una dosis brutal para olvidar que extrañaba a laniña que fue.

Era un desastre, y de esa manera la encontró Hansel.

Como se puede esperar, ambos empezaron a discutir. Hansel comprendía que tantos años allí habían acabado por destrozarla en todos los sentidos, sin embargo, no podía seguir permitiendo que su hermana metiera todos esos alucinógenos dentro de su organismo, conocía las secuelas porque incluso ahora de mayor continuaba teniendo los episodios como consecuencia de las sobredosis que le suministraba Agatha durante su juventud. Así que la arrastró a la calle y allí las cosas solo se pusieron más fuertes.

Se delataron mutuamente, contando sus secretos, insultándose y demás. El vinculo que antes los unía de una forma bohemia se rompió esa noche, donde la pelirroja le gritó que lo odiaba, le recriminó haber intentado escapar sin ella, dijo que todo eso era su culpa y que si pudiera, lo mataría, pero era ilegal en más de 50 estados diferentes entre muchas otras cosas. Hansel solo pudo permanecer callado, reteniéndose al saber que su hermana no se hallaba sobria ni cuerda en lo más mínimo, pero sí que le dolió. Lo rompió tanto que se abstuvo a llorar, porque no sabía si lo hacía de ira, tristeza o nostalgia.

Pero de repente entre sus gritos se detuvo y la voz de la joven empezó a volverse un pequeño hilo. Pronto estaba llorando y cayendo de rodillas frente a su hermano, provocando que una ola de compasión. Era su hermana y odiaba verla llorar, incluso si hace unos segundos atrás le gritaba cuanto lo odiaba, él sabía que no era cierto, porque entre tanto el uno acababa volviendo al otro. Ella era la razón por la cual sobrevivió durante todos esos años, y debía saber que si el mundo no era perfecto por lo menos no era tan malo, así que la levantó, apretó su mano y la llevo dentro.

En el transcurso de las siguientes semanas Hansel nunca le mencionó algo sobre esa noche al creer que ella no lo recordaba, pero la verdad era que ambos estaban demasiado avergonzados como para hablar sobre los hechos, por tanto, los dejaron pasar aunque era realmente necesario hablar al respecto. Gretel se estaba hundiendo y, por primera vez, Hansel supo que no iba a poder sacarla o más bien, se hizo con aquella verdad que desde hacía años intentaba ignorar.

Una tarde Dante rondaba el puesto de trabajo de Hansel en silencio, logrando ponerlo nervioso y, al mismo tiempo, interesando en lo que fuera que pasara por su mente, de esta forma finalmente le confesó que tras planteárselo demasiado tiempo, a espaldas de Marcus porque sabía que no iba a permanecer callado, encontró la manera de huir de allí donde Agatha jamás pudiese encontrarlos otra vez. Al inicio, el castaño entró en duda y en conflicto con sí mismo, no deseaba enfrentarse a las consecuencias de un nuevo fallo al intentar fugarse, pero a medida que Dante se abría con su persona, el plan empezó a tomar fuerza.

Según le contaba, había pasado demasiadas horas sentado en su escritorio arreglando incluso el más mínimo detalle para que todo saliera de forma perfecta.Deseaba liberarlos a todos, tanto a los hermanos como a su esposo y a él, estaban cansados de tanta restricción, de no poder caminar por la ciudad cogidos de la mano, de adoptar a un niño, todos ellos necesitaban irse a un lugar donde no pudieran ser juzgados por sus acciones del pasado, solo esperar a ver como se desenvolvían en el presente.

Al principio, tras comentárselo a Gretel, ninguno de los se hallaba totalmente convencido, pero con el pasar de los días cada vez se iban sumergiendo más en el hecho de que esta vez iban a escapar a un lugar donde nadie supiera sus nombres ni sus historias o que por lo menos no se interesaran en juzgarlos solo con eso, por tanto, aceptaron sin saber en lo que se metían.

El plan se puso en marcha y cada uno, de forma sutil para no levantar sospechas empezaría a dejar sus cosas con un hombre en la estación de trenes (si, en donde vivían aun habían sistemas de transportes así) para reclamarlos la noche donde iban a partir. Como Gretel no podía salir de “Russian Roulette”, Hansel se aparecía allí casi cada noche para partir con sus cosas siendo constantemente acosado por varios prostitutas pero podía sobrellevarlo, aunque de a poco intentaba no irse encariñando más con Alicia porque realmente era la peor parte de irse.

Sucedió, entonces, que unos días antes de partir Gretel se dio cuenta de que había algo anormal en ella. Cuando fue al baño como comúnmente hacia media hora antes de que el bar abriera, se dio cuenta de que su ropa interior estaba cubierta de sangre la cual no tardó mucho en empezar a escurrirse por sus piernas y, de repente, al ponerse de pie, notó una pequeña masa cubierta de sangre flotar sobre el agua dentro del retrete, era demasiado como para ser un coagulo de sangre además de que no estaba en tiempo de menstruar. Horrorizada, observó más de cerca y quedó pasmada por varios instantes tras darse cuenta de la realidad.

Un feto. Un-jodido-feto.

Gretel no lo entendía. Se había cuidado, no tenia síntomas y se sentía bien antes de eso. Empezó a marearse y a desesperarse, pero habían iniciado a llamara su puerta varias veces indicándole que se les hacia tarde para la apertura que le correspondía esa noche a ella, así que se quitó sus bragas y las lavó como pudo, limpiando segundos más tarde de la mejor manera posible los restos de sangre manchando el lugar.

Como era de esperarse, no logró presentarse, sabía que no iba a poder hacerlo bien y no deseaba levantar sospechas al resto de presentes sobre su aborto espontaneo, y la única que supo de esto en cuanto la vio tan nerviosa fue Cenicienta, quien la cubrió sin importar el sermón que les daría más tarde su jefa. Esa noche, mientras todo el mundo hacia lo necesario y la música les aturdía fuertemente, ella le tomó de la mano y la hizo sentir tranquila entre tanta conmoción.

Allí fue donde le confesó su verdadero nombre: Elisa, pero recibió ese apodo por su apariencia cuando llegó allí cubierta de cenizas y temblando de frio. Le contó su historia más a fondo y compartió sus memorias con respecto a su vida de antes, de la cual no hablaba mucho casi nunca. Le contó sobre su madre y su padre, y el odioso gato de su madrastra, que de niña hablaba con los ratones pensando que le entendían y también con los polluelos de su ama de llaves, entonces ahí estaban ambas riéndose con nostalgia y dándose cuenta de que aquellos días llenos de gloria no iban a volver jamás.

—Quiero que sepas una cosa, mi pequeña —le susurró acariciándole el cabello —yo he tenido dos abortos por decisión propia y uno espontáneo, pero lo que voy a decirte es lo más sincero que alguna vez pude pronunciar. Me siento mejor por los hijos que no tuve que por aquel que tuve, lo sumí en la miseria y acabó lejos de mis brazos.

—Tú tienes…?

—Sí, un niño pequeño que decidí darle a las autoridades públicas y está con una familia que lo puede cuidar al igual que amar sin límites, sin sumirlo en esta porquería para irlo hundiendo junto con sí mismos.

—Por qué no me lo dijiste antes?

—Nunca se lo he contado a nadie, pero, siguiendo el hilo de las cosas…ambas sabemos que si hubieras descubierto tu embarazo más tarde, hubiera acabado igual, así que no te precipites. Aún eres joven, tienes cosas por descubrir y momentos por pasar. Si algún día sales de toda esta mierda y decides tener hijos, espero que sea de todo corazón y te sientas feliz de tu decisión.

A Elisa no le gustaban los abrazos, pero Gretel no pudo evitar aferrarse a ella con fuerza agradeciendo no estar tan sola en ese lugar y, para su sorpresa, ella no apartó. En cambio, la sostuvo entre sus brazos y ambas sintieron la calidez del alma de la otra llenar sus cuerpos.

Pronto llegó la hora de partir, aquella tarde de Septiembre todos se encontraron en la estación de trenes de forma en cubierta. Para Gretel no fue sencillo escaparse de Russian Roulette, pero lo logró. Aún no era libre del todo, en su cabeza todavía rondaban los recuerdos de lo que vivió esa noche en el baño, pero ahora era mejor irse sin dejar un rastro mas allá de lo que sabía Elisa sobre su partida que otra cosa. Estaba nerviosa, temblando y caminando de un lado a otro por la estación, pero de repente las manos de Hansel envolvieron su cuerpo y la apretaron con fuerza. De golpe, todos sus miedos se esfumaron en el frio aire que les indicaba pronto llegaría elotoño.

Pasados unos minutos todos empezaron a llegar, se presentaron formalmente con Gretel y compartieron una pequeña charla sentados en una pequeña cafetería situada a un lado de la estación donde sonaba música de los 80 y 90 aunque fuera un lugar con aspecto minimalista y acogedor. Mientras tomaban algo de café y comían un par de donas compartiendo varias palabras de forma algo vaga, Alicia cruzó la puerta del lugar, haciendo sonar una pequeña campanita ubicada en su marco y dejando a los dos hermanos con la boca abierta.

—vendrá con nosotros —explicó Marcus con tranquilidad bebiendo su café humeante que empañó un poco sus lentes, los cuales solo portaba para pasar desapercibido a pesar de que Dante intentó detenerlo.

—esto no era parte del plan — refutó Hansel dándole un leve golpe a la mesa, nervioso y ocultando su rostro bajando la mirada. Gretel no comprendía completamente la preocupación invadiendo al mayor, pero solo fueron necesarios unos segundos para darse cuenta de que iba a irse sin dejar rastro ni siquiera a la chica que amaba.

Se mordióel labio y puso la palma de su mano sobre la suya, apretándola suavemente con un pequeño suspiro cuando ella se sentó a su lado, observándolos con calidez.

—Pues ahora lo es —finalizó el sombrerero sonriendo.

Un silencio incomodo acogió la mesa, y los presentes solo se miraba n por el rabillo del ojo sin saber cómo reaccionar ante la llegada de la joven rubia. Gretel la observaba por el rabillo del ojo a la recién llegada, no juzgándola ni sacando sus propias conclusiones, sino detallando cada parte de su cuerpo con atención, y debía admitir que su belleza llena de simpleza era lo más bonito que alguna vez pudo ver. Tranquila, con los labios sonrosados y las mejillas llenas de pecas algo pálidas, era todo lo que estaba bien para ella.

Al cabo de un rato, Hansel no soportó más la tensión y se excusó retirándose de la cafetería. Cuando estuvo afuera aspiró profundamente el aire helado que no tardó en calar sus pulmones y, observando el sol comenzando a esconderse por el horizonte, comenzó a pensar seriamente en todo. Si Alicia iba con ellos, indicaba que finalmente podrían estar juntos, pero no sabía cómo podría mirarla a la cara después de haber intentando irse sin ella.

Mordisqueando su labio inferior, sintió una pequeña y cálida mano posarse sobre su hombro, provocando que girara a observarla por el rabillo del ojo. Sin duda, esa chica de cabellos dorados y sonrisa encantadora lo había vuelto loco como ninguna otra hubiese podido.

—Hansel…

El nombrado bruño bajo y se giró tomándola de las manos, bajando un poco la mirada para juntar su frente con la de ella. Sus respiraciones se rozaron y ambos sabían que bastaba con moverse un poco más para darse ese beso con el cual siempre habían soñado.

—dime mentiras bonitas —murmuró— mírame a la cara, dime que me amas incluso si es mentira. No sé dónde has estado todo este tiempo arrastrando todas tus palabras, no tiene sentido pero no me importa porque finalmente pude conocerte,porque tengo muchos sentimientos por ti, actuó como si no me importara…como si no estuvieran ahí porque estoy jodidamente asustado, sólo soy un tonto por ti y tal vez eres demasiado buena para mí pero realmente no quisiera dejarte ir, incluso si estuve a punto de hacerlo.

La rubia apretó los labios y Hansel pudo sentir una pequeña lagrima rodar por sus mejillas, sin embargo, ninguno dijo nada por un par de segundos donde permanecieron abrazados, sintiendo el frio arroparlos y la luz del atardecer magenta bordear sus cuerpos. Solo ellos.

—ibas a irte sin decirme nada…

—soy un idiota.

—solo lo eres en la parte de pensar que no iba a enterarme.

Ambos rieron por lo bajo.

—Alicia —Hansel suspiró — perdón, enserio, si quieres puedes batearme en la cara o…

—solo bésame ¿quieres?

Y así lo hizo. Más que un beso, fue una probada al jodido cielo.

Pero ellos ya estaban acostumbrados a que todo saliera mal, y así lo notó Hansel cuando una llamada interrumpió su tiempo junto a Alicia cuando ya habían abordado el tres. Y el hecho de que fuese Aurora quien lo hacía no le provocó un buen sentimiento.

Se alejó un poco de todos y atendió la llamada tranquilamente, pero de inmediato notó que algo andaba mal por su voz pesada, la manera en que arrastraba las palabras o titubear, cuando siempre fue una joven puntual y tranquila. Hansel decidió ir al punto, no había recibido ni una sola llamada de la joven desde hacía dos meses con algo.

“Estoy embarazada y es tuyo”.

Todos los que hayan llegado a este punto de la historia podrán saber la reacción de Hansel, al igual que cualquier otra persona. Primero, la negación, luego la confusión, luego duda, ira o desesperación, realmente no siguió ningún orden, pero estuvo al borde de estampar su teléfono contra el suelo. Así que aprovechando nadie lo veía, golpeó la pared del último vagón y apretó los labios, pero para ese punto Aurora ya había colgado la llamada.

Volvió a su asiento, pero los demás no tardaron demasiado en notar algo le había afectado, pero nadie se atrevió a preguntarle nada sabiendo probablemente mentiría con estar bien o simplemente reaccionar de forma arisca, aunque Alicia y Gretel estaban siendo consumidas por la curiosidad en su interior pero no se atrevieron a decir nada hasta que no llegaron al lugar prometido.

Fueron dos horas de un viaje largo, donde casi todos durmieron pero Hansel no paró de removerse en su asiento, mirar por la ventana, servirse café y morderse las uñas, creyendo que la rubia durmiendo sobre su hombro realmente lo hacía, mas había comenzado a ponerse más nerviosa ella que él.

La montaña sobre la cual iban a vivir se llamaba “el pianista” y, según lo que Marcus le contó a Gretel durante una parte del viaje, había recibido ese nombre porque años atrás casi ninguna casa rodeaba el punto donde estaba ubicado el sitio en el cual iban a quedarse, que era nada más que un convento pero cómodo para vivir, pero siempre quienes se alojaban montaña abajo podían percibir la melodía de un piano sonando a altas horas de la noche, cosa curiosa y a la vez alarmante, pues más de uno llegó a pensar que su casa estaba embrujada, sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el dulcey escalofriantesonar del piano provenía de esa casa tan enorme. Contaban que cuando alguien pasaba por ahí, podía percibir la música filtrándose por las ventanas e incluso los hacía entrar en un severo estado de hipnosis por varios minutos.

Entonces descubrieron que nadie había habitado la casa desde hacía más de 30 años, y su anterior dueño tocaba el órgano en una iglesia donde se realizaban ritos que incluían canibalismo, pero este hombre murió en extrañas consecuencias dentro de su morada y se podía inferir que su alma quedó allí atrapada.

Un piano que se tocaba solo, brujería, fantasmas o la simple imaginación de los habitantes, la leyenda se expandió hasta llegar a la ciudad, y fue pasando así de generación en generación, creando curiosidad en cada persona que escuchaba su historia, aunque ahora la pelirroja se cuestionaba si otra vez se encontraría con un espectro como los de la casa de Agatha.

Las personas que habitaban el convento los recibieron con calidez y dulzura, era un lugar demasiado amplio, tanto que podrías perderte pro los extensos pasillos. Gracias a su amplitud, podían ubicarse en la parte más alta del sitio, pero debían turnarse por días para que cada uno se levantara e hiciera sonar las campanas que quedaban en la otra ala del convento, con lo cual nadie tuvo problemas.

Hansel se la pasó todo el tiempo distraído, pero cuando alguno de ellos preguntaba la razón solo se reía y negaba, argumentando que era la sensación de ser finalmente libre, pero ninguno se convencía del todo, así que continuaron insistiendo, por tanto la paciencia en el chico castaño no tardo en acabarse y, finalmente, decidieron dejarlo, convencidos de que cuando estuviera listo se los comentaría sin tener que ejercer demasiada presión.

A la hora de comer, todos se sentaron en una pequeña fogata improvisada tras el convento. Riendo y charlando, algunos comenzaron a soltar una parte de sus vidas alrededor de las llamaradas de fuego.

—cuando era joven cometí un error que me cobró la vida —empezó contando Dante, llamando la atención de todos los presentes — me enamoré perdidamente de una chica que siempre andaba de un lado para otro con una caperuza roja, si, normalmente las niñas de su edad llevaban chaquetas que le habían robado a sus novios, pero esa fue una de las razones por las que llamó mi atención —se mojó los labios —, siempre la veía cruzar el sendero frente a mi casa con una bolsa donde llevaba comida, sin atreverme a hablarle, solo viéndola desde mi ventana. Para ese entonces yo tenía 15 y ella 13, por muy acosador que suene. Así fueron pasando los años, limitándome a verla pasar cantando cada mañana o tarde al regresar a casa, eso me era suficiente. La primera vez que cruzamos palabras tenía 17 y ella recientemente había cumplido los 15, encantador…

Hizo una breve pausa y Marcus colocó la palma de su mano sobre su muslo, dedicándole una pequeña sonrisa, haciéndolo sentir en calma.

»Descubrí que siempre iba a visitar a su abuela a un ancianato que había cerca de allí, le llevaba recados y demás muy a diario. Pronto comenzamos a hacernos amigo y de repente, no supe cómo pero ya nos estábamos besando y prometiéndonos un montón de cosas absurdas, como casi todos hacían con su primer amor. Cabe aclarar que vengo de una familia con mala fama, por lo que en cuanto la gente comenzó a entrarse de que éramos pareja se crearon infinidad de chismes que me atacaban principalmente, pero eso de ser rudo y mafioso como los de mi linaje jamás lo llevé en la sangre, aunque no me sirvió de mucho intentar ser buena persona porque pronto todo se vino abajo.

»la violaron frente mis propios ojos —soltó de golpe y un escalofrío recorrió a Gretel — estábamos dando un paseo por el bosque cuando unos hombres encapuchados se vinieron contra nosotros, a ella la sedaron y a mí me golpearon hasta quedar inconsciente. Cuando desperté estabaatado a un árbol y entre ellos se la turnaban, como si fuera un juguete. Me habían tapado la boca, estaba inmóvil, vulnerable, lleno de ira. Cuando se cansaron, luego de muchas horas de tortura la dejaron ahí tirada. Luego ella despertó, temblando y sangrando, me vio y pude notar en sus ojos lo rota que estaba en todo el sentido de la palabra. Se vistió y me desató, pero no me dejó tocarla, solamente se fue de allí casi cojeando.

»Los rumores no tardaron en expandirse, y todos estaban jodidamente distorsionados, apuntando que yo fui el culpable pues además de desgarrarle, la habían golpeado sin parar, incluso si los ADN no coincidían, me encarcelaron por “complicidad” según ellos. Pasé casi cuatro años en la cárcel hasta que un día finalmente se demostró que yo era inocente, pero mi reputación quedó completamente manchada. Me fui de la ciudad, llegué a esta pero algunas personas me apodaban “lobo feroz” por las marcas que tenía el cuerpo de aquella chica que tanto amé, y así me quedé, porque nunca nadie quiso conocer la otra cara de la moneda o creerle a ella. Luego conocí a Marcus, y todo dejó de ser tan malo de repente.

Todos permanecieron callados durante un buen rato, analizando sus palabras a profundidad e incluso sintiendo a flor de piel las emociones descritas por Dante, la fogata había sido apagada por el viento y ahora nadie se atrevía a decir una sola apalabra. Hasta donde llegaban las personas juzgando mal a alguien y arruinando así su vida por un crimen que no cometió?

—Gracias por compartir tu historia con nosotros, Dante —murmuró Gretel dedicándole una pequeña sonrisa, y el nombrado sintió que después de tantos años se había quitado un enorme peso de encima.

Con el paso de los días comenzó a llegar la sanación para el pequeño grupo de amigos, o por lo menos para la mayoría. Hansel continuaba igual de inquieto, haciendo cálculos intentando ver si el embarazo de Aurora coincidía con el día en que estuvieron juntos. En realidad, fue algo rápido, nada comparado con lo que tenía con Alicia ahora que podían estar juntos finalmente, pero seguía sintiéndose culpable porque cuando acababan y ella se quedaba dormida a su lado, con los cabellos revueltos y las mejillas sonrosadas él se sentaba en la cama mirando la luna preguntándole en susurros que iba a pasar ahora.

Todos habían aprendido a colaborar en el convento, tenían actividades por realizar, hablaban con algunas monjas y demás. Era totalmente tranquilo, más de lo que alguno pudo imaginar alguna vez, incluso a veces escuchaban el sonido del piano por las madrugadas pues aquella fue antes la casa del hombre que le dio el nombre a esa montaña, pero era tan suave que no podían tener miedo, al contrario, a veces Gretel o Alicia bajaban y se sentaban al lado del fantasma para poder percibirlo más de cerca.

Como se volvió costumbre, Gretel bajaba a la ciudad cada cierto tiempo acompañada por varias de las chicas que estudiaban en ese sitio para que ellas visitaran a sus familias y la joven pelirroja iba a la plaza para llevar varias cosas a sus amigos, sin embargo, en una de estas ocasiones se encontró con aquella chica de la caperuza roja que Dante mencionó, y la reconoció de inmediato solo por su vestimenta, donde el color carmín resaltaba más que nada.

De esa forma se volvieron compañeras de tren, compartían sus cosas y demás, Gretel supo que su nombre era Marian pero la gente olvidó eso con el pasar de los años y la llamaban como la chica que fue abusada por su propio novio, ambas empezaron a volverse amigas, sin embargo, Marian nunca le comentaba hacia donde se dirigía, pero Gretel suponía que si no le decíaera porque realmente no sentía la necesidad de llevarlo a cabo.

En una de estas idas se dio cuenta de que la policía la buscaba por cielo y tierra junto a su hermano, pues habían logrado capturar a Agatha, quien desesperada por haber perdido a los dos hermanos decidió raptar a otros dos, pero estos si fueron astutos y la delataron antes de que ella pudiera hacerles daño. De esta forma, se descubrió todo el linaje de trata de blancas y explotación infantil que llevó a cabo durante años, resultó ser que hubo mucho más antes que ellos, lo cual sorprendió demasiado a las autoridades.

Al cabo de un tiempo estaba entre las rejas…

Finalmente llegó el invierno y ahora los hermanos podían estar tranquilos, por lo que se veía. Hansel nunca obtuvo noticia de Aurora y por más que trató de llamarla, jamás la respondió. Supuso que no esperaba saber nada de él luego de eso, pero él sí que necesitaba sus respuestas, aunque no estaba preparado para el último golpe que le iba a dar la vida por el momento para, finalmente, dejarlo descansar por un largo tiempo.

Nadie supo realmente como ocurrió, pero durante una fría noche de Diciembre, el convento empezó a arder como si el infierno se hubiese dentro de sí. Solo se oían gritos y las bramas empezaban a consumir cada vez con más salvajismo el lugar. Cuando Hansel despertó, se dio cuenta de de que Alicia no respondía ante sus llamados y, desesperado, se dio cuenta de que a causa del humo se había desmayado incluso antes de poder tratar de luchar.

Cuando sale finalmente entre el fuego, el humo y el mareo, nota como todo a su alrededor era un completo caos. Gente corriendo, gritando, tirada en el suelo, inconsciente, golpeándose o gritándose, estaba abrumado, tembloroso y no notó si quiera cuando alguien se aproximó a él arrebatándole a Alicia de los brazos. Estaba empezando a colapsar, pero no encontraba a su hermana entre el gentío agrupándose a duras penas entre sí, padeciendo entre el pánico y la desesperación, sin embargo, pronto llegó allí, temblando y cubierta de cenizas, calmando un poco al castaño.

Algunas partes del convento empezaron a desmoronarse y los gritos aumentaban cada vez más, pero entre tantos destacaban aquellos que clamaban por un grupo de niños pequeños ubicados en lo más profundo del edificio ardiente, puesto que al parecer no se hallaban entre quienes lograron salir y eso solo indicaba que no faltaban mucho para que comenzaran a asfixiarse hasta morir por los gases tóxicos liberados agresivamente.

Por un impulso, Hansel volvió a adentrarse en el convento, a pesar de los gritos desesperados de la gente para que no lo hiciera. Comenzó a marearse y su visión anublarse, pero se arrastró entre los escombros, guiándose a su manera hasta llegar a la habitación donde sabia se encontraban los niños, pero para su sorpresa no se encontró solo, pues casi delirando y tosiendo con fuerza, Marcus apareció en su camino, haciéndolo agradecer tener a alguien en quien apoyarse.

Así pues, ambos lanzaron abajo la puerta de los niños. Algunos permanecían casi inconscientes en el suelo, otros lloraban llenos de cenizas y demás, lograron empezar a sacarlos por la ventana, aunque solo Marcus se asomaba para dárselos a varios miembros de la comunidad, nadie sabía si Hansel había llegado consciente hasta allí, además, no faltaba mucho para que su sistema empezara a fallar. De repente, un fuerte golpe en la nuca lo hizo perder el equilibrio, los gases, el fuego y demás corroboraron para que dentro de poco, el cuerpo del chico se estampara secamente contra el suelo.

Al intentar abrir sus ojos, una sensación de vacío salvaje lo invade de pies a cabeza. Los parpados le pesan, la garganta le arde, su cuerpo está entumecido e incluso, más que adolorido, cansado hasta no dar más. Loprimero que percibe es el chirrido de una silla de plástico ser brevemente arrastrada hacia el lugar donde se halla postrado, con el cual no se familiariza hasta varios minutos más tarde. Siente de forma lejana a él como una maquina marca su ritmo cardiaco, pronto, se da cuenta de donde está, aunque no recuerda nada de lo sucedido hasta llegar a aquel lugar.

—Está despertando —escucha a alguien decir a medida que abre sus ojos, con un dolor descomunal de por medio.

Hansel mueve lentamente su cabeza, a un lado de la camilla permanece Gretel intrigada y entusiasmada, con un suave brillo en sus ojos. Tiene los labios mordidos al igual que las uñas, probablemente a causa de la ansiedad o el estrés. Cuando su hermano hace contacto con ella, sus ojos se llenan de lágrimas y rápidamente extiende su mano para agarrar la del mayor.

—Ya he vuelto, y espero que no hayas pensado te ibas a librar de mi tan fácil murmuró con dificultad, recibiendo un pequeño golpe por parte de la menor. —, por cierto, a donde me fui?

—Coma inducido—responde una tercera voz llamando la atención del castaño, a quien acude un intenso dolor en la zona de la nuca cuando gira su cabeza. Se encuentra, pues, con un doctor de mirada amable y serena, bien portado e impecable, nada semejante con aquellos que lo atendieron años atrás en barrios de mala muerte donde fácilmente podrías morir para despertar en una bañera con hielos y sin un riñón—, bueno, en realidad, antes de eso te ingresaron porque te desmayaste justo en medio de un incendio, joven, o al menos eso fue lo que asumieron las autoridades al traerte aquí pensando no ibas a resistir.

Hansel entre abrió sus labios agrietados, mirando con duda y curiosidad a su hermana. Gretel se removió sobre su asiento y jugó con sus dedos, haciendo notar a su mayor como lidiaba para hallar las palabras adecuadas con las cuales intervenir en una situación como esta.

—Tenia una marca de golpe en la parte lateral del cráneo lo cual pudo cobrarle fácilmente la vida si no lo hacía antes todo el daño recibido gracias al incendio, una macabra competencia por ver quien acababa con usted primero —comenzó a explicar el hombre caminando alrededor de la camilla. Sus pasos hacían resonar el frio suelo de mármol —. Al principio, se asumió que fue producto de algún escombro que se golpeó contra su cabeza y de esta manera sufrió un colapso tan repentino, sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que alguien te había propinado el golpe y por lo visto, dentro de aquella pequeña habitación solo estaba…Marcus.

Los músculos de Hansel se tensaron al instante, pero no dijo nada y solo observó al hombre asintiendo, dándole espacio para proceder.

—tardamos un tiempo en unir los cabos, claro está, pero al final nos dimos cuenta de que fue quien te proporcionó el golpe, aunque realmente nadie encontraba una razón capaz de explicar por qué ese hombre dañaría de tal manera a alguien que quería como un hijo. Luego de poder curarte, nos dimos cuenta de que hubo una complicación al intervenir para sellar la hemorragia de tu cabeza, y entonces era inducirte a un coma o esperar que una infección te comiera por completo, aunque seguro no lo recuerdas. Estuviste así por demasiado tiempo, suficiente para que pudiéramos darnos cuenta de la verdad.

Traga en seco y mira a Gretel con un pequeño brillo en sus ojos, sintiendo su corazón estrujarse y partirse al darse cuenta de que Marcus, quien cumplió el papel de su padre durante tantos años, había intentado matarlo en un estado de tanta vulnerabilidad y delicadeza, haciéndose pasar por un héroe. El sonido de su corazón rompiéndose inundó la habitación y, por unos segundos, solo fue acompañado por las cálidas respiraciones de los presentes al igual que el marcapasos al cual se hallaba conectado.

Mojó sus labios y movió suavemente los dedos, indicándoles deseaba que prosiguieran.

Quien tomó la palabra fue Gretel —Supongo que recordarás salvaste a un grupo de niños de morir ahí dentro con ayuda de Marcus, sin embargo, fue él quien decidió llevarse todo el crédito, dando argumentos absurdos para quitarle valor a tu gran hazaña y valentía al correr entre el fuego incluso sabiendo que podrías morir, hermanito —suspiró y su voz se rompió un poco más que antes —, así que como no había otra prueba todo el mundo lo aclamó y alabó durante varios días, siendo el titular en todas las noticias, aunque su ex esposo no estaba demasiado convencido.

—Ex…? ¿Cuánto tiempo pasó?

—A eso me refiero. Dante empezó a indagar, aunque no era fácil hacerlo por el hecho de que te hallabas aquí, batallando con tu propio cuerpo sin darte cuenta, pero finalmente la verdad salió a relucir cuando obtuvimos los resultados de los exámenes y nos dimos cuenta de que alguien te había propinado el golpe. No solo eso, sino que también supimos él fue quién causó el incendio que abatió varias vidas. Fue todo por sus problemas mentales y…celos.

La pelirroja se lame los labios y aprieta los puños antes de proseguir.

—Conocí a la famosa chica de la historia que Dante nos contó esa noche alrededor de la hoguera, en el tren cabe destacar, pero nunca supe hacia donde se dirigía, pero al cabo de un tiempo me di cuenta de que no era mi incumbencia, solo éramos amigas de asiento y de las malteadas que venden en la estación — sonrió con nostalgia—. Ambos se estaban viendo a escondidas, y Marcus no tardó en darse cuenta de que le estaba siendo infiel. Fue así como aquella noche, un 7 de diciembre, enloqueció, preso de la furia y la locura, desatando el fuego de diferentes maneras, alcohol, gasolina o alterando las corrientes de gas, para saciarse en risas cuando todo estaba siendo consumido por las llamas y los gritos de las personas asustadas circulaban libremente por los pasillos haciendo un ruido estridente en sus oídos.

—Basándonos en varios exámenes —intervino el doctor— supimos que el señor Hatter tenía cierto tipo de desorden mental, se medicaba con frecuencia incluso estando en el convento, pero pronto dejó de hacerlo sin un motivo exacto, las secuelas de haber trabajado durante tanto tiempo con mercurio finalmente llegaron a él; no bastó mucho para que perdiera la cabeza y acabara desquitándose con todo, deseando tenerlos a todos muertos. Hace unas semanas declaró y en este momento el juicio sigue en pie, solo bastaran unos días para que te encuentres estable para ir a declarar. Sin más que decir, supongo puedo retirarme. Buenas tardes, jóvenes.

Ambos se despidieron en voz baja para permanecer callados y observándose con atención durante varios minutos. Ambos destrozados por la revelación de las verdades intenciones que aquel hombre tuvo con ellos en medio de un acto donde el fantasma de la colera se apoderó de su cuerpo, Hansel sintiéndose vacío, completamente llano e incapaz de creer que había aprendido tanto de Hatter para que al final quisiera matarlo y Gretel sin saber cómo hallar las palabras correctas para reconfortar a su hermano, porque las malas noticias no acaban ahí.

Suspiró y se acercó más a él, sentándose al borde de la camilla.

Una mattina mi son’ svegliato O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao —cantó en voz baja recibiendo una mirada severa de Hansel. A ambos les dolía ahora entonar esa canción, pero era su canción, la que tarareaban cuando todavía se veían en casa de Agatha antes de que la lanzaran de lleno a Russian Roulette . Era su simbolo, tanto de lucha como de hermandad—Una mattina mi son’ svegliato E ho trovato l’invasor[3]. O partigiano, portami via O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao O partigiano, portami via Ché mi sento di morir

Hansel se mojó los labios y se los mordió brevemente.

E se io muoio da partigiano O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao— continuo con dolor, pero sacándole una pequeña risa— E se io muoio da partigiano Tu mi devi seppellir.

Tutte le genti che passeranno O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao Tuttle le genti che passeranno Mi diranno: Che bel fior corearon ambos a la mismo par juntando sus manos —E quest’ è il fiore del partigiano O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao E quest’è il fiore del partigiano Morto per la libertà —entrelazaron sus dedos— E quest’è il fiore del partigiano Morto per la libertà.

Ambos sonrieron, sintiendo como si nada hubiera pasado, la inocencia seguía ahí, pura e intacta, como el oro del radiante amanecer

—Sabes? Cuando estábamos en el convento y comenzaba a pasar por la abstinencia al hallarme demasiado acostumbrada a consumir —admitió poniendo varios cadejos de sus rojizos cabellos tras las orejas— comenzaba a cantar esa canción cerca de la campana que sonábamos por las madrugadas, aunque estoy realmente agradecida mi caso no fuera tan severo…

—Me alegro mucho por ti, pequeña.

Ambos volvieron a reír y permanecieron así por un largo rato, hasta que de repente la joven volvió a confesar.

—Alicia se fue —soltó de golpe. Los verdosos ojos de Hansel se abrieron de par en par, teniendo así el instinto de sentarse en la cama, pero era mayor el dolor en su espalda baja.

Ella está…? —balbucea vagamente y Gretel niega deslizando la yema de sus dedos por su piel pálida.

—No murió, la ingresaron junto contigo esa noche, pero a diferencia tuya ella tuvo más suerte, almenos por un tiempo —se explicó —. Fue tras el descubrimiento del embarazo de Aurora, que es de alto riesgo y estuvo internada aquí por más de diez días solo por eso. No tuviste el valor de decírselo a nadie ¿por qué, Hansel? Realmente… no me esperaba algo así de ti, e incluso tuve la intención de ahogarte con una almohada mientras estabas en coma —ambos rieron suavemente—. El niño no es tuyo, es de Felipe, el niño de clase alta que vivía al final de la calle de los Darling se convirtió en hombre y mira lo que pasó—ríe—, pero todavía no encuentro una explicación lógica de por qué tuviste que acostarte con ella estando enamorado de Alicia, digo, tal vez digas que no es para tanto y no debía irse, pero está destrozada ¿bien? Tú fuiste el primero con quien estuvo en todos los sentidos e intentaste irte sin avisarle, esto es una clase de venganza.

—La verdad yo tampoco lo sé…

Gretel le miró negando con la cabeza y apretó fuertemente su mano.

—Eso no es suficiente, Hansel, pero yo no soy quien necesita la explicación, es Alicia. Aurora ahora está bien, ha vuelto a casa, va a tener el bebé y deberías hablar con ella, almenos para acabar de aclarar las cosas, y en cuanto a esa preciosa niña rubia…

—Ella te gustaba?

Gretel rió fuertemente.

No, Hansel, el hecho de que admita su belleza tanto física como intelectual no me hace gustar de ella, deja de ser tan frágil en ese aspecto —le dio un leve golpecito en el pecho— pero sí, me estoy cuestionando mi sexualidad y está jodidamente bien hacerlo, aunque no es tiempo de hablar de eso. Quiero que hables con ella cuando regrese el Domingo, a veces suelo hablar con ella por chat y si le digo que despertaste tal vez…

Hansel tomó asiento lentamente en la camilla y la miró fijamente a los ojos

—Acabo de perder a la mujer de mi vida…

—Así, tal cual…

—Gretel, por favor, ayúdame, yo…

La menor negó y se llevó una mano a los bolsillos traseros de su pantalón, extrayendo del interior del mismo un papel viejo y arrugado, manchado con café.

—Me pidió que te diera esto. No es algo sacado desde lo mas profundo de su alma tal cual, son solo tres canciones que describen a la perfección sus sentimientos y como deberás tener demasiada suerte para poder seguir con ella. Por favor, lee la letra con cuidado…

El castaño se tensó nuevamente, abriendo cuidadosamente el papel, deteniéndose en a cada línea donde se notaba como habían caído algunas lágrimas sobre el material, regando así brevemente la tinta del bolígrafo, sintiendo como a cada palabra se le estrujaba agresivamente el corazón contra el pecho.

“𝒮𝑜𝓂𝑒𝓉𝒽𝓃𝑔´𝓈 𝑔𝑜𝓉𝓉𝒶 𝑔𝒾𝓋𝑒, 𝒞𝒶𝓂𝒾𝓁𝒶 𝒞𝒶𝒷𝑒𝓁𝓁𝑜

Amándote, creí que no podría sentirme más eufórica. tu lluvia de noviembre podía incendiar la noche, pero nosotros podíamos arder durante poco tiempo. las emociones fingidas son superficiales, ahora estás mintiendo cuando yaces junto a mí ¿cómo nos alejamos tanto? llegados a este punto, yo debería saberlo, tú deberías saberlo, deberíamos saberlo. por algún lado va a estallar, por algún lado se va a romper, pero yo lo único que hago es dar y lo único que tú haces es tomar. algo tiene que cambiar, pero sé que no lo hará. que no haya razones para quedarme es una buena razón para irme. Nunca había oído un silencio tan ruidoso, entro en la sala y tú no haces ni un ruido, se te da bien hacerme sentir pequeña, si no me duele ¿por qué sigo llorando? si no me mata, entonces estoy medio llegados a este punto, yo debería saberlo, tú deberías saberlo, creo que ahora mismo me estoy viniendo abajo, algo tiene que cambiar, pero sé que no lo hará. “

Una cálida lagrima rodó por la mejilla del castaño, quien se sentía pequeño y absurdo ante lo que en ese pequeño retazo de hoja se leía. Sin duda, había sido demasiado egocéntrico tiempo atrás, ni siquiera se dio cuenta de que ella lo perdonó en un sinfín de ocasiones. Era un bastardo, se sentía horriblemente asqueroso por haber dañado así a alguien que fue tan buena con él, dándole todo lo que tenía cuando Hansel solo le ofreció una parte de lo suyo, con mentiras y muchos antecedentes.

Leyó la siguiente, y su corazón explotó un poco más.

“𝒲𝒾𝓉𝒽𝑜𝓊𝓉 𝓂𝑒, 𝐻𝒶𝓁𝓈𝑒𝓎

Vi tu roto corazón… llene tu vaso y se derramó, cada vez que tan cerca estoy me da miedo dejarte sólo amor, dije “si caes, cariño, aquí estoy y que se jodan todos hoy y si se ríen hoy de ti sabes que estaré ahí aunque después te aproveches de mi” sigues en lo alto ¿me puedes ver? ¿qué se siente si no puedes abrazarme? porque simplemente quise sin ver todo el mal que me hacía extrañarte, vivirás sin mi…. porque simplemente quise sin ver no se que esperar . Sé que todo lo intente de tus demonios me aferre también los hice parte y sin querer ya eran míos, ciego quede…no hay nada que decir, lo averigüe, porque ya lo sé, por otros tuve que enterarme, no hay nada que decir…”

Observó la parte de atrás de la página, e intentó contener la respiración para no romperse justo ahí, pero se da cuenta de que solo está vacía y mira a Gretel con duda.

—Antes de que me preguntes algo, sí, tengo la tercera, pero va a ser mejor si ella misma te lo dice en la plaza al medio día —se deslizó al suelo acomodando su pantalón, bajo la débil y cristalina mirada de Hansel —, ahora debes descansar y esperar a que te den de alta ¿muy bien? Iré a comer algo porque llevo todo el jodido día aquí y anoche no pude dormir porque estaba con…

La menor se mordió el labio y su mayor le miró enarcando una ceja.

—¿Con quién estabas, hermanita?

—Cenicienta… ¡no! Digo, se llama Elisa y trabajaba conmigo, pero ahora somos…pareja. O, bueno, algo así, también debemos hablarlo.

Hansel sonrió medianamente limpiándose una pequeña lagrima.

—Me encanta estar en esta jodida montaña rusa de emociones, mujer, pero me siento feliz por ti. Por favor, cuídala ¿de acuerdo?

La menor asintió sonriendo y caminó hasta la puerta rascándose la nuca. Estando ya parada en el porche, miró por sobre su hombro al mayor.

—Hansel.

—¿Huh?

—Todo va a ir bien.

Y se fue.

Aquel Domingo donde las golondrinas comenzaron a elevar su vuelo, un circo llegó a la ciudad y el sol golpeteaba con furia sobre los cuerpos de los amantes en el parque jamás seria olvidado por ninguno de los hermanos. Fue marcado en fuego por el reencuentro que tuvieron con su padre, a quien lograron localizar gracias al hospital donde habían internado a Hansel. Era algo irreconocible, pero seguía contando con la misma calidez de aquel hombre que intentó por tantos años mantenerlos a flote, aunque las cosas no dieron resultados.

Lloraron, se abrazaron y compartieron historias, conmocionados por la escena en una pequeña cafetería en el segundo piso de un local en el parque, mientras el viento del verano aproximándose removía brevemente sus cabellos o delineaba las pestañas de los presentes. Por un tiempo, Hansel olvidó que aquella tarde tendría que hablar con Alicia de forma critica y definitiva, aquella charla iba a marcar el rumbo del flujo de muchas cosas en su vida, pero mientras escuchaba a Julián contar como acabó trabajando en una ciudad casi a cuatro horas de ahí luego de su partida, casi cambia su nombre y una ternera se convirtió en su mejor amiga, se reía olvidando sus problemas.

Ahora sabia que ninguno la había tenido fácil luego de su separación, pero ahora habían llegado a uno de los puntos mas altos de su vida. Estaban metidos en el ojo del huracán, donde todo es calma, las nubes son suaves y el sol llena todo de colores cálidos, dejando abajo a la tormenta. Volverían juntos esa noche a casa, y tal vez pronto, cuando sanaran, podrían comenzar de nuevo de cero.

Las horas fueron pasando, el sol comenzaba a caer y las calles se atiborraban de personas que iban a disfrutar el final del día a lo grande, entre fiestas, alborotos y licores, dejando solo a un Hansel demasiado nervioso que mordiéndose las uñas permanecía sentado en el mismo café donde antes estuvo hablando con su familia (le sonaba demasiado raro volver a utilizar esa palabra, cabe decir), su hermana y padre estaban en una tienda de esa misma calle, probablemente riéndose mientras buscaban algo para llevarse al lugar donde iban a vivir, no un lugar de mala muerte sino más decente, según las palabras de su padre.

Cuando las campanas de la iglesia dieron las seis, fue cuando ella apareció subiendo las escaleras, provocando que con el movimiento de sus caderas tan finas se meneara de un lado para otro la falda que llevaba. Se veía fantástica. Mas hermosa que nunca. Ahora tenia el cabello corto y una sonrisa más que radiante, como si Hansel hubiera sido un parasito que estuvo alimentándose de su ser por meses hasta dejarla casi destruida.

Al principio, cuando tomó asiento en frente suyo, Hansel se sintió desfallecer, Ninguno dijo nada por un largo rato, hasta que lentamente se fueron soltando, hablando de cosas triviales intentando aliviar la tensión, pero pronto decidieron ir al grano, aunque no estaban totalmente preparados para eso. Hansel admitió tener la culpa de muchas cosas que nunca le había contado a la rubia, quien solo lo escuchó en silencio con los ojos llenos de lagrima, apretando sus nudillos. Él sabia que ya no había vuelta atrás, pero prefirió decirle toda la verdad de una vez antes de continuar matándola lentamente por medio de la mentira.

Tuvieron la charla mas profunda de su vida, de la cual solo puedo rescatar una cosa; Alicia estaba dispuesta a perdonarlo, pero no a seguir con él, porque se amaba más a si misma que al dolor de intentar hacer el amor entre ellos renacer. Le confesó que ahora viviría con su madre y su tía muy lejos de allí, había adoptado un pequeño conejo blanco que amaba jugar con relojes, un gato a quien nombró Cheshire y ahora estaba intentando ser feliz en una ciudad llamada Hamelin, donde era amiga de un chico que tocaba la flauta y era capaz de hipnotizar serpientes, ratones e incluso gente, haciéndole gracia. Estaba intentando hacer su vida dejando todo atrás, sabiendo que probablemente pudieron intentarlo nuevamente, pero estaba demasiado decepcionada como para intentar hacer funcionar algo que ya no le interesaba.

—escúchame bien, Hansel —murmuró tomando sus manos y mirándolo a los ojos— no quiero estar con un chico que mientras me besa piensa en alguien más o que cuando lo deje solo un rato corra a acostarse con otras chicas, porque sé aparte de Aurora hubo más…por primera vez, deseo ser la primera opción de alguien. Así que puedes llamarme cuando quieras para hablar de las mismas cosas que antes, pero lo nuestro ya no podrá funcionar. Espero que te vaya bien ahora que encontraron nuevamente a su padre, por favor, busca siempre seguir escalando hacia la cima, sigue creciendo, cariño, gracias por hacerme tan feliz pero ahora es momento de que nos digamos “hasta luego”.

Así, sin más, se levantó sin dejarlo hablar, besó su mejilla y colocó sobre la mesa un pedazo de papel, para dejarse perder entre el tumulto de la gente que se agrupaba entre las calles. El castaño se quedó allí sentado por casi media hora, mirando al vacío y pensando en todos sus errores, pero ya de nada le Valia arrepentirse, solo aprender de ellos para seguir adelante.

Cambiar. Eso era lo que debía hacer, porque sino iba a seguir rondando para siempre en el mismo punto, ahogándose con sus propios problemas. Acababa de perder a una de las mejores personas que conoció en su vida por su incapacidad para ver que estaba equivocado, y no pensaba seguir hundiéndose en aquellos actos tan hostigantes nuevamente.

Fue así como se puso de pie, intentando calmarse y sintiéndose extrañamente liberado, pagó más de la cuenta y tomó el papel que ella había dejado, abriéndolo despacio para leerlo del mismo modo.

“𝒮𝑜𝓇𝓇𝓎, 𝒽𝒶𝓁𝓈𝑒𝓎

parece que he estado ignorando tus llamadas por meses, no te das cuenta qué tan pesada puedo ser porque a veces puedo tratar a la gente que amo como joyería , porque puedo cambiar de opinión cada día, no significaba que trataría de hacerlo contigo...pero aún me sé tu cumpleaños y la canción favorita de tu madre, así que lo siento, mi amante desconocido, lo siento por no poder creer que nadie realmente pueda alguna vez comenzar a enamorarse de mí, lo siento, mi amante desconocido, lo siento por haber sido tan ciega, no quise dejarte ir ni a todas las cosas que tuvimos atrás. Corro lejos cuando las cosas están bien y realmente nunca entendí la manera que ponías tus ojos en mi de maneras que nadie pudo, y aun así, parece que rompí tu corazón, mi ignorancia golpeó de nuevo fallé en verlo desde el inicio y dañarte mucho hasta el final, así que...alguien va amarte, pero ese alguien no seré yo. 

Pd: Cambia, crece y gana.

Pd 2: No era solo una canción favorita, eran dos. Love of my life, de Queen y Beso f roses de Bon Jovi, porque tu papá se las cantaba mientras la enamoraba y antes de morir también lo hacía. “

Hansel se mordió el labio con lágrimas escurriéndole suavemente las mejillas, las cuales limpió rápidamente con el dorso de su mano y guardó el papel en su bolsillo.

Había sido un desgraciado la mayor parte de su relación con ella, ocultándole cosas, aprovechándosede su humildad y demás, aunque durante todos esos meses fue cegado por la vaga idea de que conservaba su humildad, sin haberse dado cuenta de que ya era un hombre y, mayormente, un desastre.

Ambos merecían separarse, por un tiempo, años, meses o lo que les restaba de vida. Alicia debía estar cansada de ser perseguida por los traumas que los acompañaban, y ahora estaría tranquila con su madre tras tantos años lejos del seno materno. Gretel y él comenzarían tratamientos para sanarse finalmente, una rehabilitación completa, probablemente culminarían sus estudios y el resto iría sucediendo, y, en cuanto a Dante o Marcus, el primero se había aislado en el bosque con Marian, donde no pudieran ser molestados, pretendiendo borrar los tachones del pasado y su ex esposo ahora iba a pasar tras las rejas de un psiquiátrico.

Había llegado ese punto de la historia donde los caminos se partían, el corazón se le volvía pequeño cada que lo recordaba pero era una de las verdades más crudas de afrontar con respecto a la vida, sin embargo, debían aprender a soltar las cosas y, así, crecer.

Aprendió demasiadas cosas. De Marcus, a ver la vida a través de lo extraño, de Dante que las personas cargan en sus espaldas el peso de un pasado cruel y despiadado, de Alicia la sencillez, a diferenciar las constelaciones y que a veces duele más sostener a dejar ir, de Gretel que muchas veces las mejores personas se llevaban las peores cosas, pero seguían en pie para mirar a la soga y, sonriendo, decirle “yo sigo”. Entre muchas cosas más.

Cuando baja las escaleras y se encuentra con las luces de las farolas nocturnas chocándole contra el rostro, solo piensa una cosa.

A ir a casa y empezar de cero.


[1] Mago de Oz- la costa del silencio

[2] Mago de Oz- Molinos de viento

[3] Banda Basotti- Bella ciao, orchestal versión from “la casa de papel”

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