De niño crecí pensando que la mujer debía atender al hombre, mi madre claro ejemplo de la situación, un día mi padre golpeaba su rostro y por defenderme la triste vieja puso la otra mejilla, fueron tantos tragos amargos y hasta el día de hoy siguen siendo mis pesadillas.
Al salir de la escuela debo confesar no quería regresar a casa, en realidad tenía miedo, por lo que optaba en irme de pinta, al día siguientes todos se daban cuenta de lo que hice, mis manos maltratadas, mis ojos llorosos y mi mal carácter me dejaban en evidencia.
Los pocos amigos que tenía solían hablar de un futuro, mientras yo ni siquiera sabía cual sería mi rumbo ese día, me moleste, tome mi mochila y me di la vuelta.
Paso el tiempo y la situación continua siendo la misma, estaba harto de ver siempre lo mismo, de escuchar los mismos pleitos, de no tener un momento de paz.
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Ayer cumplí 15 años, mi madre emocionada compro un pastel, nunca había visto tanta alegría en sus ojos, cocino mi platillo favorito, y me animo a invitar a un par de amigos que vivían cerca de la casa por primera vez, me sentía apenado con lo que estaba pasando, para mí todo era nuevo, nunca había experimentado algo así, debo aceptar que me sonroje. (Suspiro) Pero poco nos duró la felicidad, el monstruo llego, como siempre molesto con todos, corrió a mis amigos y grito a los cuatro vientos “LARGUENSE TODOS DE MI CASA, FUERA LARGO GENTE ESTÚPIDA” fue su expresión.
Mi madre trato de calmarlo y por ende recibió una bofetada, vi la expresión de mi madre, muerta de miedo me dijo que hullera, mientras se entretenía

con su cuerpo, la golpeo salvajemente, la escupió y la dejo tirada, mientras el caía de sueño en la cama. Me hirvió la sangre, lo mire con odio, mi cuerpo estaba a punto de traicionarme y perder el control, mi cabeza palpitaba como si fuese el corazón, pero al contrario de él solo tenía cabida la rabia.
Ella con la fuerza quien sabe de dónde se levantó del suelo, se dirigió hacia mí, me miro a los ojos, con una dirección en mano me pidió que me fuera de su lado.
Con mucho dolor acepte. Pero le jure que un día regresaría sé que hice mal, pero solo tenía 15 años.
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Mi madre! dulce señora a pesar de los años, con sus arrugas bien definidas, una mirada triste por la vida que ha llevado, definitivamente esta señora se merece el cielo. Había olvidado el color de sus ojos, su cabello canoso blanco y sus mejillas rojas aun con una sonrisa, verla después de tanto tiempo me hace la persona más feliz del mundo, mi padre por otro lado murió hace un par de años, honestamente no sentí ningún remordimiento de no estar a su lado.
Me sorprendió escuchar decir a mi madre que el antes de morir le pidió perdón, ese señor que por años la golpeo, la lastimo y ella tan ilusa siempre a su lado. Un hombre poco sabio, con fuerte carácter y poca educación, su vida fue tan pobre que después de tanta agonía, en el fondo me provoco un poco de lastima.
Pero ahí yace mí madre, sentada junto a la tumba de su verdugo, con la llama de las velas y olor de las flores frescas mezclándose, tenía que volver por ella. Que curioso cuando decidí volver pensé que el regreso sería una batalla campal, venia preparado física y mentalmente. Al final no fue necesario.
Al poco tiempo ella decide partir, los años ya eran muy evidentes, lo poco que logramos vivir fue increíble, me dijo sollozando: “no estés triste, nos volveremos ver, gracias por regresar hijo” tome su mano y con su última bendición mi madre cerro sus ojos.
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