Extracto de la lección Las greguerías, cedido por Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja a la Fundación Escritura(s) para ser leído en el Club de escritura.
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Casi todos habréis oído hablar de las greguerías, ese minigénero inventado por Ramón Gómez de la Serna, y aunque él mismo le reconocía orígenes en otros autores —Cuando graniza en la tierra es que tiemblan las vides de la luna, de Luciano; Los ojos son los locos del corazón, de Shakespeare; Los ríos son caminos que andan, de Pascal; Los ojos pequeños tienen niñas y los gran des mozas, de Quevedo—, fue él quien las dio autonomía, las puso nombre y las creó con una profusión admirable. ¿Qué es una greguería? La definición más simple nos la daba Ramón sintetizada en una fórmula: GREGUERIA = METAFORA + HUMOR. La greguería es un género inmenso pues, a pesar de que la brevedad es una de sus obligaciones, lo puede abarcar todo. Basta con mirar y sentir las cosas y las ideas con humor para tener la mitad del camino recorrido a la hora de practicar la greguería. De cualquier palabra podemos derivar una greguería, ya sea jugando con el significado o con la propia forma o grafía.
Dice Ramón que una greguería no es una reflexión, ni una frase célebre, ni un chiste, ni una imagen; tampoco un paradigma, ni un proloquio, ni mucho menos una máxima. Una greguería es el atrevimiento a definir lo indefinible, capturar lo pasajero, acercar lo que no puede estar en nadie y puede estar en todos.
La greguería no consiste más que en un matiz entre todos los matices, el matiz de un plural, de una palabrita —oiga, que le voy a decir una palabrita—, una virgulilla, una tilde, algo que podrá ser una incorrección, un ripio, una pifia, un balbuceo, una virguería rotunda, una piedrecita, un número, un desplante, un error Las greguerías son sólo fatales exclamaciones de las cosas y el alma al tropezar entre sí por pura casualidad. Es decir, que la greguería no se busca, no se fabrica, sino que tiende a surgir espontáneamente de la impresión momentánea que una cosa,un objeto o lo que sea produzcan en nuestra imaginación. La greguería es el género que se debe escribir en los bancos públicos, en los pretiles de los puentes, en las mesas de los cafés, al ir solos en los simones lentos acompañando a los entierros, en las mesas de las cocinas, en los fogones. La greguería es lo único que no nos pone tristes, cabezones, pesarosos y tumefactos al escribirla, pues su autor juega mientras la compone y tira su cabeza a lo alto y después la recoge. La greguería es una mirada fructífera que después de enterrada en la carne ha dado su espiga de palabras y realidades.
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