“No hay estética en el suelo que me matará” no es una crítica inmiscuida, ni un viaje prosaico para el entretenimiento: es, de hecho, mi parada de despedida. Una prosa que afila la voz y la obliga a definirse. Apuñala todo señalamiento inofensivo hacia idealizaciones, romanizaciones del extranjero y reclusión del origen. Los referentes literarios,...
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