El hombre caminaba tan encorvado que su sombra apenas se alargaba unos pocos centímetros delante de él sobre el pavimento. Temblaba y llevaba los brazos fuertemente enlazados sobre el pecho, como si sintiera mucho frío, Dos ribetes rojos a cada lado de la boca contrastaban con la palidez de su tez, era su propia sangre...
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