Mi abuelo, que era un pequeño hombre valiente, vanidoso, listo y, además, un formidable lector. Era un Napoleón andino. Solía decirme que, si no leo, me perderé la fiesta de la vida. Transcurrieron los años y terminé heredando su gusto por la lectura, pero no heredé ni su valentía, pues tengo miedo a todo; tampoco...
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