Nuestra memoria se alimenta de un pasado que fue glorioso y ahora se nos antoja paradisíaco. Jamás se olvida el primer beso que nos encendió el alma o la mirada inquieta que nos elevó del suelo, ni la mañana en que sucumbimos en las fauces del más fogozo instinto animal, el deseo de la carne.
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         Carlos Estrada Monteagudo
                            Carlos Estrada Monteagudo