A veces los pasadizos del ómnibus llegaban a abarrotarse y algún que otro bulto forzaba a someter al cuerpo en una posición incómoda. Pero allí estábamos los dos en un frágil capullo de intimidad devorándonos con preguntas y arrumacos mientras la desdicha iba poco a poco a nuestro alcance bajo la forma de esa esquina...
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