En aquella habitación lo único que se escuchaban era cada gemido y nuestros cuerpos chocando uno con otro. Mis labios besaban cada milímetro de su piel caliente y desnuda. Mordían cada centímetro de sus hombros y mi boca de vez en vez se llenaba del sabor de sus fluidos...
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Me despertó el timbre a las cinco de la mañana. Quien carajo te toca el timbre un martes a las cinco de la mañana, un forro que se equivocó, porque yo no estaba esperando a nadie. Y esperarte hasta las cinco de la mañana no va a pasar, así que para mi no era. No salí...
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