Había una vez una mamá. No una mamá cualquiera. Se había encargado de multiplicar su condición por siete. Eran todos machos y adoraba sus boquitas hambrientas, y su pelo blando de lanugo perfumado. Los amaba desde la postura erguida del mayor, hasta las pezuñas vacilantes del más pequeño. Una tarde tuvo que dejar la guarida....
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