Bajo el cielo boreal, sentí un abrazo fresco y estrellado como una bola de nieve. Reikiavik y sus anocheceres eran gélidos, casi polares. Nítidos y misteriosos como septentrionales géiseres. Geografía lunar incandescente. Ahora, desde la distancia, quiero escribir cuanto he soñado, cuanto he vivido y cuanto he viajado gracias a este humilde y milenario cuadrado...
Seguir leyendo
95
0