Así habrá de transcurrir su perruna vida de un dichoso tedio al pie de nuestros sofás o sobre ellos, relamiéndose ausente debajo de las mesas o sillas o reiventando alguna ropa vieja como su juguete favorito hasta que, entre cabizbajo y estremecido, la muerte le arrebate su intacta promesa de afecto perpetuo. Por lo pronto...
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