Una confusión mental, un delirio, puede inducir a una persona a cambios súbitos de su propia conciencia. Como don Quijote, Gabriela, “la bibliotecaria”, era una obsesiva lectora; vivía abstraída leyendo noche y día. Amaba tanto a los libros que los olfateaba, acariciaba y saboreaba. Por la calle siempre caminaba sumergida en la lectura. Muchas veces se tropezaba con los postes y los transeúntes. En casa leía bajo la ducha ─pues tenía libros impermeables─; también lo hacía en la sala comedor y en su lecho matrimonial sin prestar atención a su esposo, quien se preocupaba por su compulsiva manía por la lectura. Una mañana despertó aterrado al ver a Gabriela a su lado convertida en libro, sumergida en la lectura de sus propias páginas.
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