La metaformosis de la nieve

La metaformosis de la nieve

Milady de winter

15/01/2025

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Me intrigaba aquella mañana fría de invierno donde veía a la nieve perderse entre los árboles, me cautivaba la pureza que emanaba de ella con su color tan vívido y me hacía preguntarme cómo sería si fuese ella. Siempre escuchaba las historias sobre los copos de nieve, pero, nunca tuve esa curiosidad por ser ella, aún, cuando era amante del frío. 

Un día en que me despertaba, todo a mi alrededor se veía distinto a cómo lo había recordado porque al observar la palma de mis manos, mi piel no era la misma. Había tomado otra forma y había hecho una metaformosis que era imposible. Me había convertido en un copo de nieve.

«¿Quién soy yo ahora? ¿Qué pasó conmigo?» -me preguntaba a mí misma.

Mi negación tenía justificación porque ya no era un ser humano, ahora era un copo de nieve. 

A lo lejos veía cómo se acercaba una niña poco a poco, ella esbozaba una sonrisa peculiar porque nada le quitaba esa alegría sin importar lo helado que estaba afuera ella estaba dispuesta a jugar con la nieve.

Cuando se acercó hacia mí quedé atónita porque no sabía si se asustaría al darse cuenta que un copo de nieve había cobrado vida. 

Cuando ella me tocó me asusté y grité.

«¡¿Qué estás haciendo? ¿No ves que me lastimas?!» -le grité del susto.

«¿Qué? No sabía que los copos de nieve podían hablar» -me miró con sorpresa.

«Es que antes era una chica, pero desperté ésta mañana y era un copo de nieve» -le contaba a la niña.

«Si te transformaron en un copo de nieve significa que quieren que valores algo que tú no ves» -me dijo muy sabiamente.

La niña sin siquiera pensarlo se puso a jugar conmigo, construimos más copos de nieve, pero, ninguno de ellos cobró vida como yo lo hice.

Nos lanzamos bolas de nieve, la mañana se pasó tan rápido que no nos dimos cuenta de que ya había anochecido y ella tenía que regresarse a su casa porque sino podría darle hipotermia. 

Ella se despidió de mí antes de irse a su casa.

«Mañana seguimos jugando, adiós» -me hizo un gesto de despedida.

«Aquí te esperaré pequeña» -le acaricié el cabello.

Ella regresó a su casa y yo la extrañé porque era la única que se quedaba conmigo cuando todos se alejaban, aún siendo una niña me hacía sentir en compañía. 

Al día siguiente que amaneció, la esperé con ansias, pero… Ahí me di cuenta que la niña realmente no existía y que solo había sido una ilusión creada por mi mente porque en realidad todo había sido un sueño pero eso me enseño una gran lección: Lo que no había aprendido a valorar era lo que tenía.

Ahí entendí por qué tuve ese sueño y mi vida cambió.

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