Casa tomada… por un sistema operativo

Casa tomada… por un sistema operativo

Francisco Jariego

13/01/2025

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Las paredes cambian de color por las noches sin que yo pueda opinar ni hacer nada para evitarlo. Al levantarme por la mañana veo, por ejemplo, que la habitación de los niños está recién pintada con un color morado intenso, las puertas de los armarios lacadas en blanco brillante y que hay dos plafones de diseño minimalista en la pared del fondo. Hasta ahora nunca había habido ahí ninguna lámpara. No veo que sean necesarias. Todo muy conceptual, muy moderno, pero no me parece el diseño más acertado para una habitación infantil.

Los muebles cambian de posición de manera constante. He acabado acostumbrándome. Qué remedio. Pero hoy me he pasado media mañana buscando el grifo del lavabo. No había manera de encontrarlo, y me he tenido que lavar la cara y los dientes en la pila de la cocina. Al final, he localizado el grifo en el salón, debajo del sofá, completamente inservible en esa posición, ni aunque cambiara toda la disposición del salón. Debe tratarse, sin duda, de un error de la actualización, porque el lavabo, en cambio, sigue estando en su sitio en el baño, junto al bidé y la bañera, sin grifo.

Recuerdo que hubo un tiempo en el que yo aún podía seleccionar si quería o no que tuviera lugar una actualización. Ya no. Dicen que es por motivos de seguridad. Al principio, esto de las actualizaciones era divertido, la casa iba mejorando poco a poco. Los paisajes que me muestran las ventanas suelen ser impactantes. Era difícil resistirse, porque la novedad resultaba refrescante, casi adictiva. Ahora ya no estoy tan segura. Nunca sé en qué ciudad ni en qué país me encuentro, y tampoco si cuando me levante será invierno o verano. Preferiría un poco de estabilidad. Estaría dispuesta a hacer concesiones a cambio.

La cocina ha quedado fantástica, tengo que reconocerlo. Parece otra, alicatada con unos azulejos nuevos de cerámica, con un diseño muy moderno de tonos cobrizos que imitan una superficie metálica, y mucho más grandes que los anteriores. El único problema es que ahora, para entrar en ella, tengo que agacharme porque la puerta ha quedado ubicada justo bajo el hueco de la escalera. Antes había ahí una caja con herramientas. No sé dónde habrán ido a parar, pero lo peor no es eso.

Lo peor de todo es que la escalera ya no desciende hasta el sótano. Esto es un grave inconveniente, porque en el sótano están la bodega y mi preciada biblioteca. ¡Todos mis libros! Cuando me he dado cuenta de que la escalera ya no está ahí, el corazón me ha dado un vuelco y me he precipitado escaleras arriba, subiendo los escalones de dos en dos para ver si, por casualidad, el sótano está ahora en el ático. Pero nada, ni rastro del vino ni de mis libros. Habrá quien piense que estoy exagerando, pero sin mi bodega y mi biblioteca ya no siento que esta casa sea mi hogar.

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