«¿Podemos hablar mañana? Yo como buen físico, sigo los caminos de mi querido abuelo Feynman, de formación. Tuve un profesor alumno suyo, y yo, como alumno de él, me considero nieto escolástico de Feynman. Dicho lo cual, ahora me estoy perfumando de cerveza con un amigo y con malas compañías femeninas que fuman y llevan poca ropa. Así que ahora, igual que mi abuelo Feynman, no estoy muy predispuesto, prefiero estar entre los brazos y piernas de una de estas valkirias del placer con una copa de bourbon. Mañana hablamos mejor, aunque la resaca no sea oportuna, ¿ok? Amigo, cuídate y sigue el ejemplo de mi abuelo Feynman».
Tengo tantas preguntas como usted, estimado lector, y por ello le pido ayuda. Este es el mensaje que me encontré cuando observé a mi hija de 4 meses tendida en un cojín sobre la alfombra, con una rotulador fino y marcando las cortinas por no tener papel a mano. ¡Prodigio! Apenas puede gatear la nena, ¡y ya escribe! Sin embargo, ando preocupada por el contenido de su mensaje. Una vida pasada habla a través de sus débiles manos.
Quizá se trate de un intelectual corrompido por el paso del tiempo y las malas influencias, o de un dedicado actor con falta de saber estar, incluso de un anciano demente que no comprendió su partida y continúa delirando a destiempo. Sea quien sea, me asusta que pueda inculcar a mi hija hábitos intolerables como el alcoholismo, la procrastinación o la prostitución.
He investigado al físico teórico Richard Feynman, que desarrolló la teoría cuántica de campos que describe las interacciones electromagnéticas, pero, ¡qué sé yo de física! En mi condición de gerente de restauración es un ámbito que escapa a mis competencias. Y la niña no suelta prenda, a pesar de haberle preguntado por activa y por pasiva, solo se dedica a llorar y dormir. Qué falta de rigor.
Culpa mía por no haberla vigilado más. ¿Quién deja un rotulador al alcance de un bebé tan pequeño? Podría atragantarse con el tapón o, peor aún, visto lo visto, ganarme a una partida de Alto el Lápiz.
Soy consciente de lo que usted puede estar pensando, ¡esto no tiene sentido! Pero le pido que tratemos de encontrarlo juntos. Las reencarnaciones suelen ir ligadas a tareas pendientes que el anterior alma ha dejado sin resolver, y pueden darse entre personas de la misma familia. He de investigar a la familia de mi marido e intentar encontrar un perfil que se ajuste a las condiciones de estos tres posibles personajes que le he descrito. También pondré un rotulador en sus manos y un paquete de folios, por si le diera por advertirme de vaya usted a saber qué otras costumbres nocivas pudiera tener su relativo.
¿Qué opina de todo esto? Quedo a la espera de nuevos enfoques e impresiones por su parte. Gracias por su atención.
Sin otro particular, Anónima.
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