A mimish mi pequeño

A mimish mi pequeño

Siles Cobara

14/01/2025

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De momento no había nada en esos espacios entre neuronas. Pero la mano se posó en esa otra cabeza y el plan se iteró solo. Vertidas en su cerebro estaban las series televisivas, las dianas oscilantes sobre cuerpos ajenos, libros de anti gravedad, rostros escupidos, huidas por pasillos del colegio y ese olor nauseabundo a cloro.

Se agazapó en silencio tras el azul de madera (¿ese color es posible?). Esperaba a su archienemigo, con el que le prohibieron hacer «x» de pipí en el baño. Reconoció su calzado, envolvió el puño y soltó el primer garrotazo donde calculó estaría su rostro. Uno tras otro, sucesivos y paladeando el llanto de su contrario, vertió pulmón y gritos hasta el contacto anhelado. Buscó el horizonte, entornó los párpados. Sintió calor en una camisa de dos brazos y ablandó todo su cuerpo. Esperó agresión sin recibirla. Soltó (¿Mathairainnis muy largo?… bauticémoslo Marai) lágrimas de infante en academia. Se chupó mocos y soltó otras mas saladas. Endulzándolo con el balbuceo sin orden o sentido, seguro de un sincero arrepentimiento. Le llevaron a dirección y sentaron en una salita fría y blanca. Mientras al salir por la puerta su maestra desprendía un tejido fino. Descendía al contraste de la luz y se le pegaba a los ojos, manos, ascendía nuevamente. En vaivén horizontal le saludaba esperando llegar hasta su lugar preferido.

Sus pantalones empezaban a humedecerse en el área del zipper, mientras contemplaba (el Bláthgríobh… o “Blag”) y se le agitaba la sangre.

Estos cúmulos voladores, traslúcidos, ahora son costumbre. Marai había sido advertido de su existencia, jurando verlos la primera vez que su memoria capturó la comitiva póstuma de un hombre estampado en la calle sobre un charco carmesí, bomberos, policías y shutes, todo en regla. Esa misma noche el Blag levitando sobre su cama le dijo cosas.

Desde la oficina de detención escucha la voz de su padre.

-Ese emperador igualado sabía que el Blag ascendía desde la alfombra de boches muertos… el Blag es más similar a los derivos de Dick y de ahí que algunos alquimistas locales pasaron sus vidas buscándolo como Videla en El Olimpo, Ríos Montt incendiando chocitas, Stroessner con sus rivales, etc.

Marai espera aprender más de ellos para usarlos contra sus enemigos. Piensa en formas de contenerlos y liberarlos entre sus neuronas para obtener revelaciones, eternizar la memoria del performance de su papá sobre el pavimento empozado, saber de sueños futuros, lanzarse a charcos carmesí sin mojarse. Aunque de momento es imposible detenerlos, su naturaleza juguetona puede provocar yerros en la mente de su observante, de eso está seguro.

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