Me viene sucediendo, durante cada noche de los últimos dos meses, que me levanto de la cama en mitad del descanso, despertado por un ruidito tedioso que me llama a la vigilia.
¿Alguna vez has oído el sonido de una canica rebotando en el suelo del vecino de arriba? Este es el ser responsable de tal resonancia y, cuando me despierta, el sonido procede de mi techo, como si rebotara contra el suelo del vecino de arriba; pero, cuando salgo de la habitación, está al final del corredor, mirándome con sus artificiales ojos, golpeando el azulejo con una uña vidriosa en ese insoportable repiqueteo. Entonces, me dirijo hacia el pasillo y me encuentro a esa ilógica criatura inmóvil al final del oscuro pasillo.
Cada vez que observo a esta cosa un escalofrío me paraliza por un instante, helado por la sensación de estar viendo un ente desubicado, como la cría de un cuco que naciera en un nido ajeno. Sin embargo, no es el miedo lo que me embarga, sino la confusión; y mi incapacidad para entender qué es lo que ante mí se ha manifestado.
Su aspecto resulta, si no inverosímil, casi incomprensible. Podrías confundirlo, si lo vieras de soslayo, con un ratón o un pájaro; sin embargo, si lo miraras directamente, aun adoptando la forma de un ratón o un pájaro, no lo confundirías con ninguno. Esta cosa no parece en absoluto de este mundo y su apariencia es verdaderamente repulsiva.
Debo confesar que estoy algo preocupado. No temeroso, ya que la criatura no resulta amenazadora. Es cierto que interrumpe mi sueño, sí, pero no hace nada más. Una vez se ha asegurado de que lo he visto, parece olvidarse de mí. Entonces deambula por la casa o se coloca en otro lugar, dejándome descansar de nuevo.
No sé si trata de decirme algo. Desde luego, es incapaz de hablar —pues no tiene boca, y lo único que parece capaz de reproducir es ese molesto golpeteo—, así que, en caso de que quiera comunicarse conmigo, seré yo el responsable de desentrañar el mensaje que trata de transmitirme.
Puedes pensar que esta quimera está causada por el estado de ensoñación que te confiere el duermevela, pero puedo asegurarte que los hechos que cada noche estoy reviviendo son tan reales como tú y yo. Y, aun así, ese ser podría parecer producto de la imaginación. Pero no te abandones con tanta ligereza a la incredulidad, pues, ¿qué imaginación sería capaz de idear a una criatura tan extraña?
Es este ser el que me despierta cada noche, que se entretiene en repicar con esa cadencia descendente, llamándote con su familiar e infantil reclamo. No creo que pretenda hacerme daño. Es pequeño y, pese a lo grotesco, luce inofensivo. Lo que me resulta inquietante es su procedencia.
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