Había salido a hacer un poco de ejercicio. Caminaba a paso vivo, tampoco soy una atleta. Al adentrarme en el bosque por un sendero limpio, veo a unos cincuenta metros una silueta, no puedo distinguir si es hombre, mujer, no sé, detrás dos siluetas más… llamémosle así. Sentí intranquilidad, a medida que avanzaban hacia mí el corazón empezó a latir acelerado, se detuvieron al enfrentarnos, yo también.

Eran seres extraños, no sé precisar; sus ojos eran lo más llamativo, de un color indefinido, con destellos dorados, profundos.

Estábamos frente a frente, no sentía miedo, me invadió de inmediato una sensación de bienestar, luego el más alto habló:

“No temas” Dijo.

Su voz sonaba como si usara un micro, pero suave.

“Has sido elegida, puedes pedir un deseo, el que quieras, solo uno, no debes revelarlo a nadie, si lo revelaras sucederá algo indeseable. Piensa, lo que quieras, te lo concederemos.”

No podía creer lo que estaba viviendo.

Estaba sola, los sonidos del bosque habían desaparecido, no se escuchaba el canto de los pájaros, me sentía como flotando en el aire… sabía lo que quería, había fantaseado con ello.

Otra vez la voz aquella me decía que pida lo que más desee.

No sé cómo, pero hablé y dije:

“Quiero recuperar mi piel joven, que vuelva a estar tersa y sana”

Se miraron los tres y uno de ellos dijo: “Renovación celular”, los otros dos asintieron. Me dijeron que extendiera mis brazos con las palmas hacia arriba, cerrara los ojos, y pensara algo agradable, así lo hice. Sentí como si algo recorriera mi cuerpo dándome una fuerza inusitada. Muy extraño, al abrir los ojos ellos parecían sonreír.

“Cumplido tu deseo, ahora tú debes cumplir, no revelarás a nadie tu secreto” . Dicho esto desaparecieron de inmediato, se esfumaron.

No sabía qué hacer, necesitaba mirarme en un espejo. De vuelta a casa saludé a un vecino, como siempre, me sonrió apenas pero no respondió.

Al llegar a casa, me miro en el espejo del ascensor, me veía como cuando tenía veinticinco años más o menos, el cabello hasta la cintura, brillante. Rápido abrí la puerta, mi marido no estaba. Me quité la ropa, mi piel estaba suave, sana, aquella mancha ya no estaba, lo comprobé hasta el cansancio; era verdad, me caían las lágrimas a raudales.

Desaparecí para todos. Nadie sabe quien soy, los vecinos creen que mi marido me abandonó por una chica joven, mi madre me reconoce; pero no cesa de preguntar qué he hecho. 

Mi amigos ya no me llaman. Los tres o cuatro de toda la vida me abruman con sus dudas. 
Nadie me entiende… no puedo explicar el valioso motivo que oculto.. 

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