La noche en la que Peter conoció a su amigo, el mayordomo, dormía por primera vez en la gran mansión. Su tío el tuerto y su primo el manco, no lo recibieron como él hubiera deseado, por lo tanto, el mayordomo fue su gran apoyo. Con su enorme barriga y sus redondas asas, se podría percibir abrazos calentitos en cada momento que se terciase. Era un tazón muy cariñoso. Se convirtió en mayordomo cuando su madre la taza abandonó la mansión con su amante la tetera.
— Dime Peter ¿qué vas a querer para cenar? —preguntó el mayordomo sonriente.
— No sé, quizás huevos fritos con patatas. No, mejor huevos fritos con bacon —contestó Peter algo indeciso.
— Podrían ser las dos cosas si lo deseas Peter, los huevos fritos con patatas y bacon —.
— Tú sí que sabes amigo —contestó Peter agradecido — por cierto, hoy te veo más blanco de lo normal, así como…blanco tiza ¿estás enfermo? —.
— No, cuando estoy enfermo soy blanco hueso, y cuando estoy preocupado soy blanco tiza —.
El mayordomo tazón le explicó su preocupación a Peter. Unos días atrás se percató, accidentalmente, de que el primo de Peter mostraba un cambio drástico en su cuerpo; su piel mudaba su color original, y su morfología demostraba una transformación inaudita. Por primera vez sintió miedo entre esas paredes, ¿se trataría de una mansión maldita? ¿Transformaría también a Peter? Su única preocupación era ponerlo a salvo de tal mutación.
— Querido amigo, a mí no me preocupa mutar mi cuerpo. Siempre que esté a tu lado, ya me puedo convertir en un puchero, un cucharón o una olla express. Dime, ¿en qué crees que se está transformando mi primo? —.
— Por los cambios que he podido apreciar, creo que…en un tenedor —.
— Vaya. ¿Sabes? No siento pena por él. Quizás haya caído un castigo sobre él por haber pronunciado tantas ofensas —.
— Y eso no es todo. Creo que tu tío también está mutando. Lleva días sin salir de la habitación. Y por las noches escucho sus plegarias y sus lloros —explicó el mayordomo un tanto apenado.
— Espero no ofenderte pero, quisiera preguntarte… tú… ¿siempre has sido así? —preguntó Peter inquieto por cómo pudiera reaccionar su querido amigo —.
— No Peter. No siempre he sido un tazón. Creo, que ha llegado el momento de contarte la verdad. Hijo, yo soy tu padre —.
En ese preciso instante, unos pasos en la escalera, un tanto burdos, les llamó la atención. Se trataban de sus familiares recién mutados. El primo tenedor, con una de sus puntas astillada. Y el tío; con cuerpo largo y delgado, un filo aserrado, y cabeza redondeada.
Por primera vez, los cuatro se sintieron una familia. Con sus virtudes y sus diferencias, pero una familia.
OPINIONES Y COMENTARIOS