Un sueño profundo me sumergió esa noche en una especie de pesadilla, de la que no podía despertar. Me encontraba en una cafetería, dispuesta a saborear unas tostadas con café. En la pared de enfrente había un cuadro. Era un arco iris sobre un cielo azul, la bóveda que cubría un paisaje arbolado en primavera, con flores de colores. El cuadro en sí, no ofrecía nada de particular, pero no podía quitarle la vista de encima.
Las tostadas permanecían sobre el mantel blanco impoluto, mirándome con ojos tristes, con el color rojizo de las cerezas, desprendiendo ese aroma a pan tostado que auguraba su final. El café, con leche espumosa, que iba mermando en la taza despacio, me llenaba de un despertar que inundaba mis sentidos.
Y ahí estaba ese cuadro multicolor, invitándome a adentrarme en su paisaje. Me producía desconcierto. Presentí por un momento que ya conocía ese lugar, aunque no acertaba a identificarlo.
Desperté y me relajé, pero solo por momentos. Mi casa, una cáscara de nuez, chiquita y cálida, era mi refugio.
Esa mañana, rompiendo la tónica, decidí desayunar en la cafetería de al lado. Me senté junto a la ventana y pedí café con tostadas. Y en la pared de enfrente estaba ese cuadro del arco iris. Nunca me había percatado de ese cuadro. Es más, creo que antes no estaba ahí. Desconcertada, comencé a saborear las tostadas, pero en vez de saciarme, cada vez sentía más hambre y el café me producía un letargo inexplicable.
Un hombre abandonó la cafetería y advertí que se le había caído un sobre. Corrí hacia la puerta, tras recogerlo el hombre ya había desaparecido. Mi creciente curiosidad me hizo abrir el sobre y me dio un vuelco el corazón al ver una postal con el paisaje del cuadro. Miré el reverso y había algo escrito: Busca el arco iris.
No entendía nada. Me sentí mareada y salí a refugiarme a mi acogedora cáscara de nuez. Mi hogar.
Observé la postal con atención y una fuerza centrífuga me introdujo en ese paisaje, con árboles, flores y un arroyo multicolor. La lluvia arreció con fuerza y me cobijé bajo un nogal de nueces gigantes. Un relámpago iluminó el cielo, seguido de un ruido ensordecedor y sentí miedo, como no lo había sentido nunca. Luego llegó la oscuridad, oculta tras una cortina de lluvia. Después de un largo rato de desasosiego grité pidiendo socorro. Pero nadie me oyó. Entonces lloré, derramando lágrimas de colores. Volvió la luz y percibí como gotas luminosas habían inundado mi ropa, tiñéndola como una pintura abstracta. El sol apareció radiante y divisé a lo lejos el arco iris, escuchando el trino de los pájaros.
Al mirarme vi cómo me había convertido en uno de ellos. Volé hacia ese haz brillante, sintiéndome libre. Mi vida pasó por mi mente en unos segundos. Ya no tenía miedo. Me sentía feliz.
Unos instantes después, salí de la postal, volviendo a mi casa. Me asomé a la ventana.
El arco iris #bocadillo cubría el cielo.
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