Cada noche inicio mi rutina como un ritual religioso e infalible. Unto sobre mi  rostro una cantidad generosa de cremas y lavo mis dientes.  Me engalano con los peores harapos que hacen de mi noche un jolgorio de relax y paz; no hay exigencias ni etiquetas, me conformo con tan poco y me siento feliz olfateando el sutil aroma que desprende mi piel recién hidratada y como cada noche, le espero.

No siempre llega y le echo de menos. Sin excepción, la privación de su presencia es siempre  cruel y agónica; en su ausencia, la cama duele, balanceo mi cuerpo de un lado a otro y  lo giro buscando la postura ideal, pero algunas nefastas situaciones del día me torturan con ideas mezquinas que viajan procedentes de muchos espacios de tiempo.

Mi mente se pone en modo “ON” y lista para rumiar pensamientos de sucesos recientes y puntuales,  o viejos y remotos;  se agolpan en mi mente los posibles “hubieras” o los “tal vez sí” que ya no sirven de nada y que acaparan mi mente sin dar tregua.

Cuando Temictli se hace presente, no escucho su voz, pero siento su determinación, me toma completa y yo le entrego mis fuerzas, mi sobriedad, la claridad de mis ideas, se roba mi consciencia y se la cedo,  solo soy un cuerpo, un bulto sin voluntad, me siento a su merced. Pero no viene solo; la mayoría de las veces le acompaña La Locura y La Lógica Ausente, siempre me pregunto si La Razón vendrá. Me sumerge en mundos extraños y absurdos bordados con insertos de historias fantásticas y surrealistas, vivenciales o brumosas, no importa el orden. Lo inverosímil y lo imposible son ingredientes esenciales para sus planteamientos y no me puedo negar a aceptarlos.

Soy la heroína de esas historias y nunca muero; me toma de la mano y de un simple salto, levanto el vuelo y miro el suelo desde lo alto. ¡Es lo más maravilloso que me ha dejado sentir! He retrocedido el tiempo y he visto a mi madre joven,   he vuelto a ser niña y también mujer, he visto parientes perdidos,  he viajado a otros tiempos y a otras latitudes sin pagar pasaje, he experimentado la claridad y la confusión, la duda y la certeza, la felicidad y la melancolía. 

Pero, con Temictli, no todo es romance, también la he pasado mal, me pone frente al miedo absoluto a lo desconocido y me hace presa suya, corro sin avanzar porque alguien me persigue y tal vez me alcance, a veces se ensaña porque el subconsciente me traiciona y saca a colación recuerdos escondidos y vivencias dolorosas, entonces La Vigilia se vuelve mi aliada y me rescata, emerjo del subconsciente a la realidad mientras mi corazón late a mil por hora.

Por la mañana, de la cocina emana  un fragante olor a café, con toques de canela y vainilla. Es hora de empezar la vida, la rutina.

Por la noche de cada dia, mi cita con Temictli está pactada para el resto de mi vida.

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