EDEJUCO/óleo
Había un sol perturbador aquella tarde cuando iba la niña con su cantarito de agua y su taleguita de merienda.
La niña parecía querer atrapar algo con su caminar decidido. La mujer del “gañan”: ¡cuidado “chiquilla”no te alejes demasiado! En septiembre los días son más cortos. Y ella resuelta a su recorrido en busca de las ovejitas, no lo dudaba. El Pastor en ese mes instalaba el cercado más cerca del caserío. Esa tarde no se oía ladrar a los perros. Tranquilo el campo… “a correr mundo” por el cabezo Barriga. Oripando brillaba naranja y rojo y de repente un ruido sordo irrumpió en la ladera, la silueta era redonda, el sol deslumbraba y no dejaba apreciar de qué se trataba, más ella inquieta, no se quedaría sin su paseo.
EDEJUCO/óleo
Se adentraba demasiado y no vislumbraba el ganado, esos días de calor del verano le encantaban, se lo pasaba entre las ovejas del pastor y sus nueve niños. Vivían en Chozas de brezo y al amor de madre. Había oído un ruido especial en el monte y ella imaginaba algo muy siniestro, sin alejarse demasiado y menos en noches sin luna. Los años 1950/60 en el campo junto al mar inundaban de calma.
Algo redondo con brillos multicolor rodando.
– Luminaria: ¿Qué haces aquí niña y cuantos años tienes?
– Niña: yo no tengo edad. ¿Y tú?
– Luminaria: Yo no sé cuantos años tengo, conocí a tu bisabuelo, a tu abuelo y a tu padre…
¿ por donde habitas? no me desprendo de estos valles ni de estos cerros…
Me gusta el frío, la lluvia y los vientos y el calor del sol, más aún cuando aprieta y arrebata, me hace saltar y deslizarme hasta los arroyos, busco la frescura del agua y me refresco…
– Niña: Te siento amiga, te siento hermana, te siento duende y me detengo… de mil granitos tuyos yo me haría un collar de cristalitos que iluminaran mi caminar…
¿Eres una almendra? Y, o una calabaza? ¿Y, o un algodón?
Te siento tierna, jugosa como una sandía, dulce como una fresa y ácida como un melocotón.
-Luminaria: No, no, no, solo soy una piedra, los líquenes me dan tonos y adornan mi torso con un brillo especial.
-Niña: el sol nubla mi mirada y yo anhelo tenerla clara. Parada la cabeza y solo sentir, apareció su estela que tan esfímera es ¡y yo la atrapé!
El sol abrazó su pequeño cuerpo, se había quedado dormida y despertó.
-Luminaria: se desprendió ¿quizá le hubiera soltado brillantes efluvios para crecer fuerte y darle larga vida?
Luminaria observó la niña, no sube la montaña, siempre baja, se suelta, respirar aire le ennoblece, nunca se rompe ¡redondea!
Y cada año insistía en volver a sentir esa inigualable sensación de fluir, hacerse fuerte y humilde al oír el sonido de los murmullos de los cantos rodados por los cerros colorados, los trinos de los pajaritos y el bramar de las ovejas.
¡Bastó, percibir tanto de todo ese candor cómo del sudor, que enseña la naturaleza!
¡Bastó respirar hondo entre los árboles! bajo sus sombras y luces para dar riendas sueltas a sus pensamientos.
Bastó desprenderse de un vasto mundo que nos acuna, nos agita y nos inquieta.
OPINIONES Y COMENTARIOS