Es una madrugada gélida, muy fría. M tiembla, toda ella tirita, aunque está abrigada y en su cama. Se despierta por la extrema y baja temperatura. No recuerda si es septiembre, noviembre o diciembre. Sabe con certeza que octubre no es. Realiza un esfuerzo para ubicarse en el tiempo. En septiembre ocurrió ese fatídico evento, en noviembre se enteró de la probable causa de su mal y en diciembre es cuando todo comenzó.

Siente frío y el de alguien más. M recorre con su mirada el interior de su recámara. Nadie se encuentra en la estancia; sólo ella. Entonces se da cuenta que el frío proviene de afuera, alguien tiene frío, mucho. Percibe hasta la dificultosa respiración de quién está del otro lado de su habitación, cuánto frío soporta y cuánto frío transmite. Siente como se congela la sangre de ese ser que está pegado a la barda del poniente, donde M tiene su cama. La frialdad cala hasta los huesos, sus pies están congelados. Un escalofrío recorre todo el cuerpo de ella y del otro. Los dos están agobiados por el cansancio, la fatiga, el dolor en el pecho y la hinchazón en el cuello.

M piensa que la pared de su recámara da para la calle y no es así. Hay un jardín que separa a la recámara y la barda limítrofe. ¿Alguien entró a su casa? Pero, está desviando la atención. Quiere salir y ver qué ocurre; sin embargo, su cuerpo no responde. No es miedo, es una inmovilidad que no tiene explicación. Da vueltas en la cama, se acurruca buscando eliminar el frío, pero no logra sentir el gratificante calor. Nuevamente tiene la intención de levantarse y salir a ver qué sucede, pero no logra hacerlo. Lo intenta más de veinte veces. ¿Cuánto tiempo pasa? No sabe. Por fin duerme, cae en insondable sueño. 

Despierta y tiene presente lo sucedido cuatro horas antes. Pero, debe apresurarse para llegar a su trabajo. Durante la jornada laboral, por instantes recuerda el gélido episodio. ¿Ocurrió realmente o lo soñó? Por primera vez duda de la veracidad de lo acontecido. Todo el día trabaja, más de ocho horas. Ya es noche cuando se dirige a su hogar.

Mientras está en el transporte público que la lleva a su destino, escucha conversaciones sobre los acontecimientos de la vida cotidiana. De pronto, captura su atención la noticia que ese día un hombre recorrió la colonia donde vive, una persona que parece de otro lar, de otra época y sin hogar. Hay quien le ofreció alimentos y abrigo. Ya no hay rastros de él. ¿Los dos acontecimientos están relacionados?

Se enoja mucho. Se recrimina por no poder levantarse y saber qué acontecía. ¿Podría haber cambiado algo si hubiera tenido la fuerza para actuar? Se enfada. Pero, M sabe que es el preámbulo de la catástrofe que se avecina. Es invierno, casi es enero, es típicamente frío y hasta triste. El enojo, la pesadumbre y la impotencia le embargan.

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