ORBIL DERRIBADO

ORBIL DERRIBADO

aurelio

17/12/2024

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ORBIL DERRIBADO

Lo encontré entre las cosas olvidadas. Hacía muchos años que lo había perdido después del derribo. Lo sostuve un momento entre mis manos, hasta que sentí que palpitaba cálido como un animal dormido. Dichosa, me encerré en mi habitación con su compañía. Durante horas, absorbí cada palabra que se deslizaba entre mis dedos.

Recordé que entre sus muchos méritos se encontraba el venenoso aliento de tinta industrial, que intoxicaba las mentes de los incautos cuando buscaban ciencias, pericias, sabiduría, conocimientos. Otros, quizás, elíseos, nirvanas… Pero casi todos sucumbían deslumbrados ante la completa percepción de gozosos desconocimientos e ignorancias.

Él se ofrecía sólo con mentiras entretejidas con verdades ciertas. Sus seis lados eran ortogonal-geométricos, de tacto agradable, como piel de serpiente tibia nacida de trapos viejos, de vegetales antiguos y curtidos cueros. Su epidermis era de corteza; su cutis y tez, recubiertos de un tegumento que invitaba al contacto. Con su lomo, se ofrecía engañoso al incauto, mostrando el perfil más falaz, embaucador y artero. En su aparente quietud residía su mayor peligro.

Era cercano, necesario, imprescindible y casi obligatorio. Para algunos, quizás, tan solo un accesorio, un adorno. Le gustaba estar en compañía de sus semejantes, y juntos tramaban mil batallas y artimañas para morder las entrañas del enemigo mal enamorado. Soltaba un olor de aliento interno que agradaba y seducía. Su regusto no dejaba indiferente al gusto de cada uno.

Era un monstruo y un ángel, nacido en los cráneos ajenos. Sus escamas eran hojas afiladas, por donde se deslizaban las babas del caracol y el sudor de las hormigas. Cada una se mostraba como cuchilla que laceraba los ojos y los dedos. Fue amigo del solitario que, con su compañía, nunca se encontraba solo.

Era ejemplar, excelente, singular, extraordinario; antiguo y moderno; diverso y plural. ¡Pluscuamperfecto!

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