*Cuando la incertidumbre que se vive hoy en el mundo se ha convertido en un tema de preocupación para muchos…
Lo guardé hace mucho en el bolsillo trasero de mi jean. Me lo dio mi padre un día, antes de salir de fiesta con mis amigos del liceo. Es solo un billete de un dólar. Hoy, medio siglo después, casi no tiene valor de compra. Pero en aquella época sí y mucho. Me servía cuando andaba en la calle: por si me faltaba para el boleto del bus… por si se me antojaba un helado… por si necesitaba comprar un bolígrafo … por si…
Sabía que mi billete arrugado de one dollar todos lo aceptarían y que con él podría completar un pago.
Con el tiempo, pasó a convivir con monedas en desuso dentro de un frasco de vidrio. Siempre se hizo notar entre las argentinas, peruanas, brasileras, uruguayas. Es el valor de referencia de todas, la «moneda fuerte». Todavía me asombro que siga figurando en las tablas de cotización de las casas financieras de todo el mundo y que los países midan el valor de su moneda en relación a él, ¡un simple billete de un dólar!
Ya no tiene el valor de compra de otrora, pero…¡sigue siendo aceptado por todos y en todas partes!
Al momento de prepararme para un viaje, a mi billete siempre lo llevo. Verlo junto a sus pares de cien, resulta ridículo y su insignificancia crece. Encontrarlo en mi billetera o en el fondo de un bolsillo, me sigue dando seguridad al momento de completar un pago o resolver un antojo. Sé que todos lo aceptarán y muchos, hasta con buen agrado.
Cambié de casa, de estado civil, de edad…y él sigue conmigo.
Se convirtió en mi amuleto de la suerte y, cada día 29 , en la creencia de asegurar mi subsistencia económica mensual, confío en su buena vibra y cumplo con el ritual poniéndolo debajo del plato de ñoquis. Muchos prefieren billetes de más valor, pero yo lo elijo a él.
Mis hijos saben lo que ese billete significa para mí. Me prometieron conservarlo cuando yo muera y le buscaron un lugar en la biblioteca dentro de mi libro preferido.
Hace poco me detuve a observarlo mejor. Por su número de serie y fecha de emisión, en el mercado de los coleccionistas cotiza mucho más que su valor real. Incluso, me ofrecieron dinero para que integre el acervo patrimonial del Museo Numismático del Banco de mi país.
Lo imaginé en una vitrina, iluminado, restaurado por especialistas, manipulado con guantes para preservar su estado, admirado por público de todas las edades y de todos los países…
Pero hoy, de pronto, todo cambió y aquel billete que celosamente había guardado durante tanto tiempo, se esfumó en un universo nuevo donde las criptomonedas ganaron poder y lo desplazaron para siempre. Entonces pensé:
– Ni siquiera pude gastarlo… o, al menos, «malgastarlo».
©2024SusanaBrusco
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