Día y Noche

Día y Noche

Roberto

31/12/2024

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El sol está en todo su esplendor cuando debiera ser de noche y la gente duerme, supongo que su reloj biológico no se ha adaptado o quizá estén en espera a que todo vuelva a la normalidad. Una ligera inclinación del planeta ha trastocado el horario del día y de la noche. Los noticieros sacaron a la luz alguna explicación científica, pero como hace tiempo no los veo, no tengo ni idea de qué fenómeno ocurrió; intenté acoplarme como todos, sin embargo, mis costumbres tan arraigadas gracias a mi madre que decía: al que madruga Dios lo ayuda, y adquirí el hábito de levantarme de la cama en cuanto el sol asoma la cara y el día termina cuando el cuerpo pide descanso, no cuando el astro se oculta.

Ante tal situación, no me importa que digan que es de noche, ¡es de día y nada más que hablar!

El sol está resplandeciente, las calles desoladas parecen una escena de película hollywoodense de un sobreviviente en el planeta, aunque la realidad es otra y no me siento solo, pues ahí están todos en brazos de Morfeo.

Para qué negarlo, pedía a gritos un poco más de tiempo para mis tareas, anhelaba no escuchar el molesto timbre telefónico, ni la musiquita ridícula que avisa la llegada de un mensaje simplón de las redes sociales o el WhatsApp con mensajes irrelevantes, y que decir de algún menester que mi amorcito me enjaretara; lo atendía de inmediato, aunque me encontrara en el momento de mayor concentración, a fin de llevar la fiesta en paz.

Ahora, parte de la noche se ha convertido en día sin el bullicio habitual y me sobran horas de libertad, hasta puedo presumir de una pequeña siesta, que ni por error lo hubiera pretendido en el pasado; sé que no perdí la razón, pues mi perro Boche al parecer también comulga con este nuevo horario pues me acompaña a todas partes a pesar de su vejez; su inalterable cariño lo demuestra con esas grandes lengüetadas que antes tanto me fastidiaban; jugueteo con él un rato y aprecio su alegría.

Había olvidado cuando mis hijos querían detener el tiempo que corría tras de mí y yo tras de él. En esos tiempos acostumbraba levantarme a las cuatro de la mañana con el más absoluto silencio donde las ideas fluían sin esfuerzo.

Es una pena que el comercio esté cerrado para comprar mis cigarrillos y que tampoco puedo llamar a nadie, pues me tacharían de loco, tendré que esperar su despertar y ajustarme a su racional y estereotipado ritmo de vida, lleno de convencionalismos, sin embargo, no me resigno a sentarme a la mesa en soledad.

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