Recuerdo tu mirada en aquella cafetería gélida del hospital
Estabas sentada al lado de la ventana
Bebías un té
A pequeños sorbos
Elegantemente
Tus manos delicadas sostenían delicadamente la taza de cerámica blanca
Mirabas por la ventana, pensativa
La cabeza ladeada
La musculatura de tu cuello en ligera tensión
El pelo recogido en un moño descuidado
De vez en cuando, enfocabas tu miraba al libro abierto que había sobre la mesa
Cuentos completos de Chejov
Conocía ese tomo
Una sobria edición de tapa dura
Leías un poco
Y tu vista volvía de nuevo a la ventana
– Es probable que no pase de esta noche, dicen ¿tú como lo ves?
Dejé de mirarte para prestar atención a la cara interrogativa de mi madre
-No lo sé mamá.
Sólo quería mirarte
Escudriñar en tí
Habías acabado tu té y sostenías con las dos manos el libro
Era como si nadie más existiera
Tú, tu libro y tu té
-¿Qué miras hijo?
-Nada mamá
Mentí
Todo,
Estaba mirando todo
Te estaba mirando a tí
Observando tu blanquecina tez
La claridad de tus ojos verdosos por el reflejo de la ventana
La delicadeza de tus gestos
Entonces sentí un irrefrenable deseo de escuchar tu voz
Y ya no pude pensar en nada más
Incluso dejé de observarte
Para trazar un plan
Ideé varios
A cual más ridículo
Lo típico de: ¿te conozco de algo?
Tal vez un “me suena tu cara”
Quizás algo más atrevido, no sé
Algo que me permitiera escuchar tu voz
-Hijo,¿estas bien?, sé que estabas muy unido a él, pero no había otro final posible
-¿Qué? Ah si, si, mamá, estoy bien
Una punzada de culpabilidad atravesó mis entrañas
Miré a los ojos a mi madre por primera vez desde que me sentara en aquella mesa
-¿Y tú? ¿Cómo estás mamá?
Ella no contestó
Miró hacia abajo, con pesar
Mi mano rodeó la suya, acariciándola
Pensé en ella, pensé en mi padre, pensé en la muerte
¿No había otro final posible?
No había otro final posible
La frase se repitió incesantemente en mi cerebro
Carecía de contenido
No la entendía
No había otro final posible
Pues claro
El final es el final
No hay otro posible
Entonces acudieron a mí un montón de recuerdos
Recordé olores y sabores
Recordé sonidos
Recordé su risa, nuestras risas
Recordé aquella película mil veces vista
Recordé aquella primera bicicleta azul
Y miré a mi madre por segunda vez desde que me sentara en aquella mesa
Y sonreí llorando
Y lloré sonriendo
Y mi madre conmigo
Sonrió llorando
Y lloró sonriendo
Y en esas estábamos
Cuando por el rabillo del ojo te vi venir
Tus deslumbrantes ojos verdes
Tu delicada piel
Tus delicados gestos
Tu aparente fragilidad
Tu dulzura
Y oí tu voz
Aunque jamás escuché tus palabras
Y miré a mi madre por tercera vez desde que me sentara en aquella mesa
Y oí su voz
Aunque jamás escuché sus palabras
Vi sus manos acariciar las mías
Y pensé en ella, pensé en mi padre, pensé en la muerte
Y pensé de nuevo en ti
Quise volver a ese momento mientras te observaba beber el té
Quise que jamás te levantaras de tu asiento
Quise jamás oír tu voz
Quise jamás oír tu voz
No hay otro final posible
No hay otro final posible
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