El loco de la plaza
Nuestra plaza tiene su loco
como cualquier otra debe tener
pero el nuestro es poco común.
No… él no ve rodar lunas por allá
ni corsos de astronautas por acá.
Yo lo saludo con un: ¿Qué tal?
Él responde: usted bien… ¿y yo?
Sobre su trono de cartones y botellas
no es extraño verlo escribir
en un cuaderno viejo y ajado
jeroglíficos de flechas y rayas
números, espirales y dibujos
y vaya a saber cuántos delirios más.
Si se levanta de malas
te echa de su feudo sin piedad.
A veces cae en pesado mutismo
en sus ojos hay tanto pasado
que no puede ver ningún porvenir.
Esta mañana mi plaza estaba triste
sus árboles desnudos, desvalidos
los juegos de niños en silencio.
Los vecinos dicen haber visto
policías, hombres de blanco,
oscuros vehículos y una ambulancia.
Los vecinos dicen haber escuchado:
Julio los prepara, agosto los lleva.
Lo cierto es que mi plaza
extraña su loco señor feudal
desde aquella gélida noche de agosto.
Culposo
El sentimiento de culpa
me vuelve hacendoso
mientras lavo platos y cubiertos
mantengo extensos soliloquios,
me acuso de las peores atrocidades
al mismo tiempo me defiendo
mientras acomodo las ollas
y alguna sartén rebelde.
Culposo como hijo
ahora los hijos acusan
parece que Sigmund
en una noche de insomnio
decidió cual era el atajo,
las transferencias de culpas
nos mantendría atareados
de padres a hijos
de esposos a esposas
culpa entre hermanos
y viceversa
involucrada toda parentela
en progresión geométrica
donde nadie sería culpable
excepto la mala fortuna.
Pavor nocturno
“Vendrá la muerte/
y tendrá tus ojos…”
(Cesare Pavese)
Esa noche la luna se suicidó
arrojándose en los lagos de Palermo
y las tinieblas fueron más oscuras
que aquellas golondrinas olvidadas.
Esa noche fue vendaval de calandrias
golpeando contra el ventanal
estallando sobre azoteas y tejados
el viento henchido de presagios
era azote de amapolas,
bellísimas amapolas…
Sobre un azorado obelisco
se abrieron los cielos
en insólita aurora austral
y la ciudad toda sucumbió
ante el feroz estuario del río
que reclama un lecho a sus aguas.
Justo antes de caer
en el caos nocturnal
sobre el horizonte
rompió el alba
del iris de tus ojos
y volvió la calma…
Heridas
Esta madrugada
(con las heridas aún frescas)
estuve buscando palabras
bonitas, rebuscadas,
que sirvan de excusas
quizá pidiendo perdón.
No sé, tal vez…
como aquella frase de los setenta:
«Amar es nunca tener que pedir perdón»
O pedir perdón y seguir amando sea mejor.
No sé, tal vez…
luego de buscar y rebuscar
en improbables diccionarios
encontré dos palabras
(una razón)
T E A M O
Amarcord
“El dinero es de todo el mundo,
pero también lo es la poesía.
Lo que falta son los poetas.”
(Federico Fellini)
Yo me acuerdo,
de la brumosa playa de Riminí
del último día de la niñez
con el rostro hundido
en los generosos pechos
de la matrona en celo.
Aún recuerdo,
al fascista con su ración de ricino
las rondas nocturnas del motociclista
a la prostituta de turbia mirada
en cuclillas frente a la marejada
al viejo poeta conversando
con la luna hundida en un charco.
¡Oh, sí! ¡Claro que recuerdo!
Las luces del transatlántico
con las cenizas de la diva
rumbo a un mar de plástico.
A la diosa nórdica
surcando las aguas
de la Fontana de Trevi,
al azorado periodista
tras su sueño vestido en satén negro.
Al gigante tendido en la arena
mirando el cielo estrellado
aturdido por las olas oscuras
sollozando:
¡Ha llegado Zampanó! ¡Zampanó è arrivato!
Ma la povera Gelsomina
sulla strada abbandonata.
Niña jugando
La niña está jugando sola
con su muñeco en brazos
un muñeco de carne y hueso
abrazado al seno de la niña
la niña que no es mujer
jugando a ser mamá
con aquel niño suyo.
Años más tarde musitará:
¡Madre bendición!
La mujer, ya no niña
con una sonrisa dirá:
¡Dios me lo bendiga, hijo!
El padre, casi abuelo
luego lo iniciará
en los sórdidos ritos
de la adultez prostibularia
el niño, ya adulto
dejará otra niña jugando
sola en su habitación
con su muñeco hambriento.
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