La increíble conversación entre el pan del escaparate y el hombre que entró a verlo.

La increíble conversación entre el pan del escaparate y el hombre que entró a verlo.

La increíble conversación entre el pan del escaparate y el hombre que entró a verlo.

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Aunque os parezca inverosímil, os voy a contar algo que me contaron de alguien, que —caminando sin rumbo fijo, por caminar— le pasó esas cosas que te hacen dudar sobre la cordura de quien te lo cuenta. Y como a mí me lo contaron, así os lo cuento, y vosotros juzgaréis.

El hombre, en su camino, encontró un escaparate que le pareció singular, aunque para otros pasaría inadvertido, le atrajo la atención un pan redondo, más hinchado en el centro que en los bordes.

Algo le decía que debía entrar y verlo de cerca, así que, aprovechando que mucha gente esperaba en la cola, sin que nadie se fijara en él, caminó hasta el escaparate y oyó que le decían:

—Hola, hombre.

Miró con atención y, como un globo hecho de miga, al levantarse y contraerse, la hogaza repitió:

—Que sí, que soy yo quien habla. Me has caído bien y ya ves.

Con auténtico terror, el hombre quedó con sus ojos fijos en él.

—Ho-ho-hola —le contestó.

—Tranquilo, hombre, que cosas más raras habrás visto.

—Pues no te creas —contestó, aunque no se le había ido todavía el susto.

—Bueno, es que tengo ganas de contarte cosas, porque siempre me habéis hablado vosotros, los humanos, a mí, de lo que he sido en vuestra historia de supervivencia, y demás, pero contigo tengo ganas de contarte —al revés— mi punto de vista. ¿Quieres oírlo?

Sin esperar la contestación, el pan le habló:

“Desde nuestra atalaya, mis hermanos, primos y colegas, los panes que son como yo, o parecidos, y los modernos a los que ponéis cosas, observamos cómo os comportáis al entrar en la panadería. ¿Y sabes qué es lo que más nos llama la atención? Que casi todos tenéis prisa para que os atiendan, para pagar, para iros… el tiempo os altera y aburre, pasa rápido o es lento y tedioso.

Tiempo y hombre, ¡no es como mezclar harina y agua! Y la levadura hace mágica esa mezcla y crecemos, y para vosotros, la desesperación es lo que enfrenta a esos dos.

¿Qué tiempo tuvo Dios para hacer el tiempo, si este aún no había sido creado? Nosotros, los panes, crecemos y os brindamos el momento único, en el que untarnos con mantequilla, o con foie gras, o… ¡es tanta la imaginación que no cabe en una hogaza!

Y hacemos de vuestro tiempo la experiencia de vida, de un suspiro de libertad, sin ataduras.

Pan que hacemos tiempo.

Porque comer pan es comer el tiempo en silencio. Y el pan, como el tiempo, se hace oro.”

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