¡Benigna,
buenos días! ¡¡Benigna!! ¿¿Hola?? ¡Ábreme, mujer, que soy yo!
Que te traigo una hogaza de pan que ha hecho mi hija… Benigna,
hija, ¿estás bien? Que me tienes preocupada… Voy a pasar, ¿vale,
cariño? No te asustes, que soy yo. Hija, qué oscuro lo tienes
todo…

Buenos días, bonita. Nada, nada, tú ni te muevas. Que es que
hace días que no te veo salir, y digo yo ya está Benigna que no se
quiere levantar. ¿Cómo estamos? Ya, mujer, ya, así estamos todos,
hija, tirando. Timando no, ¡tirando!

Ay, mujer, abre un poco que con esta calor hay que hacer corriente
porque si no nos secamos como unas pasas. Si, ya sé que entran
mosquitos ¡pero es que hay que respirar! Tú cierras de día pero de
noche tienes que abrir, mujer, ¡que te me vas a morir! Te aparto el
sillón que si no no llego a la ventana. Vaya lío tienes aquí. Y
todas estas bolsas… Benigna, cariño, te lo he dicho mil veces, que
a mí no me importa tirarte la basura, pero es que si la dejas aquí
dentro se pudre, y se te va a llenar todo de bichos y luego eso para
limpiarlo no veas tú. Así mejor. ¡Mira que día tan bonito! Si tú
además desde aquí ves la montaña, que desde mi casa yo veo un
piquito y ya, veo más pared que cielo, como digo yo. ¿Pedrito?
¿Quién es Pedrito? No, ¡que digo que hace un día muy bonito!

¿No tenías el aparato para escuchar? ¿Arriba? ¿Hace cuánto
que no subes al piso de arriba? Claro, claro que te cansas, pero hay
que moverse, cariño mío, y en verano beber mucha agua, que es muy
peligroso tanto calor, que ya lo han dicho en el telediario, que
estamos en alerta porque se muere la gente mayor. Y seguro que
tampoco comes, para no cansarte… ¡Que seguro que tampoco comes!
Pues así no, Benigna, así no es, como dice mi nieto, así no renta.

Pues mira, te voy a cortar una rebanada de este pan para que lo
pruebes, con un poquito queso, a ver a ti qué te parece, porque
verás, vino mi hija el fin de semana, que dice que pan ya solo se
puede comer de tahona y aun así no todas son buenas, que hoy en día
le echan muchos adictivos, y yo le digo, si aquí en el pueblo hace
años ya que no hay horno, que esta zona nunca fue muy panera, y
ahora, pues el que venden en el estanco que yo no sé ni dónde lo
hacen. Y entonces va ella y me trae una panificadora, creo que así
se llama, amasadora, o panificadora, o lo que sea, y le digo ¿pero
qué hago yo con este trasto? ¡Que mi cocina es angosta! Como ella
tiene una isla… ¡Una isla tiene en la cocina! De las Baleares,
como digo yo. A pares no, ¡Baleares!

Pues se empeñó y se empeñó y se empeñó y ahí me la ha
dejado, me apartó los botecitos de las especias y me plantó el
cacharro. Y digo yo, que yo los botecitos los tengo a mano por algo,
y ella, que total hay muchísimo espacio en las repisas de arriba, y
yo, que no llego a las repisas de arriba y tú te llevaste mi
banqueta para que no me subiera, y ella, que es cuestión de
organización, que te organizas muy mal, y yo, que yo me organizo
divinamente, que me gusta tener las cosas como a mí me gusta, y
ella, que no, que no y que no. Y entonces ya me callo porque antes
siempre acabábamos discutiendo. Yo le decía que si tenía que venir
para cambiármelo todo, que no viniera, y ella empezaba con que si
soy una desagradecida, que si bastante hace ella viniendo hasta aquí
con todo el trabajo que tiene, los niños, la casa, lo cara que está
la gasolina, que parece mentira… Aunque tiene una chica que le
limpia, que yo mi casa me la he limpiado siempre yo solita, que nunca
me gustó que nadie me organizara ni me tocara las cosas. Pues nada.
Ahora, a mandar. Y cada vez que viene me trae tápers de comida que
le prepara la chica, que ya no me cabe en el congelador ni un
alfiler, pero que la prepara para mí, no te creas tú. Que si
lentejas, que si pollo al ajillo, que si paella, y yo le digo, pero
hija, si yo como ya como un pajarito, me preparo una tortillita y ya
está, y ella que no, que no y que no. Y que habrá que ir pensando
en alguna solución porque está claro que ya no puedo vivir sola.
Qué sabrá ella. Como si no hubiéramos estado rematadamente solas
tantas veces, ¿verdad, Benigna?

Hala, aquí está. ¿Qué te parece? ¡Benigna! ¡Que si te gusta!
Bueno, cariño, tú come tranquila. Yo lo encuentro un poco duro. Y
eso que ella dice que, como es de masa de esa natural, se mantiene
siempre esponjoso. Y me ha traído un botecito y todo de la masa esa,
ay, cómo se llama… Y ese botecito a la nevera, para que se mantenga
fresco. Y a la masa hay que alimentarla, no te creas tú, porque es
un ser vivo, dice, lleno de bacterias. Y a mí que me dan tanto
miedo los bichos… el otro día soñé que la masa esa se hacía
gigante dentro de la nevera y se le salían las patas por la puerta y
me invadía la casa… ¿Tú te crees? ¡Ay, qué rabia me da que no
me acuerdo del nombre de la masa! Y dice que también se puede
congelar. Y digo yo, pues si está viva ¿no sufrirá estando
congelada? Y me dice ella, pues mamá, ¡igual que cuando la metes en
el horno a 200 grados para hacer pan! ¡Ay, qué risa nos dio a las
dos! Oye, pues yo me voy a poner otra rebanadita, ¿tú quieres? ¡Que
si quieres otra rebanadita!

Benigna, ¿te has dormido? Hija, qué bien que te duermas con
tanta facilidad, a veces es una suerte cerrar los ojos y no escuchar
nada… Verás… En realidad he venido para desahogarme un poco porque me
siento fatal… Lo que te he contado no pasó exactamente así… La
verdad es que la última vez que vino mi hija discutí mucho con
ella, le dije que estaba harta y que quería que se fuera y que no
volviera nunca más… No sé qué me pasó… Y no ha vuelto a
llamarme… ¿Tú crees que soy muy mala ma…? ¡Ay, ya me acuerdo del
nombre! ¡Masa madre!

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