Buenos días, Eloy, es hora de escribir tus memorias, luces encendidas y tabletas de café listas en taza.
Un clic y cama inclinada. Otro clic bandeja de escritorio a tus piernas y si te cansas puedes dictarme, soy tu asistente y estoy aquí para lo que necesites.
Erika ¿qué día es hoy? Aún no me despierto del todo
Es siete de octubre del año dos mil ciento veinticuatro D. del A. (después del Apocalipsis).
Vale, gracias
Erika en qué parte me quedé recuérdame por favor.
En que su madre era.
Ah, es verdad aquí vamos.
Mi madre era una mujer muy esforzada trabajaba de mañana en el manantial recogiendo agua y por la tarde regaba por un sistema de goteo vegetales y hortalizas para alimentarnos, puesto que, estábamos solos en un mundo vacío y destruido por completo.
Mis hermanos se turnaban para buscar comida, enseres y cosas que pudiésemos utilizar tanto para abrigarnos o protegernos.
En los alrededores, los animales estaban sueltos por todas partes, no temían a nada, estaban hambrientos tratando de sobrevivir en un clima inhóspito y descontrolado.
Mi padre se fue buscando sobrevivientes y no volvió.
El tiempo era irregular podía llover torrencialmente y al otro día había un sol que podía freír un huevo en la sombra, pero al otro caía la nieve y en tres tiempos dejaba todo blanco.
Mi archivo dice que en otra época el tiempo se dividía en cuatro estaciones
Primavera, verano, otoño e invierno.
(Erika añade un temporizador de cinco minutos al robot de cocina, la mezcla de harina sin gluten necesita integrarse con la fórmula inteligente).
En este mi mundo memorial mi protagonista ha muerto y no sé como resolver el asunto. Generalmente el personaje principal de los cuentos de antaño eran los héroes y terminan triunfantes, sin embargo, “la vida real” es diferente.
(Erika avísame en dos horas, tiempo para que suba la masa y quede más esponjoso el pan).
Mi madre hacía el pan con sus manos después del caos y los años siguientes sembrando y cosechando granos diversos, el pan quedaba nutritivo sano y muy apetitoso. Iba a decir que me recordaba los años en que éramos libres y podíamos viajar por el mundo probando sabores de cada región que visitábamos, no obstante, sonaría incongruente. Aunque no he dicho que años eran esos.
Una vez me hizo un pan grande con forma de corazón y lo puso entre unos paños y lo guardó en un cuarto oscuro. Era un pan inteligente. Yo pensé, se pondrá duro. Más ella me dijo que cuando lo necesitara solo tenía que sumergirlo en agua y tendría para muchos días. Mamá era muy sabia, aprendí tanto de ella no sé cómo no existió antes esto de archivar cerebros inteligentes en forma de memoria, aún la tendría aquí enseñándome cosas, dándome ánimo para escribir historias. Aunque a ella le gustaban más mis cuentos infantiles igual que a mis hermanos. Sería porque contaba las anécdotas que pasábamos en casa. ¿Se imaginan doce hermanos? Vaya que tenía historias por contar, una cada día.
Erika avísale al robot de movimiento que ponga el pan en el horno y prográmalo con tiempo y cambio de posición.
Es el último pan y está de muerte, nunca mejor dicho, sólo me resta decir que mi madre fue la mejor científica de todos los tiempos. Logró mantenerme con vida.
Erika di al nuevo mundo que el pan no es un archivo, se come en unidad, armonía y paz hice todo lo que pude para rescatar memorias constructivas sin violencia. No dejes que te roben el pan inteligente es un regalo para los generosos, los que saben amasar la vida de verdad.
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