Cada mañana era lo mismo, la misma rutina cansina y estresante, aburrida y monótona.
Música movileña, ritmo electrónico barato, ducha, café rápido y transporte publico.
Negros, blancos, asiáticos, todos pegados como pulgas en costura…. uff !!!, que calor da la humanidad, da igual que fueras planchada, salías como un higo arrugado y luego… más humanidad y más llamadas y con un coordinador/a/e cabròn/a/e (parece que estas declinando latín), que cada 15 días te llamaba a la pecera para leerte la cartilla: Que si mas sonrisa telefónica, que si no te puedes enrollar con los clientes que encima tienen razón porque no puedes superar el tiempo en la llamada que esta estimado en 1 minuto y 30 segundos, que si no puedes mandar a donde amargan los pepinos a los patéticos, insolentes, maleducados y además te dicen que van a ir a por ti porque saben donde trabajas…. en fin un asco.
Solo quería irse muy lejos, hablar con los arboles, escuchar a los pájaros y oír el sonido del agua, le daba igual si era de las olas del mar, del rio, de la fuente de los parques, de la lluvia , emanando ese olor olvidado por inesperadas, el agua, por favor , ese bien tan preciado , que tanta falta nos hace para estar vivos y sentir que corre por tus venas la vida.
Hasta que un día leyó una noticia que decía: » Nos jubilamos y no tenemos a nadie que nos suceda en nuestro negocio familiar , que con tanto esmero y sacrificio levantaron nuestros abuelos. Ofrecemos alojamiento y todo lo necesario a las personas que quieran seguir en la PANADERIA EL RINCÒN DEL ALMA «, en un pueblo muy pequeñito en las montañas de nuestra querida tierra.
Y su vida cambio.
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