Como si el panadero fuera el verdugo de mi destino me amasaba con tal fuerza que no podía respirar, jugaba a formarme pero solo me dañaba, las lagrimas que de sus ojos brotaban eran la sal con la que me hidrataba, sus manos danzaban en mi cuerpo y veía como se preparaba para llevarme al infierno, un horno cruel más oscuro que el invierno, él lucia hambriento, sombrío, ¿Estaba por matarme o por forjarme? ¿porque lloraba si yo era la que pronto estaría las llamas?

Jugo tanto conmigo como para poder reconocer en quien me convirtió, me amaso y reconstruyo a su modo, nada de lo que alguna vez desee quedo vivo, mi espíritu se apaciguo lo suficiente como para buscar razones o explicaciones, siempre pensé que era dueña de mi destino hasta que vi como todo lo que alguna vez desee se destruyo.

Imagine que la guerra había terminado, cuando me dejo reposar, pero al parecer solo fue una tregua, 15-20 minutos de calma que se sintieron como una bocanada de aire fresco, algo estaba cambiando en mí, quería disfrutar de la calma pero solo podía pensar en que no había terminado, que algo malo sucedería apenas bajara la guardia.

Nuevamente escuche pasos acercándose hacia mi, pasos que sonaban a un clamoreo, estaba aturdida, mis ojos solo abrían lo suficiente como para ver luz pero no formas, respirando agónicamente y con un cansancio desorbitante aprecie sus manos heladas, pero ya no importaba, había dejado de sentir, incluso había olvidado lo que la tristeza o el enojo significaban. Nuevamente me forjo y sobre una superficie metálica me coloco, veía el final cada vez más cerca y temía no ser lo suficientemente fuerte para salir de esa cocción, recuerdo sentir el calor, al principio cálido para después asfixiarme, si ya no tenia nada que perder cuando entre en ese horno ¿Algo podía ganar?

Nunca supe bien porque no me morí, el horno fue un infierno pero me convirtió en pan, deje de ser grasa, manteca, sebo y harina para convertirme en algo con propósito, algo por lo que todas las mañanas millones de señoras se pelean por poner en sus canastas, siempre le tuve miedo a el cambio, me aterraba, paralizaba, el dolor del horno me atormentaba; pero a veces no te queda más que evolucionar, pasar por un tormento para convertirte en lo que estas destinado a ser. 

Y esto queridos lectores es la historia de la primera vez que sobreviví a la que yo le llamo: La gran depresión.

Deje de ser una masa fermentada para poder convertirme en un pan, un pan feliz como lombriz (si es que las lombrices son felices)

FIN.

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