Pan de amor II

Pan de amor II

Darkanier

12/07/2024

El hacer pan es un arte, a al menos así lo ve una joven mujer, a pesar de que recientemente cerró su panadería, aun continuaba horneando pan, sus vecinos fueron muy amables con ella, seguían comprando su pan.

Y más recientemente una niña, que aún no descubría quién era, venia todos los días a desayunar con ella, a esa niña le gustaba mucho el pan, se podía observar en cara al momento de dar el primer mordisco, una expresión de pura satisfacción.

Esto hacía que la joven mujer siguiera haciendo pan, el poder ver de primera mano cómo alguien consume su arte es maravilloso.

como toda arte en el mundo, pan tiene un proceso, uno que ella adora seguir, poder preparar una masa con las propiedades adecuadas para cada variante de pan es toda una experiencia, el poder ver como la masa crece mientas estas esperando que quede perfecta es simplemente cautivador, el hacer uso de diversas masas que fueron cuidadosamente preparadas para conseguir una textura o consistencia única era de lo más gratificante.

La joven mujer aun recordaba con cariño a su hermana menor, fue por ella que comenzó a aprender a hornear pan.

Recientemente en las grandes panaderías cuentan con máquinas sofisticadas, máquinas para hacer pan en grandes cantidades, esto entristece un poco a la joven mujer, el arte que hay detrás del pan ha sido automatizado, y no hay cosa más triste para ella.

Ella comprende que no todos pueden ir a una panadería convencional, en donde aún se hace el pan a mano, donde no hay atrás una maquina haciendo el proceso, para el consumidor promedio no le importa el arte del pan, solo les importa consumirlo, y nada más.

Gracias a eso es más especial el momento que comparte con aquella niña, una niña inocente que disfruta genuinamente su pan. 

– Dime, ¿Te gusta el pan?

– Si, en especial el tuyo, es muy rico.

Las lágrimas querían salir, la joven mujer estaba conmovida por las palabras de aquella niña.

– ¿Y a ti te gusta el pan?

– Si, pero sobre todo disfruto hacerlo.

– Y yo disfruto comiéndolo.

– Eso es fantástico, puedes venir cuando quieras a comer pan, para ti siempre habrá uno esperando tu llegado.

– Gracias.

La sonrisa de los niños cura el alma, ese pensamiento vino a su mente.

– Hoy tengo más ropa para que puedas ocuparla, vamos a darte un baño.

– si.

Apenas fue audible la respuesta de la niña, ambas fueron al baño.

Había algo raro, al llegar al baño no se quiso quitar la ropa, se quedó parada enfrente de la canasta de ropa, la pequeña niña se veía incomoda, 

Cubría los brazos y mantenía su mirada en el piso.

«Algo va mal» la joven mujer de forma brusca le quito la ropa, la niña no se movió.

Lo que estaba debajo de la ropa enfureció a la joven mujer, en el cuerpo delicado de la niña había varios moretones que no había el día de ayer.

– Mi papá descubrió que escapa de la casa por las mañanas, y como fui una mala niña esto es lo que merezco, así que no te preocupes, no es necesario que me veas así, yo me busque esto.

Algo completamente incomprensible salía de la boca de la niña, un sonido que el cerebro de la joven mujer se negaba a procesar, «fui mala» «yo me busqué esto» 

«Qué diablos quiere decir con eso, como es posible que diga eso, los moretones son morados, y son varios, en qué clase de mundo esto es aceptable»

La furia que sentía crecía con cada segundo que observaba el cuerpo débil de la niña, «los niños no deberían de sufrir, mucho menos pasar por eso, ni ella ni mi hermana, nadie, son solo niños en un mundo que los adultos han podrido»

– Vamos a bañarnos.

Ocultando su furia ambas entraron en la regadera, pasaba con la máxima delicadeza una esponja con jabón sobre el cuerpo de la niña evitando lo más que pueda los moretones, fue desgarrador.

Después del baño la niña se fue, la joven mujer no sabía a donde, aunque para ella lo más probable era a su casa, aquella casa donde sufrió.

Lagrimas salieron de sus ojos, no eran lágrimas de dolor, ni de tristeza, eran de rabia, los días anteriores disfrutó de la presencia de aquella niña, su sonrisa, su mirada inocente, su amor por el pan, los recuerdos felices alimentaron su odio por el hombre que la niña llamaba papá.

Un odio incontrolable.

– No te preocupes, no dejare que pase de nuevo, te lo juro, hermana.

La joven mujer, comenzó a preparar un pan especial, esa iba a ser la salvación de ella, de su hermana, pero sobre todo de la niña.

esta vez fue la primer a vez que no disfruto hacer el pan, le parecía repulsiva la idea de hacer ese pan, sobre el pensar a quien iba dirigido.

Se mantuvo despierta toda la noche, ya había terminado el pan hacer muchas horas, aun así, no podía dormir, las horas pasaron hasta que amaneció.

Todo estaba listo, recogió las canastas con el pan, las dejo en el mostrador y salió, con una canasta pequeña de pan y leche, y fue directamente a un parque cercano.

Esperando el momento justo de ver a la niña caminado con dirección a su casa, la casa de la niña estaba más cerca de lo que pensaba, vio directamente la casa donde vivía.

– No te preocupes, pronto todo acabara.

La joven mujer fue directamente a esa casa, presiono en timbre una vez, no hubo respuesta, volvió a presionar el timbre ahora con más insistencia hasta que alguien abrió la puerta principal, era un hombre de especto descuidado, su ropa no era más que una camiseta y un short.

Sosteniendo con fuerza la canasta con ambas manos, entro a la casa.

La casa era justo como la imaginaba, desordenada, sucia, y con un olor persistente a cigarro, en una pequeña mesa a un lado de la entrada había un marco con una foto, era una pareja y una niña, el hombre era el que abrió la puerta, ya no quedaba nada del hombre de aquella foto.

– Lamento la intrusión señor, pero esto es algo que no puedo tolerar.

– No sé de qué hablas, pero has invadido mi propiedad, espero que estes lista para las consecuencias.

– Creo que lo estoy.

El señor saco golpeo la canasta con el pan, y golpeo a la joven mujer, antes no lo había notado, pero ahora podía oler aliento a alcohol que desprendía. 

La joven mujer agarro el pan de la canasta, y con él se abalanzo al señor, por sus movimientos lentos fue fácilmente alcanzado por el arma que el pan escondía, un cuchillo.

La sangre broto de la herida, salpicando un poco en la joven mujer.

No podía fallar ahora.

Por eso apuntó al corazón.

Ese día no solo el corazón del hombre fue atravesado, también el de la mujer, por mano propia.

Dejando un pequeño legado, a la niña, canastas con panes, a la policía una confesión, a su hermana venganza y a la ciudad de Soren un asesino menos.

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