WAWA DE PAN, VIDA, MUERTE Y BARRO

WAWA DE PAN, VIDA, MUERTE Y BARRO

Hugo Noboa

11/07/2024

Tránsito sabe, porque así lo aprendió de su madre y de las mujeres mayores, que más que el sabor, en esta ocasión importa el colorido; así les explica a los adolescentes que se han sumado a la tarea mientras cae la noche… Y su elaborada decoración, añade.

Pueden hacer llamitas y cuyes también, mientras más les adornen, mejor. El color tiene que ser fuerte, no escatimen en las cantidades de colorante. Hoy lo compramos en algunas tiendas, pero antes, las mamitas hacían sus propios colorantes: El anaranjado se obtiene de la zanahoria y la cáscara de naranja. El verde de algas verdes o de vegetales como las acelgas, espinacas, pimiento verde y perejil. El morado de la remolacha, la col, las moras, el shanshi y el mortiño. El azul se obtiene de los arándanos. El capulí y el achiote sirven también.

Es un ritual en el que participa cada año toda la familia ampliada, y las familias vecinas. Deben estar listas las wawas de pan para la ceremonia del día de todos los santos y de los difuntos, aunque en realidad, se trata de un pretexto para un rito ancestral andino, en homenaje a los espíritus de los antepasados, es un ritual de resistencia.

No faltará colada morada con su aroma dulce de maíz y mortiño, de cedrón, hierba luisa e ishpingo, de piña, babaco, chamburo y chilguacán, para brindar con mamita María y todos los que ya atravesaron el portón. Mamita María apreciará que su wawa tenga color morado, como el de los cucuruchos de viernes santo. Era su color preferido.

Los otros wawas, los de carne y hueso, corretean por el patio, alborotan a las gallinas y juegan a las escondidas; pero ya cansados de corretear, le piden al tío Tata que les cuente, una vez más, la leyenda de la Mariangula, a la que le robaron sus tripas y puzungos. Pegan alaridos de terror cuando la Mariangula les lleva de las patas, uno por uno.

-Ya wambras, a dormir. Mañana madrugamos para visitar a la abuela y a los otros muertitos en el cementerio, -grita la tía Tránsito, que actúa como jefa de la tribu grande.

-¡NOOOO! Sólo unita más, tía.

-Nada que unita más, a dormir mocosos, si no, de veras le voy a llamar a la Mariangula, a la caja ronca y al cura sin cabeza. No me harán tener iras…

La ceremonia empieza con la limpieza de las tumbas y la colocación de ofrendas, para agasajar los espíritus de los muertitos. Las ofrendas son variadas, flores, frutas y otros alimentos predominan. Pero si es un niño el muerto, se le deja también juguetes. Si ha sido un viejo borrachín, una botella de puntas, para que comparta con los vecinos de lápida.

Luego cuentan a los muertos los últimos chismes de la familia, del barrio y del país. La Manuela se ha ido con ese hombre horroroso del Guillo, delincuente desque es, ¿en qué estaría pensando esta mujer?

Alguien se anima y dirige un rezo, todos se santiguan. Si tuviera habilidades y autorización de los espíritus, haría una ceremonia en homenaje a los cuatro Suyos y a la Pacha Mamita, se lamenta Tránsito. Pero brinda al menos una limpia a los presentes, con ramas de menta, para alejar los males.

Y por fin se comparte la comida. La mejor parte para los difuntos, a los que no puede faltar una presa de cuy, una colorida muñeca de pan, chicha o colada morada según la sed.

Por último, una serenata, para que los muertos completen el deleite y descansen en el vientre de barro, hasta el próximo año.

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