EL PAN DE LA NOSTALGIA

EL PAN DE LA NOSTALGIA

Dando una mirada al retrovisor, con nostalgia me traslado a mi infancia, el proyector deja correr una pintoresca escena en la que se divisa aquella casa de bahareque donde mi madre, en una hornilla o fogón de leña, al fuego ardiente, colocaba una pequeña olla renegrida por el tizne para preparar café antes que el majestuoso rey dorado se desprendiera de sus cobijas e hiciera su acostumbrado ritual para darle la bienvenida al nuevo día.

El penetrante aroma del café recién colado por las mañanas hacia descender de sus hamacas a un grupo de escuálidos y esqueléticos niños que, con totuma en mano, formaban ronda alrededor de la hornilla. Mamá, con un cucharon en mano, se disponía a verter en cada taza elaboradas con el fruto del árbol de totumo de forma artesanal la humeante bebida que expandía su exquisito aroma por todo el vecindario, a la vez, que una docena de parpadeantes ojos seguían cada paso que daba,  a la espera que esas veneradas manos bajaran el antiguo canasto que colgaba de un madero de la vieja enramada que hacía de cocina, en él se guardaba como tesoro preciado el pan que se había comprado la tarde anterior.

Mi madre con toda la calma, bajaba la cesta, se sentaba en un taburete, colocaba la cesta en sus piernas y quitaba la tela a cuadros rojos y blancos que cubría aquella delicia: pan de frutas cristalizadas. Luego lo dividía entre los presentes. Este era uno de los momentos más emotivos de nuestras vidas, empezábamos a comernos el pan a pellizcos, comiéndonos primero la capa gruesa que lo cubría hasta desnudarlo y dejar el corazón para sumergirlo en el café. Esta mixtura producía una explosión de aromas y sabores mezclados, que en nuestros paladares, representaban el Maná que bajaba del cielo con exquisito sabor a gloria… sin duda alguna, esta mezcla era toda una delicia que en esa época no cambiaría ni por el más fino de todos los manjares. 

Papá, después de sacar filo a sus herramientas para cultivar la tierra, también disfrutaba con la alegría de un niño esta delicia que, en ocasiones era la única comida que se degustaba en el día. Contar con un pedazo de pan a cualquier hora del día era una dicha en aquellos tiempos de total escasez. En ocasiones, preparábamos una especie de pan en casa, de forma artesanal  a base de harina de maíz, panela y coco, o cuando tenismos  algo de dinero, podíamos disfrutar del rico pan de harina de trigo, con frutas cristalizadas, rellenos de queso, arequipe, bañados en esencia de cola y espolvoreados con azucar, o cualquier otra variedad de ese privilegiado alimento que, en nuestra fe cristiana representa el cuerpo de Cristo…

En el sacramento de la comunión el pan que representa el cuerpo de Cristo nos salva del pecado. De cierta forma, el pan, al igual que el cuerpo de Cristo, en diversas ocasiones de mi niñez, nos salvó de morir de hambre. Cada vez que enfrento dificultades en mi día a día revivo este momento que me recuerda que todo en la vida es pasajero,  incluso los malos tiempos también pasan…

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