Son las tres de la mañana, Martin camina despacio. No hay gente en la calle; el otoño ya está cerca, se nota en el aire fresco de la madrugada. Va rumbo a su trabajo, es maestro panadero de una distinguida panadería de Viena.

  Apenas llega enciende el horno que ya había dejado lleno de leña y se dispone para amasar el pan para ese día. No le importa que la ciudad esté sitiada por los turcos, él se debe a sus clientes y, sobre todo, a los soldados que defienden la muralla.

  En silencio saca la harina de la bolsa, busca la levadura que prepara con dedicación para que el bollo se leve como corresponde. Hace un hueco en la torre de polvo, le hecha sal, un poquito de azúcar, agua tibia y el leudado. Amasa suavemente, pero con fuerza. Todos duermen.

  De pronto escucha unos golpes. Deja el amasado y se limpia las manos. Piensa: “Es raro, nadie viene a esta hora”. Se queda quieto, otra vez el ruido. No viene de la puerta. Esos extraños sonidos vienen de abajo, ¡de la tierra! Avisa enseguida al ejército, su instinto le dice que algo grave pasa.

  Es probable que sean los turcos… ¡están haciendo un túnel para atacarnos! Especula mientras camina de un lado a otro con las manos en los bolsillos del delantal. Debe seguir con su labor, hacia allí se encamina.

  Ya el pan está listo para sacarlo del horno, un grato olor a masa recién cocida sale por su boca cuando la abre. Es el momento de abrir la panadería, recoge la llave y va hacia la puerta, un soldado lo espera afuera.

  –¡Hemos repelido el ataque, y triunfamos! ¡Todo gracias a vos, Martin! –dice el soldado al tiempo que lo abraza.

  El día ya se termina, va a cerrar la puerta del negocio. Alguien se acerca. Es el rey Juan III, se baja del carruaje, entra y se para frente al panadero, quien lo saluda con una reverencia.

  –Es mi deseo que invente un panecillo con forma de media luna –dice, y agrega– es para inmortalizar la victoria.

  –¿Pero… por qué una media luna? –pregunta, curioso, sabiendo que no debía contradecir al rey.

  –Porque es el emblema de los turcos –contesta mientras se retira. Cuando llega a la puerta se da vuelta y agrega– lo llamará croissant.

                                                                                                 Griselda Nelly María Bosi

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