EL ARTE DE LA ZARANDA

EL ARTE DE LA ZARANDA

EL CEDAZO

Harto soy ciego, si por Zaranda no veo… muy acertada definición del diccionario antiguo de la lengua española a este artilugio cernidor, y añade “que separa de lo común lo especial lo más precioso”. 

ZARANDAS ANTIGUAS

Utensilios que  separan el grano de la mies, la aceituna del zafairon -Fruto partenocárpico del olivar- útil que  a través de movimientos vibratorios selecciona lo mejor del fruto recolectado. 

Me pregunto ¿qué sería de grandes zonas del planeta sin la inconmensurable constancia y tesón con que se elabora cada día,  en sus múltiples formas, este alimento tan codiciado denominado  PAN?

De discernir entre lo bueno y lo malo se trata; sobre todo por ese afán de obtener lo bien elaborado,  en las cosas básicas y fundamentales.   Los seres humanos estamos también continuamente haciendo una criba; para bien o para mal.

Célebre plegaria atribuida a San Francisco de Asís y al famoso filósofo y escritor  Reinhold Niebuhr. 

Señor, concédeme la serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,

valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar

y la sabiduría para discernir entre lo uno y lo otro. 

No obstante en lo sencillos oficios esenciales de mérito, el resultado queda asegurado.  Y no se deben perder y sí mantener de generación en generación.   Es conservar la gran escuela legado del maestro al aprendiz. Enarbolar el puesto de trabajo del panadero y su maestría nos ocupa. Hoy día en la carrera de  Hostelería, en nuestra sociedad, se incluyen cursos de panadería. 

Caigo en la cuenta que en la cotidianidad, casi siempre toca elegir desde entre las cosas más nimias,  hasta entre las más importantes. 

¡Lástima!  de pronto se me viene a la memoria el dicho:  a veces zarandeas a algunas personas y caen  bellotas. Se hace una desafortunada comparación entre la encina, noble árbol, con la raza humana en su testarudez, torpeza, ignorancia, pusilanimidad ante la adversidad.   Por lo tanto es muy expresiva. Y me resulta simpática. Sobre todo cuando se observa en nuestra sociedad que se abandonan profesiones no suficientemente valoradas. 

Cernir, tamizar, separar, escrudiñar hasta lo más profundo para llegar al meollo de cada cuestión es la diaria ocupación  del quehacer en las diversas civilizaciones de grandes  artesanos  para elaborar el básico alimento. Así mismo no deje de plantearse el hombre buenos propósitos con la constancia y exquisitez del panadero, en este nuevo mundo de la inteligencia digital, donde el abanico de oportunidades está abierto a la  creación y la investigación en aras a mejorar en algunas partes del mundo la tremenda lucha por la supervivencia. 

Por resaltar en algunas zonas  el coste de ir a kilómetros por agua potable y emplear largas jornadas en la molienda a mano de las harinas. Sin embargo a muchos nos regalan recetas desde la más tierna infancia y no sabemos descifrar entre tanta maraña tecnológica en la sociedad del “bienestar” lo que nos zarandea constantemente hasta opacar pensar lo que se nos facilita;  bastó no dejar de apreciar el arte que hay en las pequeñas cosas que de manera cotidiana llenan la vida. 

Lección nos da tanto la naturaleza, como la inteligencia humana, desde la siembra hasta  crear el más básico utensilio que selecciona  lo mejor del cereal. 

CAMBIAN  EN EL CAMPO LOS COLORES DE LAS COSAS

y se muestra bajo las sombras cielo;

al abrir nuestros campos…

luces que se encienden, 

luces que se apagan,

ventanas cerradas, 

ventanas abiertas,

abramos la mente, 

entren nuevos rayos, 

dejar que penetren,

mover sea la clave

de hallar buena luz,  

¡entre tanto laberinto! 

De cómo el artesano labora, 

desde su humildad, 

“tan solo un trabajo” 

amasa que amasa, 

tras un gran esfuerzo;

mezcla de harina sal y agua, 

simples ingredientes, 

sencillo alimento, 

nos llega su aroma, 

quizá masa madre

halla fermentado,

el brillo aparece, 

con su habilidad, 

consigue hornearlo, 

que sea a su tiempo…

¿Qué habrá al otro lado?

toca abrir la puerta,

todo lo bien hecho

no da resultado, 

abierto está el horno…

tan solo un trabajo, 

de  manos dispuestas,

depende del fuego,

avivar candela,

con un cierto tiento, 

crea fuertes roscas,

que nos nutra el cuerpo, 

con sus manos llenas

del honrado esfuerzo, 

merecen descanso…

se dejaron vida, 

lucha contra el tiempo

el buen panadero

que no libra días

¡tan solo un trabajo! 

De constancia para sobrevivir se trata, la elaboración  del buen alimento y se reparte no sólo a sus hijos, a veces hay una sola PANADERIA para todo un pueblo. Y, ¡qué bueno suele estar el pan serrano! que aún se hornea con leña de encina en muchas sierras de Huelva y Extremadura y en muchas zonas de España. 

El buen pan se reconoce por su corteza crujiente y tierna, su miga blanda y firme, su durabilidad y permanencia en el tiempo, cuando el medio obliga tocó conservarlo. Bien tapado en aquellas frescas tinajas de la  bella alfarería de algunas sierras de nuestras tierras andaluzas, no había otra fórmula que procurar mantenerlo tierno por semanas.

Así cómo el buen hombre se reconoce por la dureza y permeabilidad de su corteza -léase fortaleza-  fuertes panaderos en su capacidad de soportar malas noches, valientes hombres y mujeres que atravesaron tempestades durante largos periodos de tiempo para sobrevivir, no les quedaba otra que muy de madrugada preparar la bien apreciada masa madre. 

Cuál tesoro, el rico alimento fuera
indispensable por siglos y logrado con el ahínco de unas manos que con ardua constancia amasan las harinas cernidas en la buena molienda de segadas espigas de cereales doradas al sol y recolectadas con enorme esfuerzo y fervor, tras la trilla.

En el campo la siembra, en sus diversas formas, el ser humano no desfallece ara la tierra, siembra. abona, recolecta y hasta crea barbecho. 

Y vuelta a empezar. 

La siembra es la apuesta,

la ilusión, la fe.

¿Sembrar en tiempo de

sequía y para qué?

Así vive el labrador,

qué no cesa en su labor, sin tener en cuenta las inclemencias del tiempo.

Bastó serenarse para leer,

la respuesta está en él campo

que no deja de enseñar.
Son tiempos de unión, 

el universo nos da la gran lección, 

su equilibrio permanece

y el panadero no cesa en su misión, 

acaricia la masa cada día, 

nos da el saludo de los buenos días 

y tras la dura jornada, 

reparte sonrisas, 

es alegría la que necesita el ser humano, 

aunque sea a migajas, 

cómo agua necesaria,

cómo vara

sostén en el  camino.

Y una puerta abierta a la esperanza siempre nos derrame el anhelado maná del cielo que tan sólo sustituido por arroz y otros frutos nos inunde y combata el hambre en este loco mundo tan lleno de contrariedades, donde se envía un avión medicalizado para salvar una vida y sin embargo a base de armas se destruyen países y vidas y se eliminan libertades. 

Tan necesitados estamos de mensajes de amor y de paz y a bocanadas de aire fresco se aúnan voluntades y lleguen ayudas humanitarias a todos los confines vital en los periodos de guerra. 

Vivimos en un planeta donde abundan leyes, que no significa que exista  justicia.


LA BUENA NUEVA…

llegue un día en este siglo,

y, aunque tarde, bajo los dulces sueños,

tras una tranquila madrugada,

no sea falacia, ni vana ilusión, 

y al despertar alguna vez, 

resuelva el mundo

la triste pesadilla.

Tal como la hábil mano levanta la masa no demoremos la búsqueda de las buenas suertes.  

Quizá  tras el empeño,

a todos nos llegue, 

Al  fin “el pan de cada día”.


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