EL ARTE DE LA ZARANDA

EL ARTE DE LA ZARANDA

EL CEDAZO

Harto soy ciego, si por Zaranda no veo… muy acertada definición del diccionario antiguo de la lengua española a este artilugio cernidor, y añade “que separa de lo común lo especial lo más precioso”. 

ZARANDAS ANTIGUAS

Utensilios que  separan el grano de la miez, la aceituna del zafairon -Fruto partenocárpico del olivar- útil que  a través de movimientos vibratorios selecciona lo mejor del fruto obtenido. 

Me pregunto ¿qué sería de grandes zonas del planeta sin la inconmensurable constancia y tesón con que se elabora cada día,  en sus múltiples formas, este alimento tan codiciado denominado  PAN?

De discernir entre lo bueno y lo malo se trata; sobre todo por ese afán de obtener lo bien elaborado,  en las cosas básicas y fundamentales.   Los seres humanos estamos también continuamente haciendo una criba; para bien o para mal.

Lástima que  se me viene a la memoria el dicho:  a veces zarandeas a algunas personas y caen  bellotas. Se hace una desafortunada comparación entre la encina, noble árbol, con la raza humana en su testarudez. Pero es muy expresiva. Y me resulta simpática. 

Cernir, tamizar, separar, escrudiñar hasta lo más profundo para llegar al meollo de cada cuestión es la diaria ocupación  del quehacer en las diversas civilizaciones el artesano para elaborar el básico alimento. Algunos bajo el coste de ir a kilómetros por agua potable hasta emplear largas jornadas en la molienda a mano de las harinas. Sin embargo a muchos nos regalan recetas desde la más tierna infancia y no sabemos descifrar entre tanta maraña tecnológica en la sociedad del “bienestar” lo que nos zarandea constantemente,  hasta opacar pensar lo que se nos facilita hasta obstaculizar apreciar el arte que hay en las pequeñas cosas que de manera cotidiana llenan la vida. 

Lección nos la da la naturaleza.

CAMBIAN  EN EL CAMPO LOS COLORES DE LAS COSAS

y se muestra bajo las sombras cielo;

al abrir nuestros campos…

luces se encienden, 

luces se apagan,

ventanas cerradas, 

ventanas abiertas,

abramos la mente, 

entren nuevos rayos, 

dejar que penetren,

mover sea la clave

hallemos luz,  

entre tanto laberinto.

De cómo el artesano labora, 

desde su humildad, 

“tan solo un trabajo” 

amasa que amasa, 

tras un gran esfuerzo;

mezcla de harina sal y agua, 

simples ingredientes, 

sencillo alimento, 

nos llega su aroma, 

quizá masa madre

halla fermentado,

el brillo aparece, 

tras su habilidad, 

consigue hornearlo, 

que sea a su tiempo…

¿Qué habrá al otro lado?

toca abrir la puerta,

todo lo bien hecho

no da resultado, 

abierto está el horno…

tan solo un trabajo, 

de  manos abiertas,

depende del fuego,

avivar candela,

con un cierto tiento, 

crea fuertes roscas,

que nos nutra el cuerpo, 

con manos unidas, 

del honrado esfuerzo, 

merecen descanso…

se dejaron vida, 

lucha contra el tiempo. 


El buen pan se reconoce por su corteza crujiente y tierna, su miga blanda y firme, su durabilidad y permanencia en el tiempo, cuando el medio obliga tocó conservarlo. Bien tapado en aquellas frescas tinajas,  bella alfarería de algunas sierras de nuestras tierras andaluzas, no había otra fórmula que mantenerlo por semanas.

Así cómo el buen hombre se reconoce por la dureza y permeabilidad de su corteza -léase fortaleza-  fuertes panaderos en su capacidad de soportar malas noches, valientes hombres y mujeres que atravesaron tempestades durante largos periodos de tiempo y sobrevivir, por el contrario.

Cuál preciado tesoro, el rico alimento 
perseguido por siglos y logrado con el ahínco de unas manos que con ardua constancia amasan las harinas cernidas tras la buena molienda de segadas espigas de cereales doradas al sol y recolectadas con enorme esfuerzo y fervor, tras la trilla, en sus diversas formas, el ser humano no desfallece ara la tierra, siembra. abona, recolecta y hasta crea barbecho. 

Y vuelta a empezar. 

La siembra es la apuesta,

la ilusión, la fe.

¿Sembrar en tiempo de

sequía y para qué?

Así vive el labrador,

qué no cesa en su labor, sin tener en cuenta las inclemencias del tiempo.

Bastó serenarse para leer,

la respuesta está en él campo

que no deja de enseñar.


Son tiempos de unión, 

el universo nos da permanentemente su lección, 

es equilibrio lo que nos muestra,

y el panadero no cesa en su misión, 

acaricia la masa cada día, 

nos da el saludo de buenos días  y tras la dura jornada, 

reparte sonrisas, 

es alegría la que necesita el ser humano, 

aunque sean migajas, 

cómo agua necesaria,

cómo vara

sostén en el  camino.

Y una puerta abierta a la esperanza que siempre nos derrame el anhelado maná del cielo y sea el básico alimento qué nos inunde y combata el hambre en este loco mundo tan lleno de contrariedades, donde se envía un avión medicalizado para salvar una vida y sin embargo a base de armas,  se destruyen países y vidas que eliminan libertades. 

Tan necesitados estamos de mensajes de amor y de paz y a bocanadas de aire fresco se aúnan voluntades y lleguen ayudas humanitarias a todos los confines que les sea vital en los periodos de guerra,

en un planeta donde abundan leyes,

no así justicia.


LA BUENA NUEVA…

llegue un día en este siglo,

y, aunque tarde, bajo los dulces sueños,

tras una tranquila madrugada,

no sea falacia, ni vana ilusión, 

y al despertar por fin

resuelva el mundo

la triste pesadilla.

Tal como la hábil mano levanta la masa no demoremos la búsqueda de las buenas suertes.  

Quizá  tras el empeño,

a todos nos llegue, 

Al  fin “el pan de cada día”.


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