Y Dios creó al hombre…y al pan que habita entre nosotros

Y Dios creó al hombre…y al pan que habita entre nosotros

Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso por llevarse de los consejos de la serpiente y comer el fruto del árbol prohibido, Dios sentenció: ¡Trabajarás y te ganarás el pan con el sudor de tu frente!

Cabizbajos y avergonzados, Adány Eva, no pudieron hacer otra cosa que eso. Afanes van, afanes vienen, y en duro trajinar de su situación, Eva, la curiosa sin par, nota un retoño en la tierra y llama a Adán emocionada.

El hombre atormentado no deja de observar ese pequeño retoño que surge y crece sin parar. Días, meses, años, esperando el final, sudando encima de la tierra hasta que ve germinar ese hermoso retoño que el sudor de su frente hizo crecer, y ¡Oh milagro!, esta semilla voló a todas partes del mundo y al final fue convertida en pan.

Otro milagro que acapara las creencias ancestrales, es de la multiplicación de panes y peces para alimentar a una multitud hambrienta que al Dios vivo fue a Escuchar.

En las bodas de Canaán, no podía faltar entre el milagro del vino, también la degustación del pan. Y la historia fue cambiando de lugar en lugar, hasta convertirse en un hito universal.

Pan sagrado, pan de vida, que sirve para aliviar, tanto a pobres desgraciados como a la riqueza sin par. ¡Pan bendito, que con el sudor de Adán en grano te convertiste para ver salir el pan!

El pan mío, el pan tuyo, nuestro, vuestro y de todos por demás. Fue sentencia de la Biblia que llegaras al final a la mesa del más pobre, como a la del rico sin igual, sigues siendo lo mismo, el producto del sudor de Adán.

Hoy y siempre, Eva ha dirigido la orquesta para confeccionar este sabroso alimento que conocemos como pan.

Muchos dicen que proviene de lugares sin igual, no importa, todos degustamos un delicioso pan. Sea Rosca, sea bollo, sea suave, de hamburguesas o hot dog, siempre, siempre, está presente un pan.

Con mantequilla, crema, nata, carne, huevos y hasta vegetales, en la dieta de todo el mundo, siempre está presente el pan.

Las campanas de la iglesia resuenan sin cesar. Pan, pan, pan, es hora de comulgar. En la hostia encontramos ese alimento sin par, convertido en el cuerpo de Cristo, que, nos acompaña sin cesar.

Es el pan de cada día, un alimento sin par, que se cocina y se come en todo el mundo por igual. ¡Oh, Dios!, gracias te damos hoy, por haber echado a Adán de ese bello Paraíso que Eva ayudó a derribar. El sudor de cada día es el elemento principal, que acompaña al amasado de la harina antes de convertirse en pan.

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