Querida Eva…
¿De qué te quejas? Si fuiste tú quien tomó del árbol de pan la última pieza de la cosecha y te la engulliste, pude ver cómo corrías a esconderte detrás del manzano para no compartirla conmigo. No siendo saciada tu hambre, arrancaste tres frutos del árbol, pero como no pudiste con todos, con la excusa de que no te gusta desperdiciar la comida, me convidaste y yo, famélico, caí tentado. Ahora henos aquí, fuera del paraíso, pasando penurias y trabajos, ¿quieres manzanas?, siembra la semilla, riégala y cuida del árbol hasta que dé frutos, ¿quieres pan?, siembra el trigo, siégalo, hazlo harina, amásalo y hornéalo. Han pasado algunos cientos de años y para mi sorpresa seguimos igual, aunque la vista me falla, ayer pude ver cómo corrías a esconderte con la última pieza de pan, no voy a entrar en reclamos, sé que nuestra vida es dura, pero es el resultado de la desobediencia; solo quería decirte que, aunque el pan ya no crece en los árboles, puedes tomar el que se te antoje sin esconderte, pues yo gustosamente haré más para ti.
Siempre tuyo, con cariño…
Adán.
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