Amasaba amor de madrugada

Amasaba amor de madrugada

Roberto

27/06/2024

Amasaba amor de madrugada.

¡Ya son las cinco de la mañana, arriba flojos!, escuchaba entre sueños la voz de mi madre y como resorte debía pararme de la cama, vestirme y echarme agua en el cabello para desdibujar el almohadazo y en la cara para despejar esa apariencia adormilada tan propia de esa hora; la mesa ya estaba puesta para el desayuno, el trayecto a la universidad nos llevaba poco más de hora y media de camino con varios transbordos y la entrada obligada era a las siete de la mañana con un máximo de 10 minutos de tolerancia cuando tenías un maestro condescendiente, por lo tanto el tiempo justo para tomar los alimentos sería de unos veinte minutos a lo más, y salir corriendo para abordar uno de los camiones que se requerían para poder llegar a tu destino, tantito se hacía tarde, el transporte ya iba atiborrado de trabajadores o de estudiantes y no podías darte el lujo de esperar otro que viniera menos lleno, pues nunca llegaría y la única alternativa era pescarte como pudieras e ir medio colgado, con un pie en el estribo y el otro en el aire, agarrado de cualquier tubo con una mano y con la otra aprisionar el portafolios o tus cuadernos.

Aunque tu viaje fuera de alto riesgo el chofer no perdonaba.

—Esos del estribo, cáiganle con su pasaje. —gritaba en cuanto te veía colgado.

A veces te colgabas de la puerta delantera del camión, otras de la puerta trasera y cuando no tenías el importe exacto, pasabas tu billete o moneda que de mano en mano recorría todo el camión hasta el chofer y el excedente regresaba por el mismo camino hasta tus manos, aunque no dejaba de existir cierta zozobra de que fuera a perderse en ese trayecto y ni a quien reclamar; para mi fortuna eso nunca ocurrió.

Pero regresemos a esos veinte minutos menos ajetreados de mi inicio de día. Al centro de la mesa un platón de fruta de temporada, la jarra de jugo recién exprimido, gelatina, el café con leche y la azucarera con los cubitos de azúcar morena que no sé por qué, dejaron de comercializar, solía endulzarme no solo el café, pues me gustaba morder esos terrones de azúcar sin más nada, mi madre preguntaba que guisado prefería uno, pues preparaba cuando menos dos opciones a elegir, casi siempre acompañados de frijolitos refritos con totopos y queso rallado; ni hablar de la sazón, era la mejor cocinera del mundo, ella sabía que regresaríamos a casa por la noche y soló Dios, si probábamos bocado en las horas siguientes, así que ese desayuno bien podía ser el único alimento del resto del día.

Todo exquisito, pero te preguntarás al igual que yo, la hora en que mi madre debió levantarse para lograr todo aquello, ahora lo valoro y lo veo increíble y sorprendente; por si fuera poco, era muy común que nos agasajara con pan recién horneado, pan salado o dulce que preparaba con harina, levadura y manteca vegetal, al saborear esa delicia recién salida del horno recordaba mis años de infancia, cuando sentado en un extremo de la mesa, no perdía detalle al ver a mi madre con su mandil de girasoles, sus manos regordetas y cual panadero experto amasar el pan sobre la tabla previamente espolvoreada con harina, y como si tuviera un molde en sus manos daba forma a esos panes que horneaba e inundaba toda la casa con ese olor inconfundible y delicioso.

¿Quién puede pasar frente a la panadería cuando sale el pan recién horneado y no respira hondo para deleitar el olfato con ese aroma que nos acompaña desde la niñez?

Nuestro apetito voraz se veía satisfecho con el pan de casa, los hojaldres, los pastes y empanadas, el pay de mermelada casera, los buñuelos de viento o los otros buñuelos bañados con miel de piloncillo, la variedad y creatividad no tenía límite.

Hacía panes para todas las festividades, pero en especial para los cumpleaños. Mientras ella vivió, aun adulto nunca faltó en mi mesa el pastel con betún de chocolate amargo que fue y continúa siendo mi preferido.

La vida ha sido benévola conmigo y en mi andar he visto materializarse sueños de ficción que aparentan facilitarte la existencia y los avances tecnológicos día a día no dejan de sorprendernos.

Las costumbres se han transformado, pero por fortuna algunas cosas simples se conservan y el pan nuestro sigue vivo. Cuando disfruto de una buena pieza de pan, la imaginación se trastoca y me transporta en el tiempo para estar en compañía de mi madre, deleitando el pan recién horneado que de madrugada amasaba.

Votación a partir del 02/09

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS